![Idaira Prieto y la terapia del cross: «Me ha devuelto la seguridad»](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/01/17/idaira-k57F-U2101267388303n9D-1200x840@El%20Norte.jpg)
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En otra década, Idaira Prieto es una niña más en la salida del Cross de Valladolid. No se ve el cielo, solo la nieve. Empieza la carrera, alguien le pisa por detrás y le quita la zapatilla, que queda destrozada. Ella sigue con el calcetín blanco, a juego con la escena. Cuando llega a la altura de su padre –Antonio también perdió una zapatilla en un Mundial–, le da lo que era ya una chancla con un clavo y sigue su camino. Mientras él pensaba que su hija pararía, ella nunca se lo planteó. «¿Para qué? Si tenía que correr. No quedé mal, pero hacía un frío horroroso. No se me olvidará llegar a meta con el pie que ya casi ni lo notaba. Los militares me quitaron el calcetín y estaba totalmente morado». Fue el día en que demostró que no se rendiría. El domingo cerró el círculo ganando el Campeonato de Castilla y León en el mismo circuito. «Si me lo llegas a decir, no me lo hubiera creído».
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Fue uno de esos días en los que el atleta sabe que tiene piernas porque se pone en cabeza del grupo sin forzar la máquina y nadie le discute. «Muy relajada, sin fatigarme, como si fuera rondando». Un guion ideal para la segoviana, con un final más rápido por la pista, por el turbo del 1.500. Pero no hizo falta. Subió poco a poco el ritmo y se quedó con Ángela Viciosa en cabeza, dejando atrás a un hueso como Laura Luengo. Faltaban tres kilómetros, pero no los agotó y tuvo el placer de hacer la última vuelta en solitario, una victoria menos agónica que la de 2022 en Cantimpalos. Allí tuvo que apretar para distanciarse en la última recta.
En realidad, Idaira, de 26 años, se sorprendió a sí misma. «Yo pensaba que íbamos a estar todas juntas hasta el final. Si era un sprint, lo más probable es que ganara yo. No era la carrera que yo tenía en la cabeza, pero es la que salió. Yo sé que estoy bien de forma; no sabía cómo estaban ellas». Viciosa, segunda, fue campeona sub-23, por delante de Rocío Garrido y de la segoviana Claudia Corral. «Ángela venía de hacer un cuarto puesto en el Europeo, fue arriesgado que yo me pusiera a tirar porque venía de hacer crosses bastante normales». Una decisión que tomó por sensaciones, esos pequeños repechos en los que notaba que a su rival le costaba seguirla. «En esos cambios de ritmo podía ir un poco más. Fue confianza».
Es la recompensa al trabajo después de su lesión del pasado año. «Poder regalarme a mí misma esa última vuelta, yo sola, disfrutando, fue muy importante». Con la baza de ser fisioterapeuta, ha enfocado la recuperación en la paciencia. «El cross me ha devuelto la seguridad de que vamos por el buen camino. Que siga intentando luchar, que se puede». Habla del cross como «puro deporte, puro sacrificio», por ser un híbrido que congrega a atletas de diferentes distancias que discuten sus bazas en recorridos cambiantes. «Lo mejor que tiene es la gente, te animan durante todo el recorrido». Participará el día 28 en el Campeonato de España de Getafe, en el que buscará una de las seis plazas de la selección para el Mundial del 30 de marzo en Belgrado (Serbia).
Su calendario no va más allá. «El objetivo de los Juegos es imposible». Algo que argumenta por las marcas mínimas para 1.500 y 5.000. «Son muy duras y, siendo realistas, yo no tengo puntos para intentarlo porque el año pasado fue un año en blanco». Por eso va más allá del ciclo olímpico. «Puedo seguir mejorando, yo no me voy a dar por vencida. He tenido mala suerte con las lesiones, pero vamos por el camino correcto». Alguien que es mejor atleta por ser fisio y mejor fisio por ser atleta tiene suficientes kilómetros en las piernas para poner la salud por encima de las medallas. Aunque alguna vez le toque acabar carreras con el pie congelado.
El trabajo diario ha devuelto a Idaira una confianza con la que no han acabado las lesiones. Pese al peso del apellido, su padre es su gran baza, no solo por ser su entrenador, sino porque su palmarés basta para alimentar los anhelos de una familia entera. «Es mejor quitar presión, disfrutar de las pequeñas cosas que tienen los entrenamientos y competir por ahí, olvidarme de si llegaré a ser olímpica. En mi casa hay muchos éxitos y no tengo necesidad de sumar más». Una recompensa que va más allá de los trofeos. «Entrenar con mi padre todos los días, correr sin dolor».
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