«¿Puede enseñarme lo que lleva en la bolsa?». Era la pregunta que formulaban los policías locales de Segovia a todo aquel ciudadano que quisiese acceder a la Plaza Mayor con bolsas o mochilas durante el periodo que duraron las Fiestas de San Juan y ... San Pedro. El objetivo era evitar el acceso de botellas de cristal a los conciertos y verbenas; no se quería que objetos potencialmente peligrosos como los cristales tuviesen presencia en noches de esparcimiento, disfrute y, cómo no, alcohol.
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En muchos casos, la respuesta del público, que para la fiesta y el divertimiento siempre ha tirado de picaresca, era la de traspasar el alcohol del recipiente de cristal a una botella de plástico, generalmente de agua; así, el ciudadano superaba con éxito el control policial y podía disfrutar de la música con un 'botellón de polietileno' que quedaba lejos de causar cortes ante su rotura, como haría el cristal, y que no supondría un peligro relevante en caso de que algún malpensado optara por lanzarlo a los cuatro vientos.
Quizá, el mayor de los dramas que pueda causar tanto plástico en la Plaza Mayor y sus aledaños sea la ingente cantidad de trabajo que puede generar su recogida para los servicios de limpieza locales. De todas formas, como indica el concejal de Medio Ambiente y Juventud, Ángel Galindo, el dispositivo de limpieza pudo lidiar perfectamente con la suciedad generada y «en un tiempo récord» la Plaza Mayor y sus aledaños presentaban un aspecto inmaculado. «Teníamos un dispositivo de limpieza preparado para que, según acabasen las verbenas, se pudiesen recoger todos los residuos que había en la plaza y, posteriormente, proceder a la limpieza con baldeadoras para eliminar olores y orines.
«Una vez finalizada la limpieza de la Plaza Mayor se repetía el proceso por las calles aledañas para que ninguna zona quedase sin limpiar». Si bien es cierto que el concejal pide un esfuerzo extra a la ciudadanía para evitar un uso incívico de la vía durante estos periodos de festividad, señala que «la valoración general es que el plan de limpieza ha sido totalmente efectivo y acorde a lo necesitado». Galindo apoya sus argumentos en los comentarios recibidos por parte de los vecinos de la zona: «Todo esto lo ha reconocido la Asociación de Vecinos del Recinto Amurallado en un escrito que nos hicieron llegar y que, a pesar de las quejas que incluía, reconocía la labor de los servicios de limpieza por la efectividad que había tenido». En cuanto a limpieza, el Ayuntamiento parece haber esquivado la bala de la crítica.
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Otro de los factores de riesgo que genera la conglomeración de tanta gente en un mismo punto —que llegó a situarse entre las 8.000 y 10.000 personas según la concejalía de Seguridad— es la alteración del orden, más si cabe cuando ésta puede verse adulterada por el consumo de alcohol. Las fiestas del pasado mes de junio eran las fiestas del volver, dos años de parón pandémico hacían que se temiese por una renovada normalidad que avocase a salir a la juventud en tromba a la calle y aprovechase las fiestas locales de 2022 como fecha simbólica para reivindicar un carpe diem renacido. Es por ello por lo que la concejalía de Seguridad decidió ampliar el dispositivo policial respecto al que hubo en el último San Juan y San Pedro de 2019. «Salíamos de dos años de restricción de fiestas, así que se planteó un dispositivo de seguridad muy amplio ya que se preveían actos multitudinarios. Se adoptaron distintas medidas como controles a los accesos a las vías públicas, tanto en la Plaza Mayor como en el espectáculo que tuvo lugar en la plaza Tirso de Molina, en el barrio de Nueva Segovia. El objetivo era evitar aglomeraciones que supusiesen un riesgo para la seguridad. De hecho, había distintos puntos de corte controlados por Policía Local y Protección Civil. Además, desde los servicios de cultura dispusieron servicios de emergencia sanitaria en caso de que se necesitasen», explica la concejala de Seguridad, Raquel de Frutos. A todo esto, hay que añadir el exhaustivo control por parte de los agentes locales para restringir todo acceso de vidrio a los recintos. Con el balance que realizó posteriormente el Ayuntamiento se supo que no fue necesario detener el flujo de personas que accedía a los conciertos de la Plaza Mayor o al evento que tuvo lugar en la plaza Tirso de Molina ya que «las autoridades consideraron que no existía un riesgo de aglomeraciones».
Sin embargo, una queja latente desde los sectores hosteleros y de restauración tras el transcurso de las fiestas, y que viene siendo tradición año tras año, es la permisividad del botellón durante estas fechas. En ocasiones se cuestiona también su legalidad; aunque la concejala de Seguridad es tajante al respecto y disipa cualquier tipo de dudas: «Existe una ordenanza de consumo en vía pública y dispensación de bebidas que permite al Ayuntamiento excepcionar dicho consumo cuando estamos hablando de las fiestas patronales; esta norma está basado en la ley de espectáculo y en la ley de consumo de bebidas en ocupaciones de vía pública». La ley vigente, tanto local como nacional, permite al Ayuntamiento habilitar el consumo de bebidas en la vía pública durante las fiestas patronales, independientemente de dónde hayan adquirido esa bebida, «ya sea en los establecimientos de hostelería del entorno o de otra forma, no somos capaces de discernir cómo lo han hecho». Además, De Frutos recalca que el Ayuntamiento facilitó a la ciudadanía el acceso a vasos reutilizables de cara a un mayor cuidado del entorno, una medida que permitía la colaboración de los negocios hosteleros de la zona para fomentar, entre otras cosas, el consumo. «Yo he estado presente en todos los eventos que se han hecho en la calle y he visto servicio de hostelería que no daban abasto».
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Una vez concluida la legalidad en la permisividad de beber en vía pública durante las fiestas y la no importancia de dónde se adquieran las bebidas, siempre y cuando no se accediese a estos espacios con vidrio; cabe analizar si las consecuencias derivadas de las conglomeraciones han provocado graves prejuicios en el orden público. Raquel de Frutos hace hincapié en que gracias al minucioso control policial «no hubo ninguna intervención relevante, una vez analizados los informes policiales el balance más positivo fue éste». Una de las cosas que más atrajo la atención del ojo público fue la gran cantidad de sanciones que se impusieron a causa de orinar en la vía. «Fueron alrededor de 100 sanciones, prácticamente todas fueron en el entorno de la Plaza Mayor y es algo que llama la atención porque se pusieron a disposición servicios sanitarios e higiénicos para la ciudadanía».
En clave de futuro, y una vez determinado que en materia de seguridad y limpieza los resultados son gratificantes a ojos del Ayuntamiento, se mantiene la idea continuista amparada por la ordenanza, pero con el matiz de «seguir mejorando, ya que siempre aprendemos». Las fiestas durante la pasada semana del barrio de San Lorenzo fueron escenario para activar esta ordenanza y supusieron otro momento álgido en torno estos polémicos botellones.
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