Durante su juventud comenzó ayudando en la parroquia, dando catequesis y visitando a las familias que necesitaban apoyo o consuelo. Años más tarde, ante la falta de sacerdotes, comenzó con estas celebraciones de la Palabra, primero en días laborales y luego también los domingos. «Nos repartíamos el trabajo, el sacerdote iba cada domingo a tres pueblos y yo a otros tres y luego nos cambiábamos para que cada quince días los vecinos tuvieran Eucaristía», señala.
Ahora María Ángeles está jubilada, pero no concibe su vida sin estas colaboraciones. En la zona de Boceguillas son tres celebradores de la palabra y se turnan con el sacerdote para acudir a los once municipios asignados. Entre ellos se encuentran Grajera, Pajarejos, Encinas, Fresno de la Fuente, Carabias o Duruelo, la mayoría prácticamente vacíos durante el invierno. También echa una mano cuando es necesario en Sepúlveda, localidad en la que reside. Reconoce que lo más gratificante es «poder compartir y transmitir la fe a mucha gente». Además, esta misión ha supuesto para ella una superación personal. «Era muy tímida y aunque siempre he tenido una gran vocación, me costaba relacionarme y hablar en público», admite.
A pesar de ser la primera mujer en celebrar la Palabra, asegura que nunca ha tenido ningún problema. «Siempre me han aceptado y querido porque son conscientes de que de este modo pueden acudir a la iglesia todas las semanas». A su juicio, que el papa haya reconocido este papel de forma oficial es muy importante, pero «no cambia nada con respecto a lo que ya se hacía hasta la fecha». Asimismo, insiste en que en aquellas zonas con un elevado número de pueblos pequeños y dispersos «la colaboración de las mujeres es imprescindible». Por eso, anima a las creyentes a que se impliquen y ayuden a los sacerdotes. «No hay que tener miedo, cuando yo empecé no había ninguna guía, pero ahora con los directorios del Obispado y las publicaciones de las editoriales para este tipo de celebraciones todo es mucho más fácil. Eso sí, es importante prepararse antes para que salga bien».
Para ella, este es un trabajo de sencillez y de humildad. «Al principio lo más normal es pensar que no eres digna para llevarlo a cabo, pero no es así. Solo tienes que ser consciente de que eres un instrumento de Dios y que todo lo hace Él», recalca. Además, María Ángeles, considera que sin estas celebraciones muchas iglesias permanecerían completamente cerradas, sin el oportuno servicio a sus vecinos y con el consiguiente riesgo de abandono y deterioro.
La catequesis es otra de sus funciones pastorales y afirma que los últimos años impartirla le ha resultado «más difícil que nunca» porque «se ha producido un cambio tremendo en los jóvenes». En este sentido, aclara que siempre ha habido niños más movidos que otros, el problema que detecta ahora es la falta de interés y «las ganas de juerga a todas las horas». «Hace años acudía con varios niños para acompañar durante unas horas a las personas que vivían solas, ellos me ayudaban, pero ahora siento que los jóvenes me ven como su enemiga», lamenta. Ante esta coyuntura ve todavía más complicada la labor de animar a las vocaciones e insiste en que la tendencia actual es no volver a pisar por la iglesia una vez que se confirman.