![«La mayoría quiere lo más barato y encima te regatean»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/08/21/talleres-oscarcosta-k28H-U20010511477592VD-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Para un taller pequeño como Boxes, junto a la gasolinera Depaso, el verano es una gincana. Lo cuenta su propietario, Fernando Gómez, que empezaba el mes de agosto solo porque su empleado estaba de vacaciones. Por eso ha cambiado el horario del turno partido habitual – ... de 9:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00– a un intensivo de 8:00 a 15:00. «No quiero estar todo el día asfixiado y no salir de aquí en diez horas», dice. Así trata de encauzar el aumento de clientes respecto a los dos últimos veranos y concluye que la pandemia del coronavirus ha quedado atrás. «Este año sí que ha habido bastante jaleo, semanas que hemos estado a tope», asegura el operario.
Con un variado abanico de clientes, el taller subsiste frente a otros más grandes sin la capacidad de bajar tanto los precios. Habla de ofertas puntuales –por ejemplo, en los cambios de aceite– y de cifras asequibles, pero su apuesta es la confianza, el trato directo del negocio pequeño. «Tenemos una clientela que hemos ido creando desde hace años», incide en la virtud e la fidelidad. A eso se une el cliente itinerante que viene de paso con averías puntuales –un perfil que crece exponencialmente en verano–.
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Luis Javier González
Ser mecánico es un ejercicio de paciencia ante las demandas a veces pintorescas de los clientes. Fernando Gómez pone un ejemplo de uno que pidió las ruedas por Internet, pero se marchó a otro taller porque el suyo no abre por las tardes. «¿Qué quieres que haga? No voy a cambiar el horario por un cliente». Las prisas son otro ingrediente permanente. «La mayoría lo quiere para ya, hay que tener mucha calma. Tienes que hilar un poco fino; ahora les digo que estoy solo, déjamelo con tiempo porque no puedo hacer muchos coches a la vez. La mayoría lo entiende, por lo menos los clientes habituales», revela el mecánico. Esa cercanía se traduce en estar ahí cuando alguien de confianza lo necesita: esa llamada atendida del domingo a las 8 de la mañana porque el coche se había quedado sin aceite. «A estos clientes hay que cuidarlos. Ganarlos cuesta mucho, toda una vida, y perderles muy poco, en un segundo», advierte Gómez.
La receta de la fidelidad tiene trampas como el diagnóstico, que en ocasiones es como buscar una aguja en un pajar. Cuenta el ejemplo de un fallo esporádico, de esos en los que «se enciende la luz de la avería en el cuadro cuando quiere». El vehículo pasó por una máquina para detectar anomalías y faltaba un líquido que reduce las emisiones. El coche salió con ese depósito lleno, pero a los quince días volvió a encenderse la luz. «Que teníamos que devolverle el dinero, que no habíamos hecho nada. Hay gente que no entiende las cosas. Las averías electrónicas son así, no se enciende la luz cuando vienes al taller. He estado con un coche arrancado toda la mañana y nada; el fallo lo ha hecho un segundo justo cuando iba a por una pieza, le tengo que pillar haciéndolo», comenta el profesional.
Los precios son otro elemento de fricción permanente. «La mayoría quiere lo más barato y encima te regatean», asegura Fernando Gómez. Pone el ejemplo de una cliente que no quería pagar más de 200 cuando el coste era 210 y ahonda en el dilema entre lo económico y lo seguro. «Yo aconsejo, luego ellos hacen lo que quieren. Algo barato solo si no vas a mover el coche mucho; para viajes largos y muchos kilómetros tienes que poner una rueda buena», afirma.
En torno al 80% de su negocio consiste en hacer el mantenimiento de los vehículos o cambiar neumáticos y aceite. A eso se unen las pastillas de freno, embragues o correas de distribución. «No nos metemos en averías muy gordas porque cuestan dinero», reconoce. Pone el ejemplo de cambiar un motor antes que desmontarlo de arriba abajo, algo que sabe hacer perfectamente, porque es más barato.
Muchos problemas vienen porque el conductor no cuida al coche como debería y pone el ejemplo de esa misma mañana, alguien que se había pasado 4.000 kilómetros el cambio de aceite, que también se deteriora con el tiempo: un año. Algo que con la pandemia se ha extendido, pues los clientes han postergado el mantenimiento del vehículo con el pretexto de no haberlo cogido. «El otro día vino una chica para que le hiciera una revisión general del coche. Mira, lo principal, las ruedas, están comidas por los lados. No lo dejes más porque te va a parar la Guardia Civil y te va a denunciar. Pero luego las cambian cuando quieren, no cuando tú les dices», comenta el mecánico.
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