Hace casi cincuenta años que el sacerdote José María del Barrio llegó a Zimbabue, después de haber estado preparándose al menos cinco años en el Seminario de Misiones de Burgos, siguiendo el ejemplo de su hermano, ahora retirado en la Diócesis de Segovia. En ... 1975 fue destinado a la misión Kariyangwe, entre la tribu Tonga, la más pobre del país africano, donde pasó la mayor parte de su vida haciendo «de todo». Desde conseguir comida durante las duras épocas de sequía y hambre hasta labores de educación en la escuela primaria, o visitas al hospital de la misión; pero también predicar el evangelio, enseñar catequesis o formar a nuevos líderes de las comunidades autóctonas.
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Además de la labor religiosa, para Del Barrio las misiones funcionan como un «motor de cambio, de mejora, tanto en el campo de la salud, como en el de la educación. La misión donde he vivido muchos años no tenía escuela ni dispensario o clínica, pero la misión puso las dos cosas. Al principio, era muy difícil que las niñas fueran a la escuela pues la mentalidad iba por otro lado, pero poco a poco todo eso ha ido cambiando y ahora seguramente hay más o menos el mismo número de chicas que de chicos», relata el sacerdote.
José María del Barrio
Misionero en Zimbabue
Hace dieicisiete años que abandonó esa primera misión y ahora vive en la capital del mismo distrito, Binga, todavía entre los Tongas. En la región en la que pasó tanto tiempo ahora hay tiendas, casas de ladrillo, vehículos, muchas personas que tienen títulos universitarios… Cosas que, cuando él llegó, eran parte de «un sueño lejano» y ahora conforman «una realidad».
En todos estos años, ha aprendido valiosas lecciones de las personas con las que ha convivido: «Se suele decir que los pobres nos evangelizan y eso es una verdad como un templo. Su sencillez, su humildad natural, su calma ante la adversidad, ante la falta de lo más esencial... Los Tongas son muy abiertos, acogedores, alegres, a pesar de tanta miseria», comenta José María del Barrio.
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De entre todas estas lecciones, destaca una, la de saber escuchar. «Cuando alguien te viene con un problema, puede que tarde un buen rato en decirte la razón principal por la que ha ido a verte, puede hablar del tiempo, de las cosechas, de mil cosas, hasta que llega a la finalidad de la visita. No hay que tener prisa. Hay que escuchar y luego, tratar de ver las cosas desde su punto de vista, no sólo desde el tuyo», señala.
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