Luces navideñas como terapia

Era casi imposible borrar de sus rostros las sonrisas con las que llegaron a la Plaza Mayor. En varias furgonetas, y acompañadas por personal del propio centro, dieciocho residentes de Los Juncos se presentaron en el mercadillo navideño dispuestos a pasar una tarde muy especial. Por delante, dos horas de paseo por el centro de Segovia para observar la iluminación navideña. El plan, muy apetecible, debía esperar a los saludos. Los besos y abrazos con los nueve universitarios de la UVA que colaboran con ellos eran la prioridad.

En los primeros momentos se echó en falta a los que ya no están. Como Pili y Paco, dos residentes del centro que fallecieron meses atrás y que adoraban la salida navideña a ver las luces. La primera parada fue el mercadillo. Vieron los puestos y las luces que los adornaban, así como la nieve que caía del quiosco central de la Plaza Mayor y que, para su desilusión, llegaba ya derretida a sus manos.

Pero rápidamente la ilusión volvía a sus rostros. El tiempo que tardaron en observar junto a la Catedral la gran caja de regalo formada por cientos de luces. Entraron en su interior y no pudieron evitar mirar a lo alto. Cuando salieron de la caja no tenían dudas. «Es lo que más nos gusta», decía una de las residentes a una voluntaria. La decoración de la fachada del ayuntamiento también dejó boquiabierto a más de uno. Hasta el punto de que muchos olvidaron que en la Plaza Mayor, este año, no había belén.

Vista la iluminación en la Plaza Mayor, residentes y voluntarios enfilaron una abarrotada Calle Real engalanada con arcos y luces navideñas. El destino era la plaza de Artillería, donde el árbol navideño situado junto al Acueducto volvió a llenar de alegría a los residentes de Los Juncos. Tras dos horas de paseo, había que volver a la furgoneta. El cansancio de una intensa tarde podía poco a poco a la ilusión.

María Merino, profesora de Comunicación en el Grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad de Valladolid, es la persona que ha impulsado esta iniciativa. Surgió en 2017, cuando universitarios del campus segoviano empezaron a visitar los domingos a los residentes del centro Los Juncos. «Estas personas durante la semana tienen muchas actividades, pero los fines de semana están solos en muchos casos», explica. Para solucionarlo, los voluntarios acuden a pasar el rato con ellos. «Les encanta jugar, cantar, pintar... En definitiva es acompañarles un rato. Para su activación y estimulación es muy interesante que estén acompañados por gente joven». añade.

Una de esas tardes en el centro de La Lastrilla, uno de los residentes comentó la ilusión que le hacía poder ver las luces de Navidad. «De otra manera no podrían disfrutar de la iluminación», comenta. Para Merino, esta actividad aporta muchas cosas, tanto a los residentes como a los propios voluntarios. A los primeros, «alegría, sentirse queridos, nuevos amigos, alguien que se preocupa de ellos». A los segundos les enseña a relativizar sus problemas. «Están con gente que siempre están sonriendo, haciendo bromas, con muchas muestras de cariño», declara.

Paula Castaño, estudiante catalana de la UVA, es una de las voluntarias que desde hace dos meses acude cada domingo a Los Juncos. «El domingo que no puedo ir estoy triste», afirma. «Me lo paso bien y me aporta mucho. Enseguida aprecian el hecho de que sonrías o que simplemente estés junto a ellos», concluye.