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Lourdes Rodao Lázaro, de 55 años, participa en un proyecto con el Ministerio del Interior para explicar la historia del terrorismo a los estudiantes de cuarto de la ESO. Cuando ella entra en clase, los alumnos conocen su historia, que su marido, el brigada ... Luis Conde de la Cruz, fue asesinado por un artefacto de ETA en Santoña el 22 de septiembre de 2008. Luego llegan las preguntas. «A veces, algún alumno se levanta y me da un abrazo. Y nos ponemos a llorar los dos», explicó ayer en la Casa de la Lectura, donde mantuvo un diálogo con la dramaturga Aizpea Goenaga sobre cómo superar las cicatrices que deja un atentado.
–¿Por qué es importante un acto así?
–Forma parte del proyecto '365 Mujeres' y buscaban a una segoviana. Estoy en la escuela de teatro y hago lectura dramatizada. El texto son tres versiones del terrorismo y me cogieron a mí para que diera otra. Cuando me lo comentaron, me pareció bien. Formo parte del voluntariado del Samur y siempre estoy haciendo cosas. También deporte, hago medias maratones.
–¿Ser víctima del terrorismo se convierte en una responsabilidad?
–Más que responsabilidad, ha sido un estigma. Todo el mundo me decía lo que tenía que hacer, pero nadie me decía cómo lo tenía que hacer realmente. Era técnico de laboratorio en el Hospital General y podía haber seguido trabajando, pero me vi tan mal que no podía. Yo tenía el sueño infantil de ayudar a la gente sin cobrar por ello. Y me di cuenta de que ayudando a la gente me ayudaba a mí misma.
–¿Fue algo terapéutico?
–La verdad es que sí. Yo me he movido mucho con la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Ahora estoy más desvinculada, ya estoy viviendo mi vida. Fui a hacer el camino del Rocío con un grupo de gente y nadie sabía que era víctima del terrorismo. Lo fundamental es no quedarte metida en casa. Obviamente, llorar, lloras. Tienes momentos muy malos. A mí me pilló con 43 años y mi hijo, que tenía 23, estaba haciendo el segundo año de sargento y yo estudiaba con él. Te rompe tu vida totalmente y tienes que salir por donde puedes. Nadie te enseña, es un aprendizaje. Yo admiro a las personas con las que me puedo tomar un café sin hablar de terrorismo.
–¿Echa de menos el anonimato?
–Sí, porque además en Segovia te señalan. Yo iba a bailes de salón con mi marido y cuando volví me señalaron porque llevaba un vestido rojo. El primer día que me puse una falda, a mí me señalaron. Cuando yo he ido con un chico... Además, vivo en el barrio de San Lorenzo, que es de los más cotillas. Me he sentido perseguida por la gente. Yo no he ido a misa y no me he vestido de negro. Yo le dije a mi madre: «Si me meto en casa, me voy a misa o me pongo de negro, vigílame, que algo va mal».
–¿Qué es lo más complicado del proceso de luto?
–Todavía tengo momentos malos. El primer año es malísimo porque no sabes ni de qué va el tema. No ves cómo vas a salir adelante y te tienes que buscar un especialista. Tienes que hacerlo tú porque aquí no te quiere tratar nadie porque no saben de tu tema. Mira, aquí están mis compañeros de lectura dramatizada, te tienes que buscar otro entorno. Mi vida antes era mi marido y mi hijo. Tienes que continuar por otro sitio. El llevar escrito 'soy víctima de' es muy difícil.
–¿Cómo vivió la bronca política en el Congreso con ETA y las víctimas del terrorismo como telón de fondo?
–Ante determinados temas, me evado. Cuando una persona habla de víctimas de terrorismo y no sabe, dice verdaderas burradas. No quiero saber nada, la política me la suda. No soy ni de un partido ni de otro. Simplemente, cuando dicen algo de terrorismo, abro la oreja y opino. No pongo el telediario, cuando hay un atentado lo paso fatal. Se te retrotrae todo otra vez. Mi hijo ha estado en Líbano seis meses y un compañero suyo ha muerto, de forma natural, pero se me ha puesto de corbata. Es un tema complicado porque Segovia es muy pequeña, un sitio muy cerrado.
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