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El deshonillador segoviano Ángel Vilches, en pleno trabajo. Antonio Tanarro
De llevar un Ferrari a deshollinador
Segovia

De llevar un Ferrari a deshollinador

El emprendedor segoviano Ángel Vilches, muy demandado en el sector, entró por accidente en el mundo de las chimeneas después de la pandemia

Domingo, 15 de diciembre 2024, 21:23

Ángel Vilches, alias Mr Black, su nombre comercial entre chimeneas, ha vivido en París, Londres o Nueva York, pero defiende sus orígenes: «He salido, pero soy un tío muy de pueblo, me he criado en la Aldehuela». Desde esta localidad de Torrecaballeros, este segoviano trazó su reciclaje profesional en la pandemia: de instructor de conducción de Porsche a deshollinador. «Soy un tío raro que lleva toda la vida haciendo cosas. Me da igual dos que doscientos».

Después de aprender idiomas trabajando en restaurantes, enseñaba a conducir en circunstancias límite: desde poner las cadenas a qué hacer cuando un coche pierde la tracción. Un híbrido entre marketing y formación que incentivan las marcas. Fue el chófer en España del expresidente de Ferrari Luca Cordero di Montezemolo. Ese tipo raro fabricó drones cuando apenas empezaban, se recicló como piloto de aviación, así que se compró un pequeño avión en Marugán. «Voy a salir del confinamiento siendo instructor de vuelo. Me enamoré de la aeronáutica», recuerda.

Pero el éxodo de las grandes ciudades a los pueblos le complicó las cosas. Su Internet en Brieva se cayó ante tal demanda y no pudo estudiar 'on-line'. Así que un día deshollinó su chimenea y su vecino le vio en el tejado. «Cuando termine el confinamiento, me deshollinas la mía», le dijo.

«Más del 90% de los deshollinadores que hay en España son ilegales, hasta los que instalan a los futbolistas del Real Madrid»

Ángel Vilches

Deshollinador

Dio vueltas a la idea y pensó que aprender a volar no era la mejor idea para evitar contagios. «Dos personas en un espacio muy cerrado, me asusté. Voy a intentar ganar dinero de alguna otra manera». Empezó con desbroces: antes de Mr Black llegó Mr Green, otra idea rentable porque mucha gente no fue a los pueblos por las restricciones y cuando volvió se encontró la finca hasta arriba de cardos y zarzas.

Cuando se acabó el verano, hizo unos pasquines de publicidad sobre ofreciéndose como deshollinador y empezó a repartirlos por los pueblos de cara a la temporada de invierno. No sobran profesionales en este mundillo. «Como no tenía dinero, compré unos folios de colores en el chino, los metí en la impresora y los recorté con unas tijeritas delante de la chimenea. Al día siguiente, iba de pueblo en pueblo andando, en bicicleta o en moto». De llevar un Ferrari a buzonear.

«Soy un tío raro que lleva toda la vida haciendo cosas. Me da igual dos que doscientos».

Ángel Vilches

Deshollinador

La cosa funcionó y un amigo le animó a hacer una página web de deshollinador. «Echamos 150 euros a Google y de repente aquello fue una explosión. Se juntó el hambre con las ganas de comer», asegura. Como no tiene alergia a los viajes, se tituló como deshollinador británico, «la cuna del hollín», con un siglo de trayectoria. «La impresión es que estaban en parvulitos, se habían quedado estancados. Yo me fabrico mis propias cámaras y herramientas».

«En lugar de copiar lo que hacían los demás, creé mis propias soluciones». Como no sobraban profesionales en el sector, recibió la llamada de la Asociación de Deshollinadores de España, que le felicitó por su trayectoria, pero le advirtió: para ser deshollinador en España es necesario un certificado del Ministerio de Industria. «Si no, no se puede meter una escoba en una chimenea».

El manitas adquirió un pensamiento crítico. «Más del 90% de los deshollinadores que hay en España son ilegales, hasta los que instalan a los futbolistas del Real Madrid». Lo argumenta por la falta de una labor sancionadora. «Si la Guardia Civil no te multara, ¿pasarías la ITV de tu coche?». Él cumplió con el requisito y su lucha por la certificación le llevó a la junta directiva. «Están dejando entrar a deshollinadores ilegales; dan prioridad a tener muchos miembros a que estén certificados». Él tardó seis meses para un curso que le costó 3.000 euros.

Su empresa fue creciendo –ha ido sumando un empleado por año– y sirve a Valladolid, Toledo, Ávila, Segovia, Guadalajara y toda la Comunidad de Madrid. Su centro principal de acción es Majadahonda, Las Rozas o Pozuelo. Solo se encarga del mantenimiento, ha dejado de instalar. «Soy muy bueno y muy caro, soy técnico de marcas equivalente al Ferrari de las chimeneas. El cliente tiene la maravillosa costumbre de pedir diferentes presupuestos, pierdo muchísimo tiempo haciéndolos y sale un 2%». No tardó en llenar el vacío, pues ahora es perito judicial especialista en incendios y problemas en chimeneas.

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