Vista aérea de la Catedral y de una parte del casco histórico de Segovia. a. t.
Cambios urbanísticos en las últimas tres décadas

Museo urbano busca habitantes

La expansión de Segovia hacia los barrios nuevos o la llegada del AVE no resuelven el gran reto de las ciudades patrimoniales: cómo conservar población en el casco histórico

Martes, 20 de diciembre 2022, 00:46

Cómo ser una ciudad turística sin dejar de ser ciudad. El reto de la Segovia del siglo XXI es una ecuación presente en esos museos vivientes que son las urbes históricas. Esa convivencia entre belleza del pasado y la practicidad que exige el presente. La historia reciente de la ciudad que se extendió hacia el sur para acoger a los campesinos, la clase trabajadora y, más recientemente, a las clases medias, es un pelotón que pierde ciclistas año a año sin soluciones mágicas. Con un casco histórico que despide a sus vecinos o un AVE que sirve de paliativo pero que acusa los kilómetros que le separan de la ciudad.

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El presidente del Colegio de Arquitectos de Segovia, Alberto López, define a la capital como «pequeñita», tanto en dimensiones como en población, que no difiere demasiado de su estructura en los siglos XII y XIII, sin grandes variaciones en la época barroca o neoclásica como consecuencia de una «congelación histórica». Los barrios nuevos como La Albuera, Nueva Segovia o el entorno de la plaza de toros, así como los polígonos, responden a necesidades demográficas. La anexión de los barrios incorporados (Madrona, Torredondo, Perogordo, Revenga, Zamarramala y Hontoria) es más una cuestión administrativa que urbanística en una época en que «las ciudades compiten entre sí y Segovia, desgraciadamente, se está dejando comer el terreno».

Hay hitos que marcan el crecimiento de las ciudades como la actividad industrial, la implantación de universidades o la acogida de inmigrantes, estrechamente ligada al trabajo. Barcelona creció por unos Juegos Olímpicos, Sevilla lo hizo por una Exposición Universal y el Museo Guggenheim cambió el aspecto a Bilbao. En el caso de Segovia, ese motor es el turismo, que no ha evitado una sangría de población desde principios de siglo: desde los 57.000 habitantes, ha perdido más de 6.000, hasta los 51.070 del último censo. Por ejemplo, hacia su alfoz, un competidor directo que ha crecido.

¿Qué factores explican el éxodo a Espirdo, La Lastrilla, San Cristóbal o Palazuelos? «Porque es más atractivo, porque hay suelo y porque sigue habiendo dificultad de licencias en Segovia. Nadie quiere coger el coche todos los días. Si se hubiera ofrecido suelo suficiente en la cuidad, nadie se hubiera ido a vivir a Espirdo», resume López, que alude a un factor clave: el barrio nuevo no estuvo a disposición de los promotores en tiempos de bonanza económica, antes de la crisis de 2008. Un periodo que coincidió con el pleno desarrollo de Nueva Segovia, un barrio que ha tardado 25 años en agotar su suelo –desarrollo urbanístico colmatado– desde 1984 a 2009, aproximadamente el tiempo que ha pasado desde el primer plan parcial a la ocupación.

Habla de una decisión «incoherente e ineficiente» que va más allá del precio. «Una ciudad con lugares satélites es insostenible, y lo es para toda la vida. Es mucho más eficiente una ciudad compacta».

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Limitación

El casco amurallado está bordeado por dos valles, el Eresma y el Clamores, que configuran una ciudad protegida y limitan su expansión. «No es sostenible el crecimiento en el Pinarillo ni en los altos del barrio de San Lorenzo. Lógicamente, el crecimiento de la ciudad se dirige hacia el otro extremo», resume López. Es un entorno de subida suave, sin encajonamientos. Esa es la historia reciente de Segovia desde los años 60. Desde el Paseo Nuevo –ahora Conde Sepúlveda– o la estación de tren, pasando por los barrios de La Albuera, Nueva Segovia o los polígonos de El Cerro o de Hontoria. Otras implantaciones responden a cambios sociales, como el modelo de comercio. De ahí surgió la creación del centro comercial

Cada expansión urbanística responde a su época. La Albuera nació para acoger a la población que llegaba del campo a la ciudad, necesitada de una mano de obra que sobraba en el ámbito rural. Fue un crecimiento rápido, como el de San José, el primero en ocuparse. Puente Hierro siempre existió, pero el paso de las décadas amplió sus edificaciones, principalmente para la clase obrera. «Son barrios más antiguos y la calidad de la construcción es inferior». Esto supone un enorme reto de futuro en una época de culto a la eficiencia energética, pues exige rehabilitar un sinfín de viviendas. «Hay edificios en La Albuera que no tenían ningún tipo de aislamiento térmico. La colonia de Pio XII solo tiene un ladrillo entre el exterior y el interior. Es una calidad constructiva muy baja porque España estaba en la pobreza y las normas de construcción no obligaban a ello».

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La fórmula es sencilla: la evolución demográfica es la que hace crecer a una ciudad. «Hay ciudades que crecen exponencialmente, otras que desaparecen. Segovia tiene una cosa que la hace mantenerse: el turismo y el gran patrimonio histórico y artístico que tenemos. Y con eso estamos perdiendo 500 habitantes al año». El turismo es un paliativo demográfico que necesita refuerzos, como el despliegue industrial o universitario.

«Despoblación brutal»

La interpretación de la alcaldesa de Segovia, Clara Martín, sobre la pérdida demográfica, alude al contexto de Castilla y León y a una «despoblación brutal». Expone el contexto geográfico: que Madrid esté a menos de una hora. «Eso nos trae muchas cosas buenas, pero también es una esponja que absorbe mucha gente. Ante los salarios y las oportunidades de trabajo que hay allí, es muy difícil competir en Segovia».

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En el ámbito urbanístico, la regidora no habla tanto de suelo disponible como del precio de la vivienda. «Es un factor determinante, sobre todo para la gente joven. La gente que ha decidido quedarse en Segovia no puede vivir aquí y se ha trasladado al alfoz porque los precios de la ciudad son más elevados que los de La Lastrilla, Trescasas o Palazuelos». Unos desarrollos urbanísticos que no comparte. «Hay que ver sin son los modelos más sostenibles en el tiempo. En cuanto a la sostenibilidad económica, ambiental y social, no son modelos de ciudad por los que haya que apostar».

El crecimiento actual de la ciudad está en el barrio nuevo, el de Comunidad, Villa y Tierra. «Ha empezado su construcción prácticamente ahora». Hay suelo y promoción de vivienda, una dinámica que no ha cortado el covid. Por eso, López habla de proceso de crecimiento entre la población joven con trabajo: «La pandemia no ha afectado de forma grave al sector de la construcción porque la demanda era ya creciente». A ello se añade una demanda latente de gente que trabaja en Madrid.

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La llegada del AVE, en diciembre de 2007, es un hito para la ciudad. «Ha favorecido a Segovia, indudablemente. Fue un momento radical», sostiene el presidente del Colegio de Arquitectos. Las expectativas de crecimiento quedaron matizadas con el paso de los años. «Se colocó mal la estación, es un impedimento. La llegada del AVE solo tiene pros, pero si hubiera estado dentro de la ciudad, hubiera sido pro, pro, pro». Los estudios concluyeron que era inviable colocarla en el enclave de la estación anterior porque era un final de trayecto y el AVE exigía servir de paso. «A mí me hubiera gustado más que hubiera estado muy cercano al barrio de Nueva Segovia. Acercarla dos kilómetros habría sido una grandísima ventaja».

En aquel momento, las perspectivas eran otras: Segovia no solo no peligraba, sino que iba a crecer. Con el prisma previo a la crisis de Lehman Brothers, que explotaría nueve meses después de la llegada del AVE, todo era posible. En apenas un año, esa ambición de expansión dejó paso a un concepto de limitar daños. Superado el vendaval, la alcaldesa define unas aspiraciones más realistas. «Aunque no vayamos a un crecimiento tan fuerte como estaba previsto en 2007, creo que Segovia tiene la oportunidad de revertir la situación. Por lo menos, paralizar y estancar la despoblación. Porque lo que podemos ofrecer a esa gente que trabaja en Madrid es una calidad de vida que allí no existe».

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El nudo gordiano es cómo frenar esa sangría de habitantes. Martín dibuja una estrategia con tres ejes. «Hay que hacer varias apuestas, no lo puedes fiar solamente a una». Las cartas a manejar son un modelo sostenible de turismo, la llegada de nuevas industrias y apostar por un sector vinculado a la tecnología: el teletrabajo como gancho. Todo parte del turismo, la principal base económica. «Hay que hacerlo sostenible, no podemos convertirnos en ciudades en las que solo hay turismo, es de mala calidad y no deja ingresos». Con el apoyo de los fondos europeos, prepara la aplicación de planes turísticos que diversifiquen más allá del eje Acueducto-Catedral-Alcázar y fomenten estancias más largas con el objetivo de que el turismo «deje más dinero en la ciudad».

Apuesta industrial

La apuesta industrial está centrada en el proyecto Prado del Hoyo y el Puerto Seco. «Todo el terreno industrial en el entorno de Madrid tiene una saturación y unos precios muy elevados». En ese contexto, Martín ve la ubicación de la ciudad entre Madrid y Valladolid como una ventaja estratégica para atraer empresas.

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La innovación, la tercera pata, ilustra una de las grandes heridas modernas de la ciudad: el CAT. Un centro que pretendía ser un despertar tecnológico que sigue estancado una década después. En el contexto actual, la regidora llama a aprovechar una de las grandes ventajas de la pandemia: el teletrabajo. «No es necesario que haya gente trabajando físicamente en una gran industria, pero sí que tengamos proyectos innovadores que generen esos puestos y fijen una población con un nivel económico medio-alto».

La idea es que esas actividades estén vinculadas al propio lugar; por ejemplo, innovación agropecuaria. Mientras, el CIDE –el edificio estrella del CAT– apostará por la formación profesional.

La pregunta para ese mapa de futuro es: ¿con qué ciudades compite Segovia? Martín cita ejemplos en ese radio de 100 kilómetros respecto a la capital, con fortalezas y debilidades. Ávila, con peaje y sin AVE. Toledo, con AVE y sin el peaje de Segovia, el mismo caso que Guadalajara. «Una de las cosas que ha lastrado mucho es el peaje de la AP-6 y de la AP-61. Nos lo han impuesto a los segovianos y ha hecho que mucho desarrollo no se haya llevado a cabo».

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Martín coincide en que la ubicación de la estación del AVE resta opciones a la ciudad. «Lo que tenemos que pensar ahora mismo es que tenemos una estación que no se puede cambiar. Es algo que hay que adaptar a las perspectivas más realistas de futuro». Lo dice asumiendo que las pandemias y las guerras romper cualquier cálculo. «Lo más operativo hubiese sido tener una estación mucho más cercana a Baterías o Puente de Hierro. Pero ADIF apostó que si Segovia quería tener una estación tenía que ser en ese sitio». En esa decisión entran en juego simples líneas de ingeniería: por dónde era más sencillo hacer los túneles. El itinerario óptimo primó sobre otros criterios.

Con estas cartas sobre la mesa, si la montaña no va a Mahoma, el profeta tendrá que ir a la montaña. La estación está ahí y no se va a mover. El reto que plantea Martín es que la ciudad llegue hasta ahí. El convenio municipal con ADIF define una serie de suelos urbanizables que conectarían la rotonda del Pastor, junto a Baterías, con la estación. Son los proyectos de Prado Bonal y los sectores Juarrillos Norte y Sur. No será a corto plazo. «Su desarrollo ahora mismo es muy difícil, hay que ser realistas».

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El primero de ellos sería el más factible, paralelo a Nueva Segovia entre la salida de la AP-61 y el barrio; la propiedad es mayoritariamente privada y el reto sería incentivar a sus dueños a desarrollarlo. Sin embargo, desde la última rotonda del CIDE a la estación, los dos últimos sectores, hay dudas sobre su «viabilidad real», ya sea residencial o industrial. «Hay que ver cómo conectar con una trama urbana». Ante la menguante población de Segovia, que en estos momentos no necesita más suelo, Martín subraya: «No tiene que ser uso residencial».

El transporte es otro paliativo, ciudadanos que no se van. López cree que la estación de autobuses está bien donde está: un sitio céntrico con suficiente espacio alrededor, incluso para hacer una nueva. La de ferrocarril antigua responde a un servicio marginal respecto a la demanda del AVE, por más que haya un espacio perdido en los finales de línea, junto a la Puerta de Madrid, que supone un punto de mejora para la ciudad.

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El éxodo del casco urbano

El casco histórico de Segovia es de unas dimensiones reducidas en comparación con ciudades como Toledo, pero también más manejable. Su mal endémico está en la pérdida de población. El Acueducto condiciona enormemente, pero Alberto López elogia la decisión «valiente y acertada» de restringir el tráfico bajo el monumento en 1992. Pendiente queda uno de los grandes borrones urbanísticos de la ciudad, objeto de proyectos sin materializar: la plaza de Artillería. Desde los edificios adosados al Acueducto cuando este no tenía un valor de conservación al fondo de saco de la calle Gascos, consecuencia de una modificación acelerada en los años 60 para facilitar el tráfico.

Ahora se valora más el monumento y su preservación. «Quedó sin hacer un entorno urbano normal. Es una plaza que tiene muros de contención», subraya López. Habla de esos paredones que impiden pasar de un punto a otro, desde Padre Claret a la conexión con Ochoa Ondátegui, la calle San Juan o el propio acceso a Gascos, el paradigma de las barreras. «El tráfico no se ha alejado lo suficiente. Debería alejarse un poco más y ordenar los espacios con coherencia. Segovia tiene una oportunidad que no ha desarrollado».

La alcaldesa asume ese compromiso de alejar más el tráfico del Acueducto. «Hay que hacerlo. Nuestro objetivo es hacer un centro de difusión del Acueducto donde están ahora mismo los taxis y las motos para generar más tránsito peatonal entre el monumento y esta zona. Hay que intentar trasladar más el tráfico hacia Vía Roma y Padre Claret». Esa es la filosofía, pero en la práctica hay trabas. Por ejemplo, el transporte. «Lo que no podemos hacer es renunciar a los autobuses porque es precisamente uno de los servicios que más demandan los residentes del recinto amurallado». Con esta premisa, el reto será modular: «Habrá que ver hasta qué punto vamos a poder ir restringiendo paulatinamente el tráfico privado en ese entorno para poder reducir el número de vehículos en ese entorno».

Los muros de contención que cita el presidente del Colegio de Arquitectos suponen una herencia irresoluble. «Es que es así, no los puedes quitar porque nos cargaríamos el viario actual», replica Martín respecto a una plaza pensada en el corto plazo de cada época y no con una visión integral de futuro. Una plaza que no era siquiera una plaza en sus orígenes, sino la desembocadura de varias calles; la única plaza que existía era la del Azoguejo, al otro lado del Acueducto. La reforma de los 60 hace imposible volver atrás. «No podríamos llegar a tener nunca el viario histórico. Es muy difícil paliar la diferencia de cota entre la calle Gascos y la plaza de Artillería. ¿Qué tendremos que hacer? Reducir la rotonda, ampliar los espacios peatonales… Pero esa plaza ya no se puede desmantelar». Así que la regidora asume la realidad: todo retoque será paliativo.

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López dibuja un casco histórico «moribundo» e invita a revitalizarlo con herramientas como el teletrabajo para fijar población. Su receta es un marketing de ciudad amable y con calidad de vida. «Para que el casco histórico tenga servicios, hay que mantenerlos». Es la crónica de la última década: el INSS, ahora en el barrio nuevo, o los juzgados, que ultiman su sede en Nueva Segovia. También los supermercados, centros médicos o gimnasios, toda una metáfora de la falta de vigor en la zona.

Mimar al habitante

López habla de cascos históricos que triunfan como Oviedo, Granada o Girona porque «miman» al habitante. Asume que la influencia de un vehículo sobre el patrimonio es perjudicial, pero no tanto el del habitante o la de su familiar. «Tiene que poder acceder con facilidad. Hay que hacer los cascos amables a sus habitantes. La gente joven no quiere vivir en el casco, eso es intolerable». Y para el turista. «Es muy atractivo ir a una ciudad y sentir que hay vida. Si solo ve turistas, no le gusta».

Invita a pasear la Calle Real con piel de turista y celebra que tenga vida. «La ciudad histórica está moribunda, pero no está muerta». El lema de los arquitectos es buscar un habitante a todo edificio del casco histórico, ya sea para habitar –la prioridad– o un uso más esporádico o comercial.

La inflación por la guerra de Ucrania eleva la presión competitiva entre ciudades. «Hay que ir a por población, cogerla de cualquier sitio del mundo». Lo mismo ocurre con los fondos europeos, una oportunidad crucial. «Segovia tiene que aprovecharla», suplica López respecto a unas ayudas ligas a la eficiencia energética o la rehabilitación, clave para una ciudad con edificios vacíos y población decreciente. «No necesitamos crecer, necesitamos rehabilitar». Se trata de proyectos de aislamiento térmico, instalación de ascensores o cambiar energías fósiles por otras alternativas, ayudas que pueden llegar al 80% del coste. En ciertos casos, al habitante podría no costarle nada y le serviría para reducir gastos corrientes como su costa de comunidad. «Parece un milagro, pero no lo es».

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Sin oficina de ayuda

Su gestión requiere de las comunidades autónomas, que deben crear unos Oficinas de Ayuda a la Rehabilitación. Castilla y León es la única que no la ha creado. «Somos la peor comunidad de toda España en un aspecto de vital importancia». López pide más inspecciones; más certificaciones energéticas. Criterios imprescindibles para una subvención de este tipo en los que Segovia, lamenta, acumula mucho retraso.

Martín coincide en el modelo: rehabilitar la ciudad ya construida. «Lo que no puedes hacer es ir trasladando la ciudad de sitio. No puede haber un trasvase de población que queda vez esté más alejada de la parte histórica». La Ciudad Patrimonio ocupa el 43% del suelo urbano construido, por lo que un potencial abandono conlleva un abandono del patrimonio. Así que la metáfora de la manta que deja alguna parte sin cubrir está sobre la mesa. Extender la ciudad hacia el AVE sin abandonar el casco histórico. «Para llegar al AVE lo mismo no te hace falta tener viviendas». Así que la expansión no vendría por un improbable flujo de nuevos habitantes, sino por nuevos servicios. La regidora esgrime el convenio por el que el Ejército disfruta del suelo contiguo a Baterías a cambio del antiguo Regimiento. «Puede haber infraestructuras y otras actividades económicas que puedan facilitar esa conexión real con la estación».

Porque ahora mismo no hace falta más suelo. Martín subraya que en el sector de la plaza de toros aún quedan unas 600 viviendas por ser ejecutadas, aunque haya ya mucha parcela construida. En el ámbito del Plan Especial de Áreas Históricas planteaba unas 3.000 viviendas nuevas que se podían ejecutar, más las rehabilitaciones en las parcelas que permiten mayor edificabilidad. «Poco a poco se van haciendo cosas», subraya. En la zona de Restaurante Lago, junto a la carretera de La Granja, están los desarrollos de las áreas A y B, unas parcelas con ordenación detallada y proyecto de urbanización. «Los promotores podrían solicitar licencia para ejecutar mañana mismo, pero claro, ellos tienen que ver que tengan viabilidad».

Esos promotores ponen su mirada en la población al norte de Madrid, una zona en la que coste de vida se ha disparado. «Vivir en Villalba o Guadarrama es prohibitivo», resume Martín, apelando a familias que prefieran desplazarse aquí, aprovechando el atajo que supone el AVE. Es un público que usaría la ciudad como dormitorio; los salarios de la capital con el coste y calidad de vida de Segovia.

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El encaje perfecto

El otro lado de la manta es el casco histórico. Martín dibuja el vacío de la antigua ciudad como un mal endémico que afecta al grueso de las Ciudades Patrimonio. «Todas estamos perdiendo población de residentes», resume en referencia al ente que agrupa a estas 15 urbes. En Ibiza, por los apartamentos turísticos; en Cáceres, por grandes edificios de familias nobles que no están en uso. «Aquí se han empezado a no conservar los edificios y eso ha provocado el traslado de la población». Esgrime dos zonas de regeneración urbana –la Judería y Canonjías– como herramientas para «paliar» el éxodo. Esas ayudas a la rehabilitación permitieron asentar más residentes en estas zonas, pero son la excepción. «Hay otras zonas en las que ha habido pérdida de servicios –el INSS o el Policlínico– y ha hecho que funcionarios que vivían allí se hayan trasladado». Pero el punto clave es la falta de inversión. «Son edificios que cuesta mucho rehabilitar y el propietario a veces prefiere vender la casa a un promotor».

El PEAHIS fue la herramienta urbanística para regular los usos del suelo. Por ejemplo, se impidió rehabilitar un piso para uso turístico si no suponía la rehabilitación integral del edificio. «No pueden convivir vecinos con turistas», argumenta Martín. Esa es una de las opciones en marcha en algunos edificios del recinto amurallado. La otra carta en marcha es rehabilitar para pisos de estudiantes, fundamentalmente de IE University. «Los estudiantes son residentes porque están viviendo nueve meses al año. Es verdad que es otro modelo totalmente distinto de residente respecto al tradicional. Hemos cambiado». Residentes interinos sin padrón, que no cuentan para el ránking de habitantes. «Pero van a comprar, van al bar, utilizan los taxis…».

El ideal municipal es «un modelo en el que encajen perfectamente» los residentes tradicionales con los estudiantes, fundamentalmente de origen internacional. En la práctica, empieza a haber fricciones, tanto de segovianos como de residentes críticos con que el poder adquisitivo de sus pudientes familias haya elevado los precios de los alquileres y con los hábitos festivos de algunos universitarios en un entorno poco insonorizado.

Lo cierto es que el residente tradicional mengua y el universitario se propaga. «No podemos perder el residente tradicional, porque perderemos. Estos universitarios no van a ir al colegio». IE University está asentando el modelo haciéndose con edificios del centro para rehabilitarlos y alojar alumnos. ¿Cómo revertir la tendencia? Martín habla de vivienda pública «más económica» para los jóvenes; es el presumible destino del edificio del INSS. Una de tantas recetas para una enfermedad que quizás no pueda curarse, pero sí convertirla en crónica y que el museo que es Segovia siga teniendo pulso.

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