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Están Puri, Vicenta, Edda, Mercedes y luego han ido llegando más vecinos de Carrascal del Río que se turnan en la callada cola que se alarga desde la acera de enfrente de la tienda de Henar, que además es la alcaldesa del pueblo, ... hasta la Plaza Mayor. Su hija, Cristina, está despachando. Son las once de la mañana. Pasan de uno en uno a por las viandas. Entre algunos de los clientes que aguardan en la calle hay más de dos e incluso más de tres metros de separación. Y todos, con la mascarilla. Este ultramarinos en el que encuentras desde carne hasta conservas, y por supuesto pan, es prácticamente el único latido que bombea vida en este pueblo del nordeste segoviano.
Las furgonetas de reparto escalonan su llegada para surtir a la tienda. No ha habido demasiado dispendio porque parte de la clientela que pasaba el verano en este lugar ya se ha ido. Uno de los distribuidores desvela que «se nota que hay mucha gente menos». El transportista proviene de Aranda de Duero. Suele cubrir una ruta que incluye otras localidades del nordeste como Valle de Tabladillo, Navalilla o Sacramenia. Por lo visto estos últimos días, deduce que en estas zonas también ha habido «un bajón» de población.
«Hemos tenido dos o tres positivos más», comentaba ayer la regidora de Carrascal. Entre las personas que están en aislamiento por estar contagiadas y las que se han ido a sus lugares de origen, se han hecho la prueba y han dado positivo, «tenemos unos cuarenta» infectados por el virus.
«Se ha ido mucha gente, a estas horas esto [por la puerta de la tienda] tenía que estar lleno para comprar el pan», señala su hija tras el mostrador y la mascarilla. «Tenía que haber el doble o el triple de personas, pero...», suspira Cristina, quien explica que «el miedo por la extensión» que ha alcanzado el virus es el que ha provocado el temprano éxodo que ha desocupado buena parte de las segundas residencias y de las casas rurales que abundan en la zona.
Las calles y plazas están prácticamente vacías y mudas, cuando tendrían que rebosar alegría en la semana posterior a la de las fiestas que no ha habido. La estampa «desértica», como la define la alcaldesa, anticipa el final del verano en pueblos como Carrascal del Río, donde hay declarados tres brotes activos, con trece positivos confirmados y al menos 26 contactos en estudio. Los focos han tenido sus ramificaciones. Aunque los tres se han localizado en este municipio de unos 150 habitantes empadronados, uno de los brotes afecta a residentes en Castillejo de Mesleón y Sepúlveda; y otro, a vecinos de Navalilla y Cantalejo. La alcaldesa insistía ayer en que, a su juicio, los datos oficiales de la Junta se quedan cortos, algo que no descartaba el delegado territorial de la Junta en Segovia, José Mazarías.
Tres niños desafían el letargo y juegan en la calle. La regidora comenta que los menores son de una familia que «vino ayer [el miércoles] y se ha encontrado con esto», con un pueblo que se ha confinado de forma voluntaria ante la proliferación de casos en diez días.
Puri es una de las clientas que espera su turno. «Llevo en Carrascal desde marzo, pero no soy de aquí, estoy porque tengo a mi madre y una tía que ya son mayores y cuido de ellas». Residente en Madrid, la mujer lamenta que «por un descuido tengamos que estar así, cuando los meses anteriores hemos estado muy bien». Coincide con la tendera en que «hay miedo y preocupación».
Edda sale ya con la compra hecha. Trabaja como auxiliar de ayuda a domicilio. «Durante la pandemia nos cuidamos mucho, pero empezó a venir gente de otros sitios y empezaron los casos», comenta. Le apena que «ha habido gente que se ha ido y ha dejado aquí el contagio». El temor que han sembrado tantos casos positivos en tan poco tiempo también le ha condicionado el trabajo. «Hay familias que no quieren que vaya por si he ido a otras casas y les llevo a lo mejor el contagio», lamenta.
En sentido Aranda, la carretera se encuentra con San Miguel de Bernuy, donde hay declarado un brote con cuatro positivos; sin embargo, a diferencia de Carrascal, se ve movimiento en torno a los negocios de canoas para aventurarse en el cauce del Duratón. Muchos jóvenes bajan por grupos y con las mascarillas puestas a los puestos de embarcaciones, incluso en la terraza de uno de los bares la clientela solo se retira el tapabocas para dar cuenta de la bebida y del aperitivo.
Casi en el límite con Burgos, Sacramenia celebraba ayer, con las medidas de protección debidas, la fiesta en honor a San Bernardo. Algunas tiendas estaban cerradas por la libranza y las que abrieron concentraban las compras y se repartían la animación con las terrazas de los bares a la hora del vermú. Algunos vecinos ratificaban que «hay dos familias» que están afectadas por el coronavirus, pero «el pueblo está tranquilo». Una de ellas mantiene cerrados sus negocios –una tienda y un restaurante– mientras aguarda el deseado negativo.
Ignacio, madrileño que veranea en Sacramenia, asegura que «se ha ido bastante gente». No habla de miedo y subraya que se están tomando «todas las medidas de precaución, geles, separación si estamos varios y siempre la mascarilla». El Ayuntamiento incide en que la situación «está controlada», mientras el centro de salud recibe un goteo de consultas y de pruebas PCR que remite para su análisis.
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