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Integrantes del Rac Lobos. Óscar Costa
Los Lobos afrontan con ilusión su nueva categoría
Rugby

Los Lobos afrontan con ilusión su nueva categoría

Los segovianos, que aspiran a la permanencia en la Segunda A madrileña, analizan cómo impulsar la base de su deporte

Viernes, 20 de octubre 2023, 14:34

La ilusión puede más que el miedo en el Rac Lobos, que afronta su debut en la Segunda A madrileña tras un ascenso holgado el curso pasado. Un grupo que ha acelerado el cambio generacional, ha sumado cuatro incorporaciones de IE University y aspira a lograr la permanencia sin pasar por la visita al dentista de jugar la fase final entre los cuatro últimos de su liga y los cuatro mejores de la categoría que dejaron el curso pasado. «Vamos a pasar apuros porque es un salto bastante importante, pero espero que lo logremos», resume su presidente, Alfonso Sanz.

La Segunda A tiene 12 equipos que juegan una primera vuelta a partido único: 11 encuentros. Los cuatro últimos juegan la fase de permanencia y los ocho restantes juegan una segunda vuelta 'normal'. Este es el objetivo de los segovianos, consolidarse en una categoría dispar porque los equipos punteros son filiales de clubes madrileños como Alcobendas o Cisneros. «Son gente que lleva muchos años jugando al rugby y tiene un sistema muy implantado. Y están mejor preparados físicamente. Pero es un reto muy bonito».

Los Lobos han perdido sus dos primeros partidos: 10-27 ante Filo, el ganador de la Segunda B el curso pasado, y 29-17 ante el Alcobendas B. Pero Sanz saca una lectura positiva. «Se jugó bien. Para ser el toque de piedra con la categoría, no han sido derrotas muy abultadas». Al ser filiales, el calendario lo condiciona todo; por ejemplo, Alcobendas venía de ganar 103-0 su primer partido porque contó con jugadores que el primer equipo no reclamó. «Para nosotros es perjudicial porque no tenemos la capacidad para hacer eso, pero tampoco nos importa. Nosotros vamos a hacer nuestra liga y Alcobendas con nosotros lo pasó mal. Podemos ganar a cualquiera y el que nos gane va a tener que sudar bastante».

El ascenso sirvió de despedida dorada para veteranos como Jolo, un pilar que lo ha sido todo para el Lobos, desde jugador a presidente. «Estamos en una transición generacional. Hemos perdido gente, pero hemos recuperado a jugadores que empezaron en nuestra cantera y estaban jugando en Madrid. El equipo está muy compensado». A eso se suman cuatro jugadores del IE University, que tiene equipo en Madrid y descendió el año pasado a Segunda B. Así que han preferido jugar con los segovianos en una categoría superior. «Además son chicos con nivel. Uno de ellos es internacional en sevens –rugby a siete– con Hong Kong. Saben de qué va el asunto, están aportando bastante y se han comprometido». Los otros tres son de Irlanda, Portugal y Chile.

La búsqueda de jugadores del Lobos parte de la cantera y sumar añadidos como estudiantes –queda por añadir a los de la UVa a la ecuación– con cierta experiencia. «Si están cuatro o cinco años con nosotros, ellos disfrutan del rugby y nosotros disfrutamos de ellos». El resultado es una plantilla amplia, con un número de jugadores que oscila entre los 30 y los 35 para un deporte en el que la convocatoria es de 23 jugadores, 15 de ellos titulares. A eso se une un centenar de fichas en las categorías inferiores, con equipos desde el sub-6 al sub-18.

Un momento del entrenamiento. Óscar Costa

Sanz descalificación de España del Mundial de rugby, que se está disputando estas semanas en Francia, ha sido una oportunidad perdida para sumar fieles al granero del rugby. «España podría estar perfectamente, hubiese sido un punto de partida para las canteras, no solo la nuestra, sino las de todo el panorama nacional». Porque la cúspide es la mejor propaganda para los niveles inferiores, por eso el presidente del Lobos apela a profesionalizar el deporte a través del impulso de las categorías inferiores. «El problema es que estamos intentando buscar jugadores fuera cuando no cuidamos lo de dentro». Es el dilema del rugby español, el balance entre los extranjeros con antecesores españoles y el producto de sus propios clubes. Apostar por esta última vía es apostar por proyectos como el del Lobos.

Otro obstáculo radica en lo que Sanz llama «desconocimiento de los padres» porque el rugby no sale en los grandes medios de comunicación. «Si quieres ver un partido, tienes que pagar Movistar +. Tenemos la suerte de que echan en La 7 algún partido del Burgos, el Quesos o El Salvador, pero en Teledeporte llevo mucho sin ver partidos». El problema es esa toma de contacto, porque luego, subraya, es un deporte «que engancha» por sus valores de respeto, desde el rival al árbitro, y su integración de físicos muy distintos para cada posición: desde el fornido que empuja melés al velocista que anota ensayos o al pateador habilidoso. «Y la cultura de sacrifico, del esfuerzo y del equipo». Y el tercer tiempo, la tradición en la que ambos equipos se toman una cerveza pase lo que pase en el partido.

Esa filosofía de respeto va más allá de la categoría. «Es un deporte físico, hay golpes, pero no vas a hacer daño al contrario. Y eso lo tienes inculcado». La normativa tiende a proteger más al jugador, tanto en el placaje como en esfuerzos extremos para el cuello como empujar una melé. Sanz recuerda sus inicios, unas melés que no tenían nada que ver con las actuales: los equipos partían desde más lejos antes de chocarse, un impacto más severo. «Ponías realmente en peligro el cuello de la gente. Ahora, no. Es gente muy fuerte que pesa más de cien kilos, pero estamos reduciendo al máximo las lesiones por contacto». El cliché de deporte de bestias jugado por caballeros sigue en alza en Segovia.

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