Uno de los últimos conciertos celebrados en la sala Octavio Arte de La Lastrilla. Antonio Tanarro

Malos tiempos para la música en directo

Ante la falta de salas de conciertos, el sector reclama un espacio público donde organizar eventos y actuaciones, ya que desde el punto de vista empresarial es algo que se ve como «poco rentable»

Ricardo Domingo

Segovia

Domingo, 12 de marzo 2023, 14:00

Kike Santa, mítico promotor musical local en Segovia, recuerda los años noventa y principios de los 2000. «Yo estaba trabajando en cinco o seis salas: el Babalú, la sala Canadá, La Habana, la Mansión…aceptaban a 500, 800 o mil personas… Eran discotecas que se ... surtían de mis espectáculos y hacían un complemento». Rememora en sus palabras los años pasados en los que Segovia presumía de su ajetreada actividad musical hoy casi extinta. «Han desaparecido todas las discotecas y se ha quedado la ciudad prácticamente sin nada. En 2022 he hecho poco más de 20 conciertos, antaño llegaba a hacer unos 160; y te estoy hablando de sólo lo que hacía yo».

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El también hostelero destaca el agujero negro musical en el que se ha sumido la ciudad. No existe ninguna sala de conciertos en el centro o los alrededores que cuente con la pertinente licencia. El local más cercano que dispone de dicha categoría es el Octavo Arte, ubicado en la La Lastrilla. En la capital, cuando se quiere organizar algún evento musical de esta índole, se solicitan permisos puntuales al Ayuntamiento. Son algunos los establecimientos de restauración que aprovechan esta ventana legal —ya que no gozan de la licencia requerida— para poder montar sus 'conciertillos' y actuaciones. «La sala Metrópolis está haciendo cosas, aunque es muy pequeña y posee una capacidad que no llega a 200 personas (…) A la sala Sabbat le voy a insinuar intentar hacer algo ya que tiene muchísima más capacidad… pero es que, aparte de esto, no hay nada más; es cojonudo», deplora Kike Santan, que piensa que la razón de esta reciente exigüidad de salas se deba al cambio de hábitos que experimenta la juventud: «Las modas y las costumbres de la gente joven han cambiado. Antes todo el mundo iba a las discotecas y ahora van a los disco-bares. Se ha pasado de moda y ese tipo de locales —las salas de concierto— no se mantienen solo con música en directo ya que haces un concierto a la semana como mucho y dura lo que dura, nada más terminar el concierto la gente se sale fuera. No se factura lo suficiente para mantener esos locales que encima, si son grandes, tienen un coste muy elevado». La Sala Beat, en San Millán, una de las últimas en ofertar conciertos de este tipo y quizá la más recordada por la juventud, vio el cierre como solución a los excesivos gastos que suponía el simplemente organizar pequeñas actuaciones.

La Sala Beat Club, en San Millán, una de las últimas en Segovia capital. Óscar Costa

Desde un punto de vista público, Santana no ve que existan espacios cubiertos adecuados para llevar a cabo grandes conciertos. El Frontón Segovia «cuenta con un sonido horrible» y el pabellón Perico Delgado «se limita al uso deportivo en exclusiva». Aparece aquí la necesidad que germina en un llamamiento a las instituciones. «Los sitios públicos que existen no cubren esa escasez. Se debería hacer algo como se ha hecho en Valladolid con el LAVA. Que el Ayuntamiento cree un espacio, como puede ser el caso del Teatro Cervantes, que creo que va a contar con una capacidad cercana a las mil personas, pues sería divino. O algo como lo que hay montado en el centro de creación de La Cárcel, pero con más aforo».

Ante la idea de abrir un espacio en los polígonos de la ciudad que permitiese actuaciones de gran calibre, es rotundo: «Sería cojonudo. Ya en su día la hubo, se llamaba la sala Babalú, que ahora es un concesionario de coches. Era una sala preciosa y llegamos a meter a Extremoduro, a Los Enemigos, a Def Con Dos… Ahora mismo eso a una empresa privada no le sale rentable, si alguien hace un espacio de esos pues yo encantado de hacer conciertos allí, llegamos a un acuerdo y a trabajar todos».

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De momento, Kike Santana concentra gran parte de su labor como promotor a lo largo del verano y en alguna ocasión especial, como las fiestas de San Frutos en la capital segoviana. «Es una pena, porque con la actividad musical que ha tenido Segovia, que nos hayamos quedado atrás del todo por falta de espacios…», lamenta.

La visión del Consistorio

El Ayuntamiento menciona la responsabilidad de la Junta de Castilla y León en este ámbito. «La Junta, que es la que tiene la competencia en el tema de los espectáculos, generó hace unos años un procedimiento por el cual aquellos eventos que habitualmente se hacían en bares o en restaurantes tuvieran que limitarse a los locales que disponían de este tipo de licencia», explica Miguel Merino, concejal de Obras y Servicios, que también refleja que no existen licencias para salas de conciertos pendientes. Tampoco hay perspectivas de recibir a corto plazo. «La complejidad para ejercer una actividad de este tipo va encaminada a las propias instalaciones que los locales tienen que tener: salidas de emergencia, determinados aforos, una serie de servicios y medidas sanitarias…y desde luego un aislamiento acústico o que los daños a terceros sean lo que estipulan la reglamentación».

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Son las excepcionalidades las protagonistas a la hora de que un bar o restaurante quiera montar un pequeño concierto para los clientes de su negocio. «En una ventana disponible con la que tratamos de ser lo más coherentes posible. Si son actuaciones dentro del local se gestionan desde Urbanismo y si se llevan a cabo en las terrazas se hace a través de la concejalía de Obras y Servicios», expone Merino.

«La ciudad ofrece posibilidades; si los empresarios no optan por ello tendrán sus motivos», afirma Miguel Merino

Por otro lado, el edil refleja que la equiparación de horarios que llevó a cabo la Junta a raíz de la pandemia surte su efecto en la solicitud de estas licencias para habilitar salas de conciertos. «Se equipararon los locales de copas a los bares y restaurantes, homogeneizando una serie de horarios, incluso también diurnos. Entonces, probablemente ya no haya tanta diferencia en cuanto a diferentes tipos de licencias de actividad al horario, lo que les permite estar funcionando a otras horas más allá de lo que es las salas de fiesta», comenta Miguel Merino, que subraya que no se prevén medidas para aumentar este tipo de actividades ya que no se considera como una actividad que en este momento se considere restringida. «Hay ciudades en la que se han rehabilitado integralmente edificios enteros en el casco histórico para poder habilitar estas salas; aquí no se ha dado esto todavía porque desde el punto de vista empresarial no se habrá considerado de interés. También es cierto que hay en otras ciudades donde en las zonas periféricas, como polígonos industriales, se da un núcleo de actividades de este tipo, que tampoco existen en nuestra ciudad». Y concluye: «La ciudad ofrece posibilidades, si los empresarios no optan por ese tipo de negocio y de mercado pues habrá motivos empresariales que guíen esas decisiones».

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Una 'aldea gala' en La Lastrilla

Aunque no es en la capital es lo más cercano a ella. Un reducto musical que tiene su sitio en una fábrica de cerveza artesanal ubicada La Lastrilla. Octavo Arte cuenta con la licencia para ejercer como sala de conciertos. Fue una labor ardua su consecución, aunque anestesiada por la pandemia. «Ya teníamos la licencia de bar especial, pero tuvimos que hacer modificaciones tanto de insonorización como de tema baños y demás. La verdad es que fue un proceso lento, pero como nos pilló pandemia de por medio pues nos dio un poco igual. Además, dependemos del Ayuntamiento de La Lastrilla que se supone que es más rápido y benevolente que el de Segovia, podríamos decir», comenta Paloma Carnicero, propietaria del negocio.

Ser la única sala con licencia de Segovia y alrededores hace que su calendario goce de buena salud ya que si alguien quiere hacer un concierto «prácticamente tiene que venir aquí, sí o sí». Su agenda se programa con varios meses de antelación. «Nos llegan muchas solicitudes de grupos que quieren tocar, tanto de gente de Segovia como de fuera, así que nos vemos obligados a seleccionar».

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Desde Octavo Arte no verían con malos ojos la creación de un espacio que pudiese albergar aforos más grande y grupos de mayor caché. «Estaría fenomenal porque nosotros no podemos traer grupos grandes, nuestro aforo es el que es —188 personas— y no nos podemos permitir albergar actuaciones con un caché muy alto», aclara Paloma Carnicero.

El Cerro cuenta con la única sala de ensayo y estudio de grabación

La Rampa, locales de ensayo y estudio de grabación' es el título que 'desentona' entre industrias del polígono del Cerro. Un estudio de grabación para músicos y bandas que surgió a partir de una necesidad. «Me quedé sin mi local de ensayo y al buscar local para mí me di cuenta de lo dificilísimo que era encontrar un local con esas características en Segovia», explica Germán Herranz, propietario de 'La Rampa' y cantante de la banda El Búho, músico ya veterano en la escena local. Germán acabó dando con una nave en El Cerro que se adecuaba a sus necesidades. Un previo estudio económico, arquitectónico y acústico demostró que el proyecto era factible, así que finalmente decidió lanzarse. Para empezar a funcionar, hubo que superar la pandemia y las trabas para obtener la correspondiente licencia específica para el uso de locales de ensayo y estudios de grabación. Al ser el primer negocio de este tipo en la ciudad, existía un vacío legal en la normativa municipal que tenía que ser subsanado. «La concejalía de Urbanismo no tenía tipificado nada como eso y no sabía exactamente como tratarlo. Tuvimos ahí mucho periplo de documentación, adaptación y negociación. Nadie tiene ni ha tenido ese tipo de licencia; ni siquiera la Casa Joven la posee», explica el cabecilla de La Banda del Búho.

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