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Con la pandemia en el retrovisor, el verano ha sido para la Asociación Protectora de Animales de Segovia una incómoda sucesión de llamadas de gente que quería deshacerse de sus animales, una media que no baja de las 15 por semana. La respuesta de ... su presidenta, María Jesús Serrano, no cambia. «Nosotros siempre hemos luchado por una tenencia responsable y no recogemos animales a particulares porque creemos que una persona es responsable de ellos durante toda su vida. Y si sus circunstancias cambian, es el responsable de encontrarle un nuevo hogar. Un chenil no debe ser el lugar de un animal que ha estado en una familia».
El aumento de estas llamadas es evidente. «Hay días que tenemos cinco o seis, es horrible, algo que lamentamos enormemente», subraya Serrano, que escucha al otro lado del teléfono las razones para deshacerse de perros o gatos. «Alergias que casualmente surgen años después de tener al animal. O motivos de enfermedad; uno te puedes creer, pero no todo el mundo tiene enfermedades incurables en las que el médico les ha recomendado no tener animales». Y familiares fallecidos. «Por desgracia, hay mucha tendencia a que el resto de familiares no quieran hacerse cargo, aunque si quieren los bienes materiales. Es más fácil quedarse con el dinero que con un ser vivo». Estos casos suponen un doble luto para el animal. «Tienen emociones y sentimientos, ellos también han sufrido una pérdida».
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Luis Javier González
La respuesta de la protectora es mediar para buscar un nuevo hogar antes de que sea tarde. «Al final quien no quiere a un animal no lo va a tener, pero toda una vida entre rejas no es la mejor opción para él». La tecnología ha servido de consuelo porque las redes sociales de una asociación superan en mucho el alcance –y la credibilidad– de un particular. Publican la información de la mascota, sus fotos, su carácter y sus datos de contacto. Hay una primera difusión inmediata para ganar tiempo y en los casos más complicados –especialmente los perros de más edad– repiten las publicaciones periódicamente. «No tenemos ningún problema, lo que importa es el animal. Y cuando sabemos que ha encontrado un hogar nos alegramos muchísimos. No por la situación en sí porque esta es la base que hace que tengamos que existir las protectoras».
El dibujo que hace Serrano es de una cultura que ha vuelto a los usos previos al covid. «Hubo ese 'boom' que de tener animales porque se podía salir y la gente empezó a hacer vida de campo». Lamenta la «facilidad» a la hora de obtener un animal. «Todavía hay muchísima cría entre particulares, animales que no están esterilizados y camadas que regalo. Y la compraventa se basa en dinero». Ese panorama fomenta una conducta mercantilista basada en impulsos frente al proceso más lento de una adopción en una protectora –formularios, entrevistas o visitas– en los que da tiempo a meditar la decisión. «Somos pesados en insistir que es una responsabilidad y es para toda la vida. Si no lo piensas bien, luego te arrepientes». El grueso de los animales abandonados que recogen llegan del pastoreo y la caza.
Superada la pandemia, «hemos vuelto a los de antes», al conteo imparable de llamadas. «Ahora hacemos la vida que queremos y el animal está ahí. Tienes dos opciones; adaptar tu vida y tus vacaciones a él o decir que no puedes. Pero eso hay que pensarlo antes de tenerlo». Con todo, las llamadas son un mal menor porque muchos no dan oportunidad y directamente lo abandonan. «Un acto ilegal que pone en riesgo al animal y a las personas en la vía pública. Lo perseguiremos siempre, por nuestra parte no va a salir impune».
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