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Horas para el recuerdo
Los segovianos acuden en masa a los cementerios de la capital y la provincia con motivo del Día de Todos los Santos
«Templo soy del desengaño / y escuela de la verdad, / donde todo a voz en grito / implora ¡¡piedad, piedad!!». Esta inscripción, colocada sobre la puerta de acceso al cementerio de Madriguera, invita a la reflexión; pero estos no son días de visitar un cementerio si lo que se busca es intimidad, sosiego y reflexión. Segovia y los pueblos de su provincia celebraron ayer la festividad de Todos los Santos, y los cementerios acogieron numerosas visitas, durante todo el día, aunque de manera escalonada. Los segovianos llevan toda la semana visitando sus cementerios y lo seguirán haciendo a lo largo de la jornada de hoy, día de los Fieles Difuntos, y probablemente durante todo el fin de semana. Esto ha permitido disfrutar de una mayor comodidad a la hora de moverse entre los sepulcros atestados de centros y ramos de flores frescas y recién cortadas.
El tráfico también lo notó. En los accesos al Santo Ángel de la Guarda no se formaron los atascos y embotellamientos de otras ocasiones, aunque la intensidad de la circulación fue mayor de lo normal y obligó a la Policía Local a controlar los aparcamientos en las zonas más próximas. Muchas personas decidieron acudir a pie, animadas por la leve mejoría de la temperatura. Por la mañana lució el sol y no llovió en todo el día.
En la puerta del cementerio los floristas hicieron su particular agosto. Los puestos ambulantes venden y venden porque raro es el que no cruza la verja sin unos claveles en la mano. Claveles, margaritas y crisantemos son las preferidas. Las visitas se sucedieron hasta el cierre del recinto, a las seis y media de la tarde.
Los usos y costumbres en torno a la muerte están cambiando. Cada vez son más las familias que optan por la cremación, pero el cementerio de la capital segoviana continúa acogiendo enterramientos, aunque la línea es descendente. Durante el año pasado, registró 357 y este año, hasta el 17 de octubre, lleva 293. De todos ellos, 33 fueron en tierra, 213 en nichos, 29 en laudes y 18 en panteones. Además, los distintos columbarios recibieron las cenizas de 78 incineraciones. La mayor parte de las defunciones registradas hasta esa fecha fueron de mujeres (173). Por tramos de edad, se inhumaron 116 personas de entre 80 y 90 años; 90 de más de 90 años; y 5 mayores de 100 años.
El Santo Ángel de la Guarda lleva acogiendo cuerpos casi doscientos años. Fue inaugurado la mañana del 5 de agosto de 1821 por el entonces obispo, Isidro Pérez. En sus calles, tan poco frecuentadas el resto del año, hay lápidas de hombres célebres y algún que otro epitafio capaz de dejar helado al más osado. En el Ángel duermen el sueño eterno ilustres segovianos de los tres últimos siglos, como Valentín Gil Vírseda, Ezequiel González, Gregorio Bernabé Pedrazuela, José Rodao, Timoteo Villoslada, Carlos de Lecea, Mariano Quintanilla, Agapito Marazuela, Nicomedes García Gómez, Cándido López Sanz, Andrés Reguera Guajardo o Manuel González Herrero, y otros que no nacieron en Segovia pero que se consideraron hijos de ella, como el ceramista Daniel Zuloaga Boneta o el ministro Fernando Abril Martorell.
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