![Las iglesias que Segovia perdió](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/03/21/san-agustin-k6RC-U190964843132G1F-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Las desamortizaciones liberales del siglo XIX hicieron mella en el patrimonio artístico de Segovia. Iglesias y conventos, sin culto ni moradores, quedaron abandonados a su suerte. Utilizados como almacenes, pajeras o encerraderos de carros y en ruinas, algunos no llegaron al siglo XX porque el Ayuntamiento prefirió demolerlos y emplear los solares resultantes para embellecer la ciudad con zonas ajardinadas. «Fue la manera de abrir plazuelas en un casco urbano que carecía de ellas», apunta el historiador Alberto Herreras. San Juan de los Caballeros, San Nicolás o San Quirce hubieran corrido la misma suerte de no ser por Daniel Zuloaga, el propio Ayuntamiento y la Universidad Popular Segoviana, respectivamente.
En este reportaje vamos a conocer ese patrimonio desaparecido. Para ello, hemos trazado dos rutas: una intramuros, por los antiguos templos del recinto amurallado, y otra extramuros, por las iglesias del arrabal.
Tras las puertas de la muralla, al margen de las supervivientes, con culto o desacralizadas (San Juan de los Caballeros, San Sebastián, San Nicolás, La Trinidad, San Quirce, San Pedro de los Picos, San Martín, San Miguel, San Esteban y San Andrés), había otras cuatro iglesias, todas parroquiales, además de la antigua San Miguel, situado en el centro de la actual Plaza Mayor, que también era parroquia, y del monumental templo perteneciente al convento de San Agustín.
San Pablo
La iglesia parroquial de San Pablo sobrevivió hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Estaba situada en el lugar que hoy ocupa el jardincillo de la plaza Conde Cheste, entre la Diputación, el palacio de Quintanar y el colegio de las Concepcionistas. Era, según Alberto Herreras, un templo románico, de pequeñas dimensiones, con orientación Este-Oeste. Un chapitel puntiagudo coronaba su campanario, según se puede ver en alguna fotografía decimonónica. «Estas pequeñas iglesias del centro fueron construidas por tres o cuatro familias nobles, con poder adquisitivo, que vivían en la zona parroquial correspondiente. Financiaban la construcción y el coste del mantenimiento y en ellas tenían sus panteones funerarios. No necesitaban demasiado espacio porque eran parroquias muy reducidas», explica Herreras. Se desconoce la fecha de la construcción, pero el románico segoviano es tardío, «más de la primera mitad del siglo XIII que de al segunda mitad del XII. No es equivocado pensar que muchas de esas iglesias desaparecidas fueron construidas en el XIII, pero no tenemos datos para afirmarlo».
San Román
Estaba en la actual plaza del Conde Alpuente, en paralelo a la calle de San Agustín, unos metros más arriba de San Pablo. Avrial y Flores incluyó en su 'Segovia pintoresca', del siglo XIX, dos «magníficos» apuntes, una portada y una vista más general del templo. También era de estilo románico y funcionó como parroquia. Desamortizada, el Ayuntamiento de Segovia la derribó para abrir la actual zona ajardinada. La actual calle Eulogio Martín Higuera llevó el nombre de San Román.
San Agustín
A pocos metros de San Román, al otro lado de la calle San Agustín, en el lugar qeu hoy ocupa el edificio del viejo Policlínico, estaba la monumental iglesia de San Agustín, de estilo renacentista, con elemenos góticos. Una fotografía de Jesús Unturbe tomada antes del derribo de la nave (1915) y un extraordinario apunte de Avrial en su 'Segovia Pintoresca' (1843), son testimonio de su belleza. Era la iglesia del convento de agustinos del mismo nombre y de ella solo se conserva parte de la cabecera, lugar que el franquismo dedicó a honrar la memoria de sus caídos. Daniel Zuloaga llevó a cabo una campaña para evitar que la derribaran, con artículos muy virulentos en la prensa, «pero de nada le sirvió», dice Herreras. San Agustín es una de las grandes pérdidas que el patrimonio histórico y atístico de Segovia ha sufrido en los doscientos últimos años. Inaugurada a finales del siglo XVI, tuvo culto hasta la Desamortización de Mendizábal. Antes de su abandono definitivo, hizo las veces de almacén militar. La iglesia tenía planta de cruz latina, de una sola nave, con capillas laterales a ambos lados de la misma. La iglesia contaba con un crucero y una cabecera de planta semihexagonal, heredada del gótico.
San Facundo
Herreras la ubica entre la sede de Correos y el edificio primigenio de la Caja de Ahorros, la iglesita románica de San Facundo (la plaza resultante conserva el nombre). De San Facundo, vinculada a la leyenda de la profanación de la hostia sagrada por los hebreos, se sabe que constaba de una nave cubierta de artesonado de madera, arco triunfal y capilla mayor con un ábside muy semejante al principal de la iglesia de San Millán, con una gran portada principal, la torre y un atrio porticado, en palabras de Santos San Cristóbal. En la capilla mayor estaban enterrados los marqueses de Villafañe. «También fue víctima de la desamortización, pero sobrevivió muchos años porque en él fueron depositados los cuadros procedentes de los grandes conventos que el Estado expropiaba. Así se fue convitiendo en museo, el primer Museo de Segovia, pero no llegó al siglo XX», dice Herreras. Habiendo acusado ruina, fue derruida en los primeros meses de 1895, según Mariano Sáez y Romero.
San Miguel
La iglesia de San Miguel está actualmente ubicada en uno de los laterales de la Plaza Mayor, pero el templo ocupó en su día el cenro geográfico de la actual Plaza Mayor. Muchos de sus materiales fueron reutilizados en la construcción del nuevo templo, «sobre todo piedra, el llamado sillarejo», dice Herreras. «Era una iglesia grande, de las más grandes de Segovia, que no sobrevivió a la ruina, poque acabó hundiéndose. Cuando a finales del siglo XX se realizaron las obras de pavimentación de la Plaza Mayor, emergió la cimentación de los tres ábisdes que tenía, testimonio de que contaba con tres naves», subraya Alberto Herreras. A la Historia pasó porque en su atrio fue proclamada reina de Castilla Isabel la Católica, el 13 de diciembre de 1473. La iglesia, de estilo románico, fue demolida en 1532. Después se construyó la nueva, en un lateral de la nueva plaza abierta en el solar.
San Cebrián
Una excavación junto a la Puerta de San Cebrián, permitió conocer el lugar exacto donde en su día se levantó esta iglesia parroquial del mismo nombre, en el talud situado entre el paseo del Obispo y la calle Doctor Velasco. «Estaba al lado de la puerta, intramuros, a la izquierda según subes. Se sabe que era una iglesia de una sola nave, también románica, que dio el nombre a la puerta, porque las puertas de la muralla llevan el nombre de la parroquia en la que estaban situadas», explica Alberto Herreras.
Fuera de la muralla, en los barrios asentados sobre el antiguo arrabal, al margen de las iglesias de Santa Eulalia, Santo Tomás, El Salvador, San Justo, San Millán, San Lorenzo y San Marcos, había otros templos, hoy desaparecidos, algunos pertenecientes a conventos o monasterios. De ellas apenas queda algún vestigio.
San Gabriel
La iglesia de San Gabriel, desaparecida en 1970, fue el último vestigio del antiguo convento del mismo nombre, fundado por los franciscanos descalzos en 1580 en las dependencias del antiguo convento de Santo Domingo de los Barbechos, de las dominicas, seún Herreras. Tras las desamortizaciones, los claretianos se instalaron en él en 1862, donde fueron desarrollando su proyecto educativo. La expansión del colegio fue progresiva. En 1958 inauguraron una nueva ala del colegio y diez años más tarde un nuevo edificio. Derribada la iglesia, fue sustituida por al actual, perteneciente al colegio Claret. En ella se conserva algún vestigio del viejo templo. «La calle de San Gabriel debe su nombre al convento, que en tiempos era el único edificio que había en la zona, en medio de los descampados», añade Alberto Herreras.
San Benito
Antigua parroquia que está en el origen mismo del convento de San Francisco, fundado a comienzos del siglo XIII en el lugar donde hoy se levanta la Academia de Artillería. Dice Alberto Herreras que la iglesia y las casas que acogieron provisionalmente a los franciscanos de la orden estaban situadas cerca de la puerta que la Academia tiene la calle Almira. «Debieron de mantenerla hasta que pudieron contar con un templo propio en el mismo convento; después la derribaron», apunta Herreras. Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico de 1945-1850, señala que los paredones del templo que era parroquia de San Benito «permanecen en la puerta Este del actual convento, dentro de su distrito».
San Francisco
La de la parroquia de San Benito sirvió a los franciscanos de iglesia hasta que levantaron la suya propia, a escasos metros de donde se dobla el Acueducto. Era un templo sencillo, pero majestuoso, con una nave de estilo gótico que solo tenía una capilla, la de los Cáceres, construida a comienzos del siglo XIV. En una de las hornacinas interiores se encontraban los restos de Antón de Cáceres, fallecido en 1493, gobernador de la villa de Madrid y alcaide del Alcázar. Desamortizado el convento y posteriormente convertido en Academia de Artillería, la iglesia fue también absorbida por el centro militar. El derrumbe de sus bóvedas determinó su derribo a comienzos del siglo XX.
Santa Columba
Si hay una iglesia que permanece en la memoria de los segovianos gracias a los grabados decimonónicos que nos han llegado, es la de Santa Columba, en la plaza del Azoguejo, junto al Acueducto. La noche del 17 de enero de 1818, su torre mudéjar se desplomó por completo, lo que obligó a trasladar el culto al cercano convento del Carmen. En 1820, hubo que desalojarla de nuevo porque la ruina se extendió a toda la construcción y los sucesivos derrumbes dejaron inutilizado el inmueble. Sin embargo, los feligreses no se resignaron a perder su espacio y organizaron colectas para reedificar el templo, obra que comenzó ocho años después, aunque nunca concluyó por falta de recursos. El Estado se hizo con la parcela en 1863 y la iglesia inconclusa acabó demoliéndose en 1930. «Se intentó reconstruir en estilo neoclásico, con una sola nave, de planta circular, cuya bóveda nunca se llegó a cerrar. Era una ruina y el Ayuntamiento acabó demoliéndola en el siglo XX para construir la actual terraza», dice Alberto Herreras.
San Mamés
Situada en la curva del paseo de Santo Domingo de Guzmán, entre el Azoguejo y el convento de Santa Cruz la Real, era un templo pequeño, más ermita que iglesia, aunque Pascual Madoz la identifica como parroquia a mediados del siglo XIX. Primero se llamó San Mamés y después Santa Lucía.
Santiago
Asegura Madoz que la de Santiago fue la primera parroquia que se fundó en Segovia, edificada en el valle del Eresma, en tiempos del emperador Filipo, «por los años 250». Estaba cerca de la actual Casa de la Moneda y dio nombre a la puerta de la Muralla que había frente a ella, la Puerta de Santiago. Al parecer, fue derribada en el año 1836. «Hay una ventana en el edificio reconstruido junto a la Ceca que se dice perteneció a esta iglesia. También salió de Santiago el Cristo de la mano desclavada que se conserva en el interior de la iglesia de San Esteban», observa Herreras.
San Gil
Situada bajo el Alcázar, en el parque, rodeada de árboles, figura en el célebre grabado de Anton Van den Wyngaerde, de 1562, en el que puede verse el perfil que la ciudad tenía desde el valle del Eresma a comienzos del reinado de Felipe II. «Era grande, y de ella se decía que era la primera catedral, antes de la construcción de la catedral de Santa María, junto al Alcázar», señala el investigador. Madoz cuenta que en ella recibió el bautismo el obispo Raimundo, y que en ella fue después enterrado, a finales dels iglo XIII. «En sus bóvedas se halló la imagen de Nuestra Señora de la Fuencisla», anota el geógrafo en su 'Diccionario'. Y continúa: «Desierta esta parroquia por los años 1700, fue traslasado el sepulcro de aquel prelado a la capilla trascoro de la Catedral».
San Blas
San Blas existe, o parte de ella, pero en una finca privada de la calle Marqués de Villena, junto al Romeral de San Marcos. «Se conservan partes del ábside y de la nave y una portada románica que apenas puede verse desde la calle. San Blas despareció con las desamortizaciones decimonónicas y quedó en manos particulares. No llegó a derribarse del todo porque ha sido reutilizada como vivienda por alguien con un cierto gusto», afirma Alberto Herreras. En el Google Maps puede verse bien.
La piqueta no solo se llevó por delante las pequeñas iglesias de las parroquias. Conventos y ermitas también sucumbieron a la desidia y la falta de sensibilidad propias del hombre decimonónico preso de la fiebre modernizadora. En la Alameda del Parral estaba el primitivo convento de los Huertos, hasta que los frailes, cansados de las avenidas del Eresma, decidieron trasladarse al centro de la ciudad. Vestigio de aquel convento fue la iglesita de Santa Ana, cuya espadaña, hoy desaparecida, llegó a finales del siglo XX. Recuerda Alberto Herreras que otros conventos desaparecidos fueron el convento de la Merced, en la actual plaza del mismo nombre; La Humildad, junto al edificio que hoy alberga el Museo de Segovia, en la Ronda de Don Juan II; el primitivo convento del Corpus, entre las calles Judería Vieja y Santa Ana; La Concepción Francisca, en la calle Almira; el Carmen Calzado, en el lugar que hoy ocupa el edificio de la extinta Caja Segovia, con su capilla, la capilla del Carmen (fue demolido en los años sesenta del siglo XX), o el convento de Mínimos de la Victoria, convertido en el teatro Principal, después Miñón, tras su desamortización (después en garaje y hoy en restaurante). Herreras cita también el Hospital de Convalecientes, junto a la Misericordia, y el Hospital de San Antón, en la actual calle del mismo nombre, cuya capilla llegaon a conocer nuestros abuelos, así como la iglesita de San Briz, «muy chiquitita, entre la cárcel vieja y la iglesia de San Martín» o las ermita de Santa Susana, cerca de San Gabriel, y San Roque, en los jardinillos del mismo nombre.
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