Los tiempos cambian y con ellos las tradiciones, pero dentro de nuestras posibilidades, intentamos aferrarnos a ellas y conservar el poso. En nuestra localidad las fiestas de Santa Cecilia gozaban tradicionalmente de mucho nombre en la zona porque eran las últimas y la gente quería apurar hasta las próximas. En otras épocas, era habitual que las casas estuvieran abiertas para que todos aquellos que llegaban de otros lugares, muchos en bicicleta o andando, pudieran reponer fuerzas a base de vinos y mantecadas que se elaboraban en las casas, en algunas tampoco faltaban los chicharrones.
Esto da muestra de que hemos sido y seguimos siendo un pueblo hospitalario. Ahora, Santa Cecilia, el 22 de noviembre, se reserva a muy pocos vecinos, es una época fría y cuesta trabajo acercarse al pueblo y abrir las casas por lo que desde hace bastantes años la parte más festiva se ha trasladado al primer fin de semana de agosto. Al fin y al cabo, se trata de estar todos unidos y a la Santa la tenemos igualmente presente.
Tanto en estas fechas como en noviembre (si el tiempo lo permite) se lleva a cabo la procesión con la imagen de la Santa. Llevan las andas las mujeres y nos acompaña la dulzaina y el tamboril tocando las jotas del lugar y las mujeres bailan delante de la imagen en todo el recorrido. El fin de fiesta suele ser una caldereta que es el plato típico de estas fechas.
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