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Juan García, descubridor de Castiltierra

Juan García, descubridor de Castiltierra

El artista nacido en Sanchonuño dio a conocer a las autoridades de la República la importancia de la necrópolis visigoda y siguió colaborando tras la Guerra Civil

José ramón Criado

Segovia

Lunes, 11 de febrero 2019, 11:43

La toponimia ya daba cuenta de la existencia de un campo de cuerpos en aquel lugar. Junto a la ermita del Santo Cristo del Corporario, en el pueblo de Castiltierra, se constató la existencia de una necrópolis visigoda al realizar un desmonte para construir una carretera. Eran los años veinte del siglo pasado.

Desde el primer momento, chamarileros y gente del pueblo expoliaron y dispersaron piezas de los ajuares que afloraban. Un curioso personaje aparece entonces: Juan García Sánchez (Sanchonuño 1889-1958), artista-pintor y después anticuario, aficionado a la arqueología y las antigüedades. Acudió a Castiltierra en el verano de 1930 y se interesó por los objetos expoliados que los vecinos del pueblo tenían en su poder. Los adquirió para cederlos después, según les dijo, a un museo de Madrid. El Museo Arqueológico Nacional (MAN) compró así, entre 1930 y 1932, piezas procedentes de las intervenciones clandestinas que el pintor de Sanchonuño había adquirido en el pueblo. Así dio a conocer a las autoridades culturales de la República la importancia de la necrópolis. El director del MAN dedujo la conveniencia de efectuar excavaciones oficiales y comisionó a García para seguir recabando objetos entre los vecinos.

Excavar las sepulturas en Cerro Moro fue una actividad que se convirtió en habitual para ganarse algún dinero, pues las compras de García para Madrid habían incentivado ese fenómeno. Los lugareños siguieron buscando cuadros, que así llamaban a las hebillas de cinturón, otros objetos de los ajuares y un presunto gran tesoro en la necrópolis. La Diputación y la Comisión Provincial de Monumentos, quedarían relegadas en la recepción de piezas, que sí les llegó a prometer el de Sanchonuño.

La Junta de Excavaciones dio luz verde a algunas de las peticiones que del pintor: excavar en Sanchonuño, lugar de su residencia, y en el paraje denominado Las Suertes, entre Bernardos y Migueláñez. En estas solicitudes se ajustó a la legalidad vigente, solicitando permiso a los dueños de los terrenos y enviando las pertinentes memorias. Constan dos escritos de García dando cuenta del resultado de su trabajo: en su pueblo no había descubierto nada digno de mención. El Sanchonuño arqueológico no era una quimera de Juan García, pero no tuvo suerte en los sitios elegidos para sus catas.

Ajuar típico de una sepultura de Castiltierra. MAN

La valoración que de Juan García han hecho recientemente los arqueólogos del MAN, que han puesto orden en los materiales de Castiltierra, es contradictoria. Se le valora una parte positiva en relación a los hallazgos de Castiltierra y su esfuerzo por salvar las piezas excavadas por los labradores y lograr su compra, así como su decisión de implicar al MAN en la necrópolis. Negativa, en cambio, es su actitud mercantilista posterior. Manifestó sus quejas por las bajas tasaciones unilaterales y precio pagado por las piezas vendidas al Arqueológico de Madrid.

Es en la reclamación, por el mal trato recibido por los organismos oficiales, donde Juan García se arroga el mérito del descubrimiento de la necrópolis de Castiltierra, en la que había invertido su dinero para adquirir las piezas que vendía al MAN y por lo que había recibido una exigua cantidad (2.900 pesetas por 42 cartones con fíbulas, collares y hebillas de cinturón). Por esto, buscó otros compradores y museos, como el Lázaro Galdiano, y anticuarios expertos, donde conseguiría mejores precios. Martín Almagro, director del Arqueológico de Barcelona, le adquirió en 1941 un importante lote de piezas de Castiltierra. El museo catalán no quería quedarse sin materiales de este periodo histórico. Si bien, Almagro sabe que el segoviano había compuesto las piezas según su gusto y criterio, mezclando elementos y cuentas de collar procedentes de distintos yacimientos (Siguero, Duratón o Castiltierra), persiguiendo más una querencia por lo estético que por el rigor histórico.

A finales de septiembre de 1932 se iniciaron las campañas arqueológicas oficiales, dirigidas por Navascués y Camps, complementados por Juan García y Luis Pérez Fortea, restaurador del MAN. Álvarez-Ossorio, director del museo, fue hábil al darle a García funciones dentro del equipo responsable, porque vio que sus conocimientos sobre el terreno serían útiles. Así, medió en las reticencias de Fresno de Cantespino, del que Castiltierra ya era pedanía. Excavaron en las inmediaciones de la ermita, en la zona que había solicitado García, y se contrataron 20 obreros en tres turnos. Se descubrieron 78 individuos de los que dos tercios dieron ajuar.

La prensa de la provincia volvió a hacerse eco de Castiltierra, elogiando la labor de Juan García como auxiliar en la excavación.

Las excavaciones en Cerro Moro se reanudaron al año siguiente y se aumentó el número de obreros. Los resultados en la tercera campaña, la de 1935, siguieron siendo muy positivos, pero los trabajos se detuvieron cuando llegaron a la zona más prometedora y antigua, con sepulturas interesantísimas con espadas y ajuares sin parangón en los cementerios hispanos de la época. Se las prometían muy felices para la siguiente campaña que ya tenían autorizada, pero el conflicto bélico desatado en 1936 truncó esos planes.

Los nazis y el yacimiento

Acabada la guerra, el nuevo jefe de excavaciones del régimen franquista, Julio Martínez Santa-Olalla, puso sus ojos en Castiltierra. Burgalés, falangista y germanófilo, vio en lo visigodo el nexo cultural que relacionaba lo hispánico con lo ario y en la necrópolis segoviana tenía los materiales que lo fundamentaran.

No prescindió de Juan García. Aunque desconozcamos su grado de implicación, se le sigue citando en relación a las excavaciones del falangista. El yacimiento alcanza su cenit durante la visita del mandatario nazi Heinrich Himmler a España en octubre de 1940. Santa-Olalla hablaba alemán y sería el intérprete del jefe de las SS en sus visitas a Toledo, El Escorial y a Montserrat.

En el programa figuraba una visita a Castiltierra el 22 de octubre de 1940, saliendo a las 10.30 de Segovia. Días antes de la llegada prevista de Himmler, Santa-Olalla envió a su segundo, el arqueólogo Barradas, a contratar trabajadores para abrir tumbas en una excavación de urgencia. Se buscaron en la comarca de Fresno de Cantespino obreros rubios y altos para que Himmler viera la vinculación germánica. El alemán, sin embargo, nunca pisó Castiltierra; la visita se canceló por frío, lluvias y retrasos en el programa. En agosto de 1941 arqueólogos alemanes participaron en las excavaciones dirigidas por Santa-Olalla e informaron a Himmler. Exhumaron 400 sepulturas, según el Museo Arqueológico Nacional, y se llevaron materiales aún pendientes de ser devueltos.

A nivel local, Juan García dejó una no reconocida huella importante en el mundo del arte y la artesanía. Con sus hijos, abordó la pintura de muchas iglesias de la provincia, dejando en algunos templos obras de pincel, como en el presbiterio del santuario de El Henar, con dos cuadros, obra del año 1945. En el arte del hierro forjado, fundó un taller , fue además juguetero y aficionado a las piezas históricas, legando a su familia un negocio de antigüedades y el citado taller de forja artística.

En contacto continuo, por su trabajo de pintor, con los párrocos de los pueblos, presuntamente negociaba con ellos el pago de parte de su trabajo en especie, por algún elemento artístico dañado y por trueques por retablos de marquetería que realizaban en una carpintería de Sanchonuño y que suplían a alguno antiguo. Propuestas que hay que entender en el contexto de la época.

En octubre de 1958, Carmen Polo, recaló en auto en Sanchonuño. La visita de la mujer de Franco se ha conservado en la memoria colectiva de los que la vivieron. La prensa nacional hizo una reseña del evento. Aunque el viaje era de riguroso incógnito, el vecindario la dispensó un cariñoso recibimiento.

Doña Carmen entró en casa de Juan García. Ese era el destino de su viaje. ¿Qué interesante obra de arte reservaba el anticuario de Sanchonuño para despertar el interés de tan distinguida y mal pagadora dama? Si lo averiguo, prometo contárselo.

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