Los restos mortales de Eugenio Insua, el miliciano asesinado en El Espinar en julio de 1936, en los albores de la Guerra Civil española, ya reposan junto a los de su querida esposa, Irene, en el panteón familiar de Villaviciosa de Odón (Madrid). Rosa María, hija de ambos, ha podido dar tierra dignamente a su padre después de haber recuperado sus huesos, hallados el pasado mes de septiembre en una fosa común del cementerio de El Espinar e identificados después por una prueba genética. Rosa María Insua estuvo acompañada durante el acto por sus hijos, nietos de Eugenio, auténticos impulsores de un laborioso proceso para el que han contado con la inestimable ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).
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Eugenio Insua era un trabajador de la Casa de la Moneda de Madrid que se alistó voluntariamente como miliciano tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Pocos días después, el 25 de julio, fue asesinado tras una emboscada en El Espinar. No tenía ningún tipo de formación militar; solo el idealismo y la seguridad de que luchaba por la causa de la democracia y la libertad alentaban el compromiso de este hombre que un día antes de su muerte había bajado de la sierra para acompañar al menor de sus hijos en su tercer cumpleaños.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica exhumó sus restos en septiembre de 2020, encontrados en una fosa sin nombre donde yacían otros diecisiete cuerpos. Como no disponían de ningún tipo de documento que confirmara el paradero del abuelo, sus descendientes investigaron durante años, aunque sospechaban que los restos podrían estar en el cementerio espinariego. La exhumación de la fosa común deparó una sorpresa monumental: de la tierra removida emergió una alianza matrimonial con la fecha del 1 de junio de 1931, la misma en que Eugenio Insua se había casado. Tras el hallazgo de los huesos, la hija, Rosa María, se sometió a una prueba de identificación genética que confirmó el parentesco.
Voluntarios de la asociación entregaron a la familia una urna con los restos y una cajita con los pocos objetos personales que se encontraron: la alianza y unos botones. Ya en el cementerio de Villaviciosa de Odón, Rosa María abrió el cofre y se puso el anillo de boda de su padre, justo antes de proceder al acto en el que Eugenio fue enterrado junto a su mujer, Irene Serrano, quien pasó muchos años buscando el cuerpo y siempre tuvo el convencimiento de que estaba en El Espinar.
A la entrada del cementerio, la familia Insua explicó lo que supone este entierro, tantos años después, y agradeció su labor a la ARMH, que ha llevado a cabo la investigación, la exhumación y las pruebas de identificación con sus propios recursos, sin ningún tipo de ayuda de la Administración.
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Alejandro Herrera, nieto de Eugenio, recordó el deber de una democracia de atender a estas familias de forma directa. «Ningún gobierno nos ha abierto las puertas del Estado del que formamos parte ni nos ha garantizado la verdad, la justicia y la reparación», dijo. Para Ángela, también nieta de Eugenio, la próxima Ley de la Memoria continúa «marginando a las familias de las víctimas del franquismo y delega sus deberes en asociaciones porque no quiere atenderlas y darles derechos».
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