María Luisa Martín, directora de la Escolanía de Segovia durante 27 años. Antonio Tanarro
Marisa Martín | Directora de la Escolanía de Segovia

«Sé que he marcado una huella, pero vendrán otros que podrán continuarlo»

Necesitó «una decisión rápida» para poner fin a su etapa de 27 años al frente de la Escolanía de Segovia

Domingo, 7 de julio 2024, 09:40

Incluso en sus últimos días al frente de la Escolanía de Segovia, María Luisa Martín no da tregua. Hay que ensayar toda la semana para preparar unos vídeos. Porque sus 27 años al frente de un coro que no ha conocido a otra directora desde su fundación en 1996 ... tienen un denominador común: el compromiso. Por eso cuando anuncia que lo deja, que la Fundación Don Juan de Borbón ha iniciado el proceso en busca de su relevo, el móvil se inunda de mensajes sinceros. «Gente como tú hace que la vida sea más hermosa». «Has sido capaz de inculcarnos el amor a la música». «Tu dedicación nos ha hecho sentirnos únicos». «Nos dejas una huella imborrable de por vida». Son de sus más de 600 alumnos, pocos para más de cuarto de siglo, algo que se explica porque la mayoría hizo allí carrera, la de su infancia. «Eran fieles. Casi les tenía que echar yo».

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–¿Qué Escolanía inició y cuál deja?

–En el 96 se hizo la primera convocatoria de 50 niños para formar el coro, era crear todo absolutamente desde cero: las voces y las bases del funcionamiento. Necesité dos o tres años. He intentado mantener siempre esa cantidad; ha habido años de 40 y alguno de 80. El canto requiere un proceso de aprendizaje lento. Siempre ha habido voces nuevas y una base que mantenía el coro y sobre la que se iban formando los demás. Hay quien entra a los ocho años y ha estado hasta los 17 o 18. Y sin querer dejarlo: se han enganchado y han sido muy felices. Otros han tenido problemas de horarios con otras actividades y se han ido.

–¿Cuesta atraer a los niños a la música coral en una oferta tan amplia de actividades?

–Sí, cuesta más ahora, pero el que viene lo tiene bastante claro. También es verdad que yo siempre les inculco a ser responsables con el grupo. Es como el deporte, hay que tener una continuidad, el compromiso hacia ellos mismos y los compañeros. Esto ha sido muy complicado porque la vida nos dispersa.

–¿Qué esgrime la música coral para obtener ese compromiso?

–Todas las redes sociales que nos rodean son un mundo muy efímero, se te escapa enseguida. El canto coral es un valor educativo tan grande que va dejando un poso cultural más que musical. Es como el agua en una gruta. Aunque luego llega la adolescencia, parece que no les ha servido para nada y te desanimas, después ese poso sale y forma personas. Seres humanos mejores con un sentido de grupo y amor por el arte.

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–¿Hasta qué punto puede un coro abrir una trayectoria profesional?

–La ha abierto a muchos que han pasado por él. Vivir de la música es muy complicado, pero tampoco hay que buscar la súper excelencia, hay otros campos en la educación. Directores, profesores, cantantes de música pop, musicales o lírico. Es un mundo muy competitivo, pero si no te abre caminos, la experiencia de haberlo vivido ya es suficiente. Son años felices, como ellos mismos dicen, que les graban de por vida.

–¿Cómo cambia el repertorio en 27 años?

–La música coral es la misma y siempre he cultivado a los grandes clásicos de la polifonía, pero hace unos años surgió una pedagogía mucho más activa. Se incluyó el movimiento, el juego, las coreografías Una metodología muy abierta y lúdica que ha entusiasmado más a los niños.

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–¿Se considera alguien de la vieja escuela?

–De la vieja y de la nueva. He estado muy actualizada, abierta a los nuevos movimientos corales. Por el curso de canto coral que ha estado organizando Ágora pasaban grandes maestros. Así que la Escolanía ha sido algo muy vivo.

–¿Cuáles han sido las dificultades?

–La mayor dificultad es el día a día, el ser humano tiende a la apatía. Les pasa a los niños y me pasa a mí. Es más cómodo quedarme en mi casa que ir a las cuatro de la tarde a ensayar. En mi caso era vencer todo eso sabiendo que soy yo la que tiene que tirar del grupo. No me he podido venir abajo en ningún momento, tienes que estar siempre con mucha energía.

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–¿Cuántas horas al día?

–Hasta que estemos preparados. He sido responsable con los proyectos, sin tacañear en horas. Aparte de las presenciales, requiere muchísimas horas extra solucionando problemas personales. Es que es un grupo humano, dirigir no es levantar los brazos y conducir una canción.

–¿Qué es lo que más va a echar de menos?

–Las voces de los niños es lo más bonito que hay. La energía que te aporta dirigir un coro, la alegría que tienen. Niños ilusionados con cada concierto. También el contacto con las familias, los padres se han implicado. La parte artística: cada vez que sale adelante un proyecto es un orgullo muy grande. Como una valoración general, me queda un gran agradecimiento, es la palabra que más me sale a todas las horas. Una satisfacción por el recorrido hecho a lo largo de estos años. Orgullo, dentro de mis pequeñas capacidades, ante lo que he podido conseguir con mi infinito trabajo. También el agradecimiento al público, que ha llenado los conciertos y ha reconocido mi trabajo.

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–¿Cómo afrontó su retirada?

–Mi meta había sido llegar a los 25 años, pero cuando hicimos la celebración, que fue hermosísima, había proyectos importantes con la Orquesta de Castilla y León o en el Auditorio Nacional y no podía dejarlo. Te vas atrapando y dices: «No va a llegar nunca el momento». Fue hace dos meses, una decisión rápida. Si me lo pienso mucho más, me hubiera seguido enganchando. Me ha costado mucho y ha sido un fin de curso muy difícil. No lo he dicho hasta el final para que los niños no sufrieran porque para ellos y las familias ha sido un impacto grande. Para la Fundación, también. Me voy con mucha pena, pero muy tranquila.

–¿Cómo puede vivir la Escolanía sin usted?

–Me imagino que vivirá porque hoy en día hay mucha gente preparada. Les deseo que encuentren al director ideal. Yo no voy a estar en el proceso; es muy difícil para mí y no quiero influir, sería una parte muy subjetiva porque se presentarán antiguos escolanos. Desearía que fuera una persona con valores parecidos a los que yo he tenido: una total dedicación, pasión por la música, muchísima disciplina, paciencia, lealtad al grupo y amor por todo lo que he hecho en el día a día. No sé en esta sociedad por dónde se reúne todo esto. Es un acto de fe que se va a conseguir. Nadie es imprescindible, yo tampoco. Sé que he marcado una huella, pero vendrán otros que podrán continuarlo.

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