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Vagan por la calle o por la carretera, pueden llevar días a la intemperie hasta que algún ciudadano se percate, o haga por percatarse, de que ese perro o gato no está dando un paseo con su dueño o vigilando algún rebaño; está perdido, abandonado a su suerte, una suerte que dependerá, desafortunadamente, de si se cruza un coche en su camino o, afortunadamente, de si se cruza un buen samaritano que opte por avisar a las autoridades o a alguna protectora local. El abandono es una lacra poco visibilizada; más teniendo en cuenta que España es líder en Europa en este apartado —se contabiliza que se abandonan alrededor de 700 animales al día en España—.
La Asociación Protectora de Animales de Segovia, que actúa en la capital, lleva recogidos este año 54 animales (31 perros y 23 gatos) —el pasado curso se recogieron un total de 118—. La mayoría de ellos galgos y podencos, perros procedentes de la caza considerados «inservibles» para la actividad y que son abandonados en cunetas o en la vía pública en un estado lamentable: caquéxicos, con patas rotas o con el chip arrancado de cuajo. «En la mayoría de los casos usamos jaulas porque tienen tantísimo miedo al humano que no se fían, lo que posteriormente requiere un trabajo de recuperar confianza y que vuelvan a disfrutar», explica María Jesús Serrano, presidenta de la asociación. Son animales instruidos con un fin y que ahora se tachan de «inútiles».
Beatriz Touriñán, responsable de la Protectora Animalejos — con 89 perros y 36 gatos en sus instalaciones—, explica que este año el abandono se está notando una «barbaridad», e identifica que gran parte de los animales que llegan a su centro son los denominados «perros de la pandemia». Animales que fueron adquiridos durante el confinamiento para hacer compañía en hogares que disfrutaban de tiempo libre en exceso, tiempo que se ha ido reduciendo con el respiro progresivo que ha ido ofreciendo la pandemia. «Son perritos jóvenes de año y medio o dos años. El año pasado, como estaba más difícil salir de vacaciones, la gente aguantó; en cambio, este año ha sido brutal, estamos alucinados», lamenta. En estos últimos años Animalejos ha detectado un mayor número de canes procedente de hogares. «Perros que no han sido debidamente cuidados y con muchos problemas de comportamiento», afirma.
Durante el confinamiento, la Asociación Protectora de Animales de Segovia decidió bloquear las adopciones «para evitar aquellas que eran impulsivas por estar en casa; eran momentos en los que teníamos todo el tiempo del mundo para ellos, pero vimos que las adopciones eran irresponsables para una situación normal con trabajo, vacaciones, familia, amigos…era difícil que un animal pudiese formar parte de eso sin que sea un 'estorbo' a la larga», esgrime María Jesús, y apunta que lo «triste» de la situación es que las cifras de abandono se siguen manteniendo en números previos a la pandemia. Todo el tiempo de confinamiento «no ha servido para recapacitar». Las cifras que arroja su asociación parecen apuntar a que la tendencia es que este año se repitan los datos del pasado. «Pareció haber una cierta mejoría a principios de año, pero se contrarresta con el acelerón vivido en los últimos meses», declara.
«En verano lo que más llama la atención es el abandono de gatos, ahí notamos un aumento ya que las camadas nacen en estas épocas», explica María Jesús. Muchos de los cuales llegan en malas condiciones y con problemas de salud. Animalejos ha dado cobijo en la actualidad a diez crías de gato. «Todos ellos padecen herpesvirus, una enfermedad en los ojos que hace que los pierdan. Muchos se quedan ciegos y la gente no suele querer animales que tengan problemas así», cuenta Beatriz, cuya asociación llevó ayer a cabo una ponencia en El Espinar a raíz de la importancia de la protección animal en las colonias felinas y su gestión.
«Las protectoras tenemos ciertos requisitos para las adopciones. Se pretende que la facilidad con la que se obtiene perros y gatos a través de nosotros no esté a la altura de la facilidad para posteriormente poder desprenderse de ellos; por esto los requisitos en la elección de los dueños», declara María Jesús. En su protectora es necesario rellenar un formulario impersonal previo de cara a conocer el entorno en el que el animal viviría. «Pretendemos que todo el mundo pase por el mismo baremo antes de hacer un prejuicio», comenta.
Unas adopciones que en verano pisan el freno; las vacaciones y el tiempo libre echan atrás a los adoptantes. Ahora, con el fin del periodo estival la gente parece que volverá a llamar para solicitar su mascota. Muchos de los que acuden son reincidentes: personas que ya habían adoptado previamente porque «cambian su percepción y ven que el vínculo y el agradecimiento que reciben por parte del animal es infinito». Desgraciadamente, septiembre también es un mes donde se disparan las recogidas de animales vagando por las carreteras y calles. «Es el momento en el que empieza la caza y se prueban los perros, no les ponen chip y si no valen para ello pues no les sirven. Suelen ser perritos de un añito…», cuenta Beatriz, de Animalejos.
La obligatoriedad del chip, además de ser útil para dar con perros perdidos, lo es para la identificación de aquellos dueños que descaradamente abandonan a sus animales. «Hemos visto un aumento de perros identificados, si no acude el dueño a recoger al animal se procede con la denuncia», explica María Jesús, cuya protectora encontró el pasado año 22 animales que portaban microchip identificativo de los cuales 15 fueron devueltos y siete no, a cuyos dueños se interpuso la denuncia. Lo que se espera y se ve como una «necesidad» es que dicho chip sea también obligatorio por ley en los gatos.
La Asociación Protectora de Animales de Segovia cuenta con un convenio de colaboración con el Ayuntamiento de Segovia que incluye una subvención y la permite tener dos trabajadores en el día a día que se ocupan de los animales y las instalaciones. El resto son voluntarios, gente que emplea su tiempo libre en aras de mejorar el bienestar de estos animales. «Hacemos un llamamiento para que la gente se involucre. Esto es altruista», explica María Jesús, que también reclama la colaboración y participación de otras administraciones: «Nos gustaría, por ejemplo, que la Diputación tuviese un convenio con alguna protectora de la provincia también».
Es el caso de Animalejos, que carece de ayudas institucionales. «En los diez años que llevamos activos nos hemos acostumbrado», espeta Beatriz. «Todo va por privado: donaciones, socios, padrinos… Hemos tenido bastantes bajas por el tema económico y lo comprendemos». Sin embargo, esperan que con la nueva ley de protección animal las tornas cambien y comiencen a fluir parte de las partidas presupuestarias a financiar su labor. Una labor arropada en la actualidad por unos voluntarios que «son pocos, pero la leche».
Que el cuidado de animales es una labor que va de corazón y no de dinero lo demuestra, no solo el tiempo invertido en ayudar y mejorar la calidad de vida de los animales a cambio de cero euros, sino también gestos o proyectos que dejan huella. María Jesús, por ejemplo, acoge en su casa a la perrita que fue arrojada desde un cuarto piso a principios de agosto y de la que cuenta que «tiene una pata sin sensibilidad, que igual hay que amputar, y una fractura en la boca». Animalejos, por su parte, tiene en la actualidad dos perros rescatados de los incendios de Ávila. Otra demostración de solidaridad son los proyectos que se llevan a cabo con la comunidad. Animalejos colabora en la actualidad con una asociación de mujeres maltratadas. «Cuando a las mujeres maltratadas las sacan de sus casas y las llevan a hogares de acogida no se les permite el acceso con sus perros; entonces había muchísimos abandonos o los animales permanecían con el maltratador, que en ocasiones ejerce violencia vicaria», cuenta Beatriz. Ahora Animalejos se ofrece a cuidar del perro hasta que la mujer en cuestión lo pueda volver a recuperar. La protectora firmó un convenio con la prisión de Perogordo desde hace tres años por el cual acuden reclusos a realizar trabajo social con vistas a su reinserción.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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