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Ni a cuentagotas, pero tampoco en cascada. La llegada de visitantes a la provincia de Segovia está siendo progresiva y escalonada, en particular en aquellos enclaves de segundas residencias de los veraneantes que escogen la tranquilidad y la belleza de los parajes naturales en ... plena sierra de Guadarrama. La temporada alta en un estío atípico por el coronavirus se ha anticipado unos días, coincidiendo con el primer fin de semana completo sin las sujeciones de movilidad entre comunidades impuestas por el estado de alarma.
Destinos como El Espinar o el Real Sitio de San Ildefonso notan ya en sus calles, bares, restaurantes y comercios que la época estival se ha apresurado y poco a poco se va instalando en la cotidianidad de los municipios, todavía con restricciones en sectores como el hostelero, el cultural o el del ocio, donde los aforos no son completos. Y además sin fiestas patronales, que eran también el reclamo para el retorno al pueblo de miles de familias.
El alcalde de El Espinar, Javier Figueredo, comenta que la llegada de visitantes durante este fin de semana «no ha sido la riada que algunos preveían, si bien se ve cada vez más gente». Cree que «quizás se le ha dado demasiado bombo» al desembarco turístico masivo que se barruntaba de madrileños hacia sus segundas residencias en Segovia. Figueredo, que no niega la mayor del flujo creciente de los 'nuevos' vecinos estivales, hace hincapié en precisar que «no está siendo de golpe». Ahí están para demostrarlo las primeras retenciones en la carretera nacional N-VI, en la travesía de San Rafael, en sentido La Coruña. Estos atascos, sin ser los propios de las operaciones de salida de vacaciones, son sintomáticos de que la comunidad vecina se mueve.
«Se ha adelantado julio a finales de junio», afirma el regidor espinariego. O sea, que este verano marcado por las medidas de protección frente al coronavirus, los vecinos madrileños han anticipado unos días la partida hacia sus lugares de asueto estival, como son los diferentes núcleos de población de El Espinar.
Figueredo hace números. En este municipio, que suele alternarse con Cuéllar como el segundo más poblado de la provincia tras la capital, hay más de 9.000 personas censadas. «Nosotros tenemos un recuento a partir del consumo de agua o de los kilos de basura que se recogen que nos da una idea de la gente que vive en cada época del año», explica. Así, «a lo largo de todo el año residen unos 2.500 vecinos fijos y que no son segundas residencias».
Además, el Ayuntamiento de El Espinar tiene censadas en torno a 9.400 viviendas en el conjunto del municipio, añade Figueredo. Cuando se empiezan a ocupar, ya sea en verano o en puentes festivos o fines de semana, la localidad aumenta esa población, que «se duplica o se triplica». Con esta premisas sobre la mesa, el regidor concluye que durante este pasado fin de semana, el primero entero sin estado de alarma, el flujo de visitantes, fundamental y mayoritariamente madrileños, ha equiparado la recta final de junio a una primera quincena de un julio normal en veranos anteriores, por lo que esa población flotante que paulatinamente se va instalando para pasar sus vacaciones ha elevado ya la cifra de residentes hasta rondar los 15.000.
De seguir la progresión que dicta la experiencia estival en El Espinar, en la segunda quincena de julio la localidad podrá llegar a los 20.000 vecinos; mientras que «el pico, que suele producirse durante la primera quincena de agosto», puede disparar la población en esta zona de la provincia hasta los 25.000 ò 27.000 residentes, expone el alcalde. De momento, para los meses de julio y agosto «está todo alquilado», avanza el alcalde espinariego.
Figueredo insiste y reitera el llamamiento a todas las personas que elijan pasar su verano en El Espinar a que cumplan las normas de protección y seguridad para no tener que retroceder en la lucha contra la pandemia. «Si somos capaces de mantener las precauciones, creo que se puede sacar una oportunidad dentro de la crisis», apostilla.
En el Real Sitio de san Ildefonso, otro destino tradicional en las vacaciones de los madrileños, ya sea de visitantes de ida y vuelta o de segundos residentes que van a pasar la temporada veraniega en este lugar, también se nota la presencia de turistas. Así lo afirma el alcalde, Samuel Alonso, quien comenta que por el momento se ve de todo «mezclado», desde excursionistas de un día hasta el clásico veraneante de toda la vida y que «se va a quedar una temporada larga». Las perspectivas son buenas, pero con cautela.
El regidor granjeño también apela a la «responsabilidad individual y al sentido común» para que los vecinos se atengan a las normas de distanciamiento social y protección. «El exceso de confianza nos puede hacer caer en rebrotes y confinamientos».
«Por lo que se empieza a observar y según me han comentado las inmobiliarias, hay una gran demanda de alquileres de viviendas», pone de manifiesto Samuel Alonso, lo que le lleva a vislumbrar uno de los efectos que va a traer consigo la pandemia a la hora de planificar las vacaciones: «Hay gente que antes pasaba solo unos días y quizás ahora prefieren pasar unas semanas o incluso toda la temporada de verano». A partir de aquí, intuye que este año «habrá menos turismo de ida y vuelta y más turismo estable en el tiempo».
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