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El fantasma de la despoblación recorre la provincia y en ocasiones se materializa en casos como los de Lastras de Cuéllar y Valseca. Ambas localidades se ven este año abocadas a cerrar su escuela por falta de alumnos. «Se ha luchado lo que se ha podido, pero ha sido imposible sujetar el colegio», se lamenta el alcalde de Lastras de Cuéllar, Andrés García Sanz. En esta localidad de la Tierra de Pinares, el curso debía haber empezado ayer con tres alumnos. La Consejería de Educación estaba por la labor de mantener abierta la escuela, pero los padres de los alumnos han decidido que estudien en Fuentepelayo, cabeza del centro rural agrupado de la zona. «El derecho de elección de los padres prevalece, y la escuela que se queda sin alumnos se cierra. Educación les dio la opción de mantenerla abierta aunque solo hubiera tres alumnos», informa el director provincial de Educación, Diego del Pozo.
Algo parecido ha sucedido en Valseca. «Había cuatro alumnos; dos de ellos terminaron sus estudios y con solo dos escolares es inviable mantener el colegio. Ambos estudiarán en el CRA Los Llanos de Valverde del Majano», explica Del Pozo.
En Lastras de Cuéllar, donde viven 355 personas, no pierden la esperanza de ver de nuevo a los niños ir a la escuela en un futuro no muy lejano. «Aunque cerrado, el colegio va a estar ahí. El Ayuntamiento lo va a mantener, como es su obligación. No descartamos que vuelva a abrir, sobre todo si salen adelante algunos de los proyectos que tenemos para fijar población», dice el alcalde, que expresa su dolor y su preocupación ante la falta de oportunidades en el medio rural segoviano. «Cada vez vamos a menos. Se pierden servicios y lo sentimos muchísimo. Por nosotros no va a quedar, porque vamos a seguir luchando para que haya gente interesada en venirse a vivir al pueblo y asentarse aquí. Cierto es que las circunstancias no han sido favorables, que el problema de la falta de agua en Lastras ha disuadido a muchos de instalarse, pero, afortunadamente, el problema está en vías de solución, pues esperamos tener agua potable para octubre o noviembre», añade el regidor.
Idénticas sensaciones albergan en Valseca, municipio cercano a la capital en el que hay censados 230 vecinos. «Es entrar en un círculo vicioso que no me gusta, si bien no perdemos la esperanza de que el próximo curso haya más demanda y la escuela pueda reabrir. Para el pueblo de Valseca, el cierre del colegio es un auténtico mazazo. Se habla mucho del reto demográfico, pero se apuesta por reagrupar y, al final, el pueblo se va muriendo», dice el alcalde de Valseca, Alfonso Gil.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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