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Luis Martín entrevista al cantautor Emilio José, hacia 1973. El Norte
Ladreda 25, el espíritu de la Segovia de la Transición

Ladreda 25, el espíritu de la Segovia de la Transición

El día 26 de diciembre se cumplen cincuenta años de la apertura de la mítica y ya desaparecida discoteca, referente musical y cultural para toda una generación

Carlos Álvaro

Segovia

Domingo, 20 de diciembre 2020

Segovia vivió, apasionada, las profundas transformaciones sociales que se produjeron a raíz de la muerte de Franco. La última juventud del tardofranquismo tenía ganas de salir, de divertirse, de hacer lo que le viniera en gana, y fue el auténtico motor del cambio de modales, formas y hábitos. El cine erótico irrumpía en la pequeña ciudad con una fuerza inusitada, quizá como respuesta legítima a cuarenta años de represión, y los más comprometidos acudían a los conciertos de Nuevo Mester de Juglaría a gritar el «¡Segovia, entera, se siente comunera!». También florecían las artes plásticas y la prensa despertaba con la publicación de 'Diario de Castilla' y posteriormente de la revista 'Tierra'. Paralelamente, cobraban fuerza las discotecas y los discopubs frente a las restringidas verbenas municipales de la Terraza Jardín, que la primera corporación salida de las urnas (1979-1982) se encargó de democratizar. Ladreda 25 marcaba la pauta, lo mismo que el bar Poetas, en la calle Escuderos, donde actuaban los cantautores más contestatarios.

Precisamente, este 26 de diciembre se cumplen cincuenta años de la inauguración, en 1970, de Ladreda 25, la mítica discoteca situada –como el nombre indica– en el número 25 de la entonces llamada avenida de Fernández Ladreda. «Fue un revulsivo para la vida de la ciudad. Ladreda 25 consiguió que la gente saliera de casa las noches de los viernes y los sábados, e incluso los jueves, y sirvió para acercar la música a los jóvenes. Por las tardes albergaba las actividades típicas de discoteca, dirigidas a un público muy concreto, con un perfil muy determinado, y los fines de semana, que empezaban los jueves, había café-teatro, teatro independiente, diálogos y recitales. Por la sala pasaron los mejores cantautores de la época, Paco Ibáñez, Luis Eduardo Aute, Rosa León, Emilio José, Ismael... y grupos que en aquel momento se la estaban jugando sobre los escenarios, como Aguaviva», recuerda Luis Martín, en cuyas manos puso el propietario de la discoteca, Joaquín Vera Hermida, la gestión y las relaciones públicas de la sala. Los días en que actuaba el Nuevo Mester de Juglaría, cuyos comienzos como grupo corrieron en paralelo a los primeros años de Ladreda 25, las colas llegaban hasta la calle de Los Coches. «Eran los auténticos triunfadores. Daban recitales multitudinarios. En Ladreda 25 empezaron a percibir una cantidad por sus actuaciones», añade Martín.

La discoteca fue convirtiéndose así en una puerta abierta a la cultura y las nuevas corrientes y gustos, musicales y sociales. «Hicimos programas de todo tipo: culturales, informativos, divertidos... Había que sacar al público de casa, y el momento fue propicio porque el cambio generacional venía muy marcado. La gente buscaba movimiento y las cosas en boga. Esa fue la clave del éxito de los primeros años», explica el entonces gerente, auténtico alma de Ladreda 25, en palabras de Joaquín Vera López, hijo del propietario. «Luis fue quien impulsó el local, el protagonista. Me atrevería a decir que cuando él lo dejó en 1982, después de doce años, Ladreda 25 siguió por otro rumbo, se convirtió en una discoteca más», apunta Vera López.

'Bombines a bombón', 'Diálogos de medianoche' o 'Verde que te quiero verde' fueron algunos de los programas que la sala acogió durante los setenta, la etapa de esplendor del local. «Trajimos invitados muy interesantes. Recuerdo a José Luis López Vázquez, a Jesús Gil y Gil..., personajes que en los medios de comunicación no se atrevían a decir ciertas cosas pero que allí, en un ambiente de intimidad, sí 'largaban'. Aunque los cuestionarios estaban sujetos al visado de la censura, los entrevistados tenían libertad absoluta para decir lo que les diera la gana. Carlos Tena contó con un programa propio y Julio César Fernández, también. Julio César ya era una figura televisiva y arrastraba a su gente. Recuerdo a Paloma San Basilio, a Los Sabandeños... La nómina es infinita», rememora Luis Martín.

Con la censura hubo sus más y sus menos. La anécdota del obispo Palenzuela es una de las más señaladas: «Lo invitamos al programa de diálogos 'Bombín es a bombón...', que conducíamos Pepe Diviú y yo. Nos pareció procedente porque habían pasado Cándido el mesonero, Duque..., personajes de Segovia que tenían cosas que contar. Don Antonio no llevaba mucho tiempo al frente de la diócesis. Era un hombre de talante abierto y tolerante y aceptó. Corría el año 71, creo recordar. Pasamos el cuestionario por la censura y, cuando ya se iba a celebrar, llegó un apercibimiento de que no era posible porque se había recibido un aviso de bomba y no lo consideraban procedente. Quiero creer que fue la excusa que la Administración se sacó de la manga para que la entrevista no se produjera. Los agentes estuvieron en la discoteca buscando el artefacto, pero evidentemente nada encontraron».

La discoteca era un soplo de aire fresco en una Segovia demasiado rancia, y el choque, inevitable: «Había un control más o menos exhaustivo de los permisos que la Administración exigía. Como ocurría con la prensa, era obligatorio presentar los textos de las diferentes actuaciones, las letras de las canciones, los libretos de las obras de teatro que se iban a representar. Estábamos sujetos a esa disciplina propia de los años setenta y todo aquello chocaba claramente con las ansias de libertad». Tampoco es que Ladreda 25 siguiera una línea definida, un objetivo claro. «La línea la fue marcando el tiempo, aunque no puedo ocultar que mi tendencia no era precisamente conservadora. Ofrecíamos lo que la gente pedía. Fue una etapa muy bonita de mi vida, un reto que asumí con ilusión», añade Martín.

En el año 1978, un incendio originado en las obras de ampliación y reforma supuso un golpe durísimo para la trayectoria del local. Hubo un fallecido y heridos graves y la empresa tuvo que hacer frente a onerosas indemnizaciones: «Ladreda reanudó la actividad y volvió a funcionar, pero aquello... Yo lo dejé en el 82, agradecido por la libertad absoluta que la familia Vera puso en mis manos. Creo que aquel proyecto fue necesario para la propia ciudad».

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