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claudia carrascal
Segovia
Domingo, 16 de enero 2022, 13:56
Marugán ha crecido en 108 habitantes en 2021, es decir, más de un 15%. Su alcaldesa, Lorena Díaz, atribuye esta tendencia, en gran medida, a la pandemia porque «el teletrabajo se ha extendido y la gente se ha venido a los pueblos». Así admite que el movimiento de compraventa en el municipio ha sido importante durante los últimos 12 meses y hay gente «que ha venido para quedarse de forma definitiva».
El padrón de este municipio había crecido lentamente hasta el año 2011, cuando alcanzó un pico con 679 habitantes. Desde entonces, la caída fue también paulatina y en 2020 la población era de 606 habitantes. Por eso, después de diez años de retroceso este incremento sustancial de la población ha sido recibido con mucha alegría.
La pandemia ha hecho, según la alcaldesa, que los ciudadanos valoren más que nunca la vida en el campo. Por eso, las parcelas que tienen en la urbanización de Marugán, con 2.500 metros cuadrados las más pequeñas, han sido un reclamo muy potente para aquellos que buscaban un cambio de vida a 30 kilómetros de Segovia. Esto unido a las crecientes posibilidades de teletrabajar y a la progresiva implantación de la fibra óptica en el municipio ha provocado que varias familias de entre 40 y 50 años con hijos hayan optado por instalarse en Marugán. «Para nosotros es una alegría muy grande que crezca la población porque es la única forma de que los servicios no decaigan». Además, Díaz avanza que están en proceso de modificar los planes parciales de la urbanización para que en las viviendas se puedan desarrollar diferentes actividades económicas.
Ana Pisano es una de las vecinas que se ha trasladado a Marugán en el último año. Vivía en Getafe con su marido, su nuera, su hijo y su nieto, pero la separación de su hijo fue el detonante para buscar una nueva vida. «El sabía que mi ilusión era vivir en un pueblo porque me crie en el campo, así que fuimos a conocer la zona de Toledo y la Sierra de Gredos, pero cuando descubrimos Marugán nos encantó. Enseguida supe que este sería nuestro nuevo hogar», declara. La casa que primero alquilaron y luego compraron llevaba 5 años cerrada por lo que tuvieron que hacer numerosas reformas, pero el 15 de abril ya estaban viviendo en ella. Ahora vive con su marido, su perro y han adoptado un gato, además, han puesto gallinas y un huerto que comenzarán a trabajar la próxima primavera.
Uno de los aspectos que más valora Ana es los lazos con la gente del pueblo. «Tenemos unos vecinos maravillosos, salimos mucho con ellos, compartimos y nos cuidamos, pero también con otras parejas jóvenes, la cercanía es mayor». Del mismo modo, es consciente de que sus niveles de estrés y de ansiedad se han reducido de forma significativa, ya que «tomaba una pastilla para los nervios tres veces al día y ahora no se dónde la tengo».
En la misma situación se encuentran Mariano Álvarez y su familia. Vivían en Madrid desde 2015 por motivos laborales. Con la llegada del coronavirus comenzaron a teletrabajar y fue entonces cuando se plantearon un cambio porque el coste de vida que tenían en la capital era demasiado elevado. «Ya no necesitábamos residir cerca del trabajo, por lo que nuestro objetivo era vivir más holgados y con mayor calidad. Mi mujer dio con Marugán y de las cuatro casas que vimos nos quedamos con una. Nos costaba un tercio que la de Madrid y fue amor a primera vista», relata.
Una de sus principales preocupaciones era la adaptación de sus dos hijas de 8 y 10 años. Sin embargo, «todo ha sido muy sencillo». Se trasladaron en junio y en septiembre comenzaron en el colegio en Sangarcía porque se adaptaba mejor a sus necesidades. «Estamos encantados porque son muy pocos en clase y la calidad educativa es mayor que la que tenían en Madrid, además ellas están muy contentas», confiesa. Otro de los puntos a favor es que pueden acudir a las extraescolares que quieran porque es más fácil y económico. En Madrid nos costaba 50 o 60 euros la actividad y aquí el taller polideportivo del Ayuntamiento, dos veces la semana, cuesta 15 euros», matiza.
Por el momento, la única desventaja que han encontrado es que la fibra óptica todavía no está del todo implantada. En el resto de aspectos Mariano está convencido de que han salido ganando. «No sabemos por qué no lo hicimos antes, todo son ventajas», concluye.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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