

Secciones
Servicios
Destacamos
«Es una lucha. La lucha del día a día». Alfonso de Miguel es uno de los muchos padres que trata de conciliar la educación ... de sus hijos con el teletrabajo. Y no es algo que le esté resultando fácil. Tampoco a su esposa, Fátima, que teletrabaja desde una semana antes de que el Gobierno decretara el estado de alarma. Con el confinamiento, estos padres también se han convertido en profesores de sus hijos y asisten con preocupación al desenlace del curso y al incierto futuro que se cierne sobre el comienzo del próximo año escolar. «No lo queremos ni pensar. Nuestros horarios laborales nos obligan a recurrir mucho a mi madre, que lleva a los niños al colegio y los trae, etcétera. No saber si los abuelos van a poder hacer esa labor que nosotros, como padres, no podemos hacer es algo que nos atormenta. Luego, la incertidumbre crece ante cuestiones como que en las aulas solo haya la mitad de los alumnos. Somos empleados por cuenta ajena y no sabemos si nuestras empresas van a dejarnos conciliar a ese nivel», dice Alfonso. De momento, no han tenido que recurrir a sus jefes para pedir nada. «No ha habido necesidad. Con la organización que ahora tenemos, aunque difícil, podemos funcionar. Más adelante ya veremos», señala este empleado de banca que se ha visto obligado a combinar su presencia en la oficina con el teletrabajo.
Su caso es el de muchas familias. Alfonso y Fátima son los padres de Saúl (10 años) y Ariadna (7), alumnos de quinto y primero de Primaria, respectivamente, en el colegio Villalpando de la capital segoviana. Por las mañanas, compatibilizan su trabajo con las clases y deberes que sus hijos reciben vía telemática. Entre sus ordenadores, el portátil familiar, las tablets y los móviles se van apañando, aunque hay muchos momentos en que organizarse y concentrarse es misión imposible. «No entro a valorar si son muchas o pocas tareas las que les ponen. Sí puedo decir que, por la experiencia que estamos teniendo, es incompatible trabajar ocho o diez horas (con el teletrabajo estás todo el día conectado) con la docencia y el entretenimiento de tus hijos y las tareas domésticas. Al final, también eres su profesor. Después de las vacaciones de Semana Santa, los niños han empezado a ver temas nuevos y hay que explicarles cosas que no entienden, cosas que no les son familiares», afirma Alfonso. En ese día a día tan complicado no faltan las situaciones límite. Entonces, hay que tirar de paciencia: «Pasa muchas veces, pero hay que ser comprensivos. Es duro para nosotros, para ellos, para todos. Hay que tener paciencia, más de la habitual, y mucha mano izquierda».
Situaciones similares están viviendo Sonia y Adolfo con sus hijos Iván, Aitor y Noa, de 12, 9 y 2 años, respectivamente. Esta familia del Real Sitio de San Ildefonso compatibiliza como puede el teletrabajo de ambos progenitores con la educación de los pequeños y las tareas domésticas. «Hay momentos en que tengo que levantar la voz porque es imposible. Entre los mayores que regañan y la pequeña que interviene y toma partido..., imposible. No se puede. Ha habido días en que he tenido que mandar un correo a mi jefe, proponerle recuperar la hora en otro momento y dejar de trabajar. La gente dice que lo lleva bien, pero es que debe de tener niños muy buenos», dice Sonia Cobas tomándoselo con humor.
Sonia y Adolfo son programadores informáticos y ambos están teletrabajando desde que empezó el estado de alarma y el confinamiento de la población. Sus hijos Iván y Aitor estudian sexto y cuarto curso de Primaria, respectivamente, en el colegio publico Agapito Marazuela, en La Granja de San Ildefonso. La madre tiene un horario más flexible; el padre, no, pues está obligado a asistir a numerosas reuniones por videoconferencia, lo que limita su libertad de movimientos. «Él está arriba, en la buhardilla, y yo abajo, en otra habitación. Los niños suelen hacer los deberes en el comedor o aquí conmigo, si necesitan ayuda, lo cual ocurre muchas veces. Y tienen que turnarse porque solo tienen un ordenador. Uno se pone a hacer las tareas y el otro se queda con la niña, y así andamos. Es muy complicado, más de lo que se dice», admite Sonia.
La tarea con los peques exige una labor docente constante que distrae a los padres de su propio trabajo: «Por no llamar a los profesores, se lo explicas tú, y muchas veces me lo tengo que aprender o leer antes para poder explicárselo en condiciones. Se añade luego la falta de autonomía de la niña. Tiene dos años y es muy pequeña. Hay que estar con ella. Es verdad que con los hermanos se entretiene, pero cada dos por tres viene a mí: 'mami, mami'».
Aunque más independientes, Iván y Aitor también necesitan un seguimiento. Es difícil encontrar un alumno de Primaria que tenga autonomía para manejarse con las plataformas digitales o estar pendiente de los deberes que les envían los profesores a través de ellas. Esta dependencia de los padres también agota sobremanera: «Hay que estar muy encima de ellos. No queda otra. Primero, para que estén atentos y consulten la web del cole y después, para que sepan bien lo que tienen que hacer y copien sus deberes. Al mediano le envían tareas semanales y, bueno, se lo voy distribuyendo por días. Pero es verdad que si no se lo digo yo, se lo exijo, nada de nada. No se concentran y acaban cogiéndote la sobaquera. Si no estás detrás de ellos, no consigues nada. Y es verdad que no les ponen muchas tareas, que sé de niños a los que les mandan muchas más...».
En el caso de esta familia, la organización de la madre resulta vital: «Me voy organizando. La flexibilidad de horario me lo permite. Por encima de mí tengo varias escalas de jefes y el más inmediato a mí, del que dependo, me da todo tipo de facilidades. Si tengo que atender a la niña o salir a la compra, porque también hay que comprar, me da el permiso y luego recupero el tiempo perdido. Trabajo de ocho a tres, pero a las dos tengo que parar para hacer la comida de los niños. El padre trabaja ininterrumpidamente hasta las cinco y media o las seis», explica.
Igual que a Alfonso y Fátima, a Sonia y Adolfo les genera gran incertidumbre la planificación del próximo curso. «Si solo puede ir el 50% a la escuela, suponemos que no podrán avanzar mucho en las materias... Si lo acaban haciendo, nos parecerá mal, porque no todos los niños progresan igual. Eso puede dar lugar a desigualdades que ya se están produciendo porque nosotros, entre nuestro ordenador y los que nos ha puesto la empresa, vamos tirando, pero habrá familias que no tengan ni un ordenador o no se le puedan permitir. Es difícil, muy difícil».
Son las reflexiones de estos padres que también ejercen de profesores de sus hijos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.