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Demostración de los gabarreros junto al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Pedro Luis Merino

La huella segoviana en la construcción del Monasterio de El Escorial

Tanto para la parte estructural como para puertas y ventanas se utilizó madera de Valsaín, El Espinar y los pueblos de la zona

eva esteban

Segovia

Domingo, 4 de marzo 2018, 14:17

El olor a leña será el aroma que predominará en El Espinar hasta el próximo domingo día 11. La Fiesta de los Gabarreros, declarada de Interés Turístico Regional, abrió ayer su vigésima edición con una exhibición de corte de troncos, música y bailes en las inmediaciones del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Con ello, el objetivo era acercar el festejo a «un sitio nuevo» y que además tuviera «algún tipo de vínculo» con la localidad segoviana. La conexión y el «hermanamiento» que une a ambos municipios data del siglo XVI, momento en el que se construyó el conjunto monástico. Así lo confirma Cipriano Dorrego, agente forestal y encargado de conducir el acto inaugural de esta nueva edición.

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Para «amenizar» la exhibición, Dorrego relató a los cerca de 300 asistentes la historia que vincula a los dos municipios madereros. Según éste, para la construcción del monasterio se utilizó «madera de Valsaín, El Espinar y de los pueblos de la zona» tanto para la parte estructural como para puertas y ventanas. Durante este proceso, explica, se daban cita labradores de madera de la zona, lo que derivó en «piques y competiciones para ver quién era más hábil cortando madera», continúa. Así, han regresado de la Comunidad de Madrid con el objetivo conseguido: un hermanamiento con las localidades vecinas. «No somos colindantes, pero estamos muy cercanos y queríamos probar esta experiencia», afirma Dorrego. «Estamos muy satisfechos, porque ha salido muy bien».

Toda una vida de dedicación

Hace 74 años, y con tan solo diez, Pablo González vivía con sus padres en El Escorial. Todas las tardes iba «casa por casa» preguntando a sus vecinos si querían un saco de leña. «El saco pesaba mucho, por lo que apuntaba en una lista quién quería leña y luego su padre iba repartiendo», cuenta Dorrego. Más adelante, se trasladó a vivir a San Rafael, núcleo perteneciente a El Espinar, y nunca se ha vuelto a despegar de la madera. «Ha trabajado prácticamente toda su vida de gabarrero», continúa. Ayer, durante la corta de troncos, Pablo desempeñó un papel fundamental. Aleccionó a los presentes «con sus perfectas técnicas de corte» y, además, señala el agente forestal, «dejó en evidencia que por el no pasan los años». «La madera ha sido su vida y ayer nos lo demostró a todos», concluye.

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