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Mercedes (la madre) suele estar sentada junto a Mercedes (la hija) mientras ésta vende la prensa del día, intenta repartir suerte con los juegos de ... la lotería, atiende a las clientas habituales que acuden religiosamente a por su ración de revistas del corazón o mete en una bolsa las golosinas que le endulzarán la jornada al pequeño que le va indicando cuáles sí y cuáles no. Sonrientes y amables, madre e hija departen con los vecinos que pasan y se paran en el quiosco de San José para conversar y amenizar las horas. Este vecindario envejecido, como tantos otros de la ciudad, ha sufrido mucho la guadaña mortal de la pandemia del coronavirus, comentan con tristeza. Muchos clientes han fallecido en estos meses.
Mercedes, la madre, no siempre está en ese segundo plano. Cuando su hija y su yerno, Miguel Ángel, no dan abasto o se cogen unos días de descanso, el popular quiosco no cierra y toma el relevo cara al público la progenitora. Echa una mano cuando lo requieren las circunstancias, guarda el fuerte y así permanece activa a sus 71 años, acompañada de Rafael, su marido. Prensa por ahí, chuches por allá, tabaco, unas 'primitivas' y a ver si la suerte sonríe al barrio con algún premio gordo.
Estas 'propinas' laborales son los coletazos de una vida dedicada a trabajar, a pesar de la polio por la que cojea de una pierna. La enfermedad no fue impedimento para estar al pie del cañón. De muy joven –recuerda– trabajó haciendo tareas domésticas en una casa. «Con 14 años me dedicaba a limpiar y luego iba a mi casa a coser y bordar», evoca Mercedes. Se doctoró en esta manualidad a base de esfuerzo y trabajo, compatibilizando la tarea en las Oblatas con el cuidado de la primogénita, a la que incluso tenía que llevar consigo al antiguo convento cuando Mercedes, la hija, no tenía ni dos años.
«Me las apañaba», dice con humildad. Y es que en su hogar «también me hacía cargo de los abuelos, que vivían con nosotros». El secreto de sacar tiempo para las labores domésticas, bordar los encargos que le hacían y atender a los suyos, «madrugar»... y organizarse. Por ejemplo, «los sábados cocinaba para tener la comida preparada para el resto de la semana». «Han sido muchos sacrificios y he trabajado mucho», hace hincapié Mercedes al echar la vista atrás y repasar mentalmente el álbum de su vida. Todavía le quedan historias y fotos que añadir, porque, por ejemplo, «si se van de vacaciones, me quedo en el quiosco, y aunque me canso más que antes, lo llevo bien»
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