Hontanares de Eresma, quizás el pueblo segoviano que más creció exponencialmente por la burbuja inmobiliaria —pasó de 165 habitantes en 2000 a 1.020 en 2010, seis veces más, según datos del Instituto Nacional de Estadística— ha tardado quince años en digerir ese exceso de ... vivienda construida que quedó sin vender. Porque la población ha seguido creciendo por encima de los 1.600 vecinos, casi diez veces más que a principios de siglo, pues esas casas se han ido colocando y lo que era un pueblo dormitorio ha sumado servicios y presume de ser la localidad de España con la edad media más baja. Y vuelve el ladrillo, una promoción de 13 nuevos chalets en la urbanización del barrio de la estación, a la que seguirán otros tantos si la cosa va bien.
Publicidad
La subida del precio del alquiler en la capital segoviana ha revalorizado la alternativa de comprar una casa en el alfoz y las promotoras de vivienda, las mismas que ya construyeron allí a principios de siglo, están interesadas. Porque hay suelo.
A finales de 1990, Hontanares apenas superaba el centenar de habitantes, pero reunía las condiciones propicias para convertirse en protagonista del boom inmobiliario, como otros pueblos del alfoz de Segovia en los que empezaron a multiplicarse los chalets. Hasta entonces, era un lugar agrícola y ganadero en el que no había —ni hay— industria y el grueso de los vecinos trabaja fuera.
Precisamente, era uno de los principales productores de judión de la provincia, con cifras que llegaron a las 45.000 varas, solo por detrás de Caballar y La Cuesta, antes de que La Granja extendiera en las últimas décadas su marca de garantía. Apenas había un bar en la plaza —las tiendas que surgían tímidamente enseguida cerraban— y el panorama no era halagüeño. «Tenía la misma tendencia a la despoblación que el resto de pueblos. Hasta que llegó el boom inmobiliario», resume su alcalde, Javier García. Al inicio, de una manera más tímida; sin freno después.
Publicidad
A escasos trece kilómetros de Segovia, su ubicación fue un filón. «Era una localidad atractiva para desarrollar este tipo de promociones inmobiliarias tan agresivas que se hicieron en esa época. La gente joven vimos, me incluyo, la oportunidad de comprar una casa de dos plantas con tus 350 metros de parcela por el precio de un piso en la capital». El alcalde habla de algún promotor «visionario» que impulsó pequeñas urbanizaciones antes del boom —de hasta 25 o 30 chalets— que se vendieron bien, a un precio muy accesible.
«En el año 2000 llegaron las grandes promotoras y ya fue una explosión», recuerda. En una primera fase se hicieron 150 del tirón; en una segunda, hasta completar el barrio de la estación, se sumaron 306. Incluso el Ayuntamiento llegó a impulsar un proyecto para dar continuidad a ese «crecimiento desorbitado» de otras 600. «Estaba ya aprobado en la Comisión Territorial de Urbanismo, para empezar a poner el ladrillo de un día para otro, pero le pilló todo el crack y se vino todo abajo». Si aquellos terrenos ya recalificados hubieran seguido adelante, el pueblo podría tener hoy el doble de habitantes.
Publicidad
Pero llegó la crisis y el frenazo fue tan repentino como había sido el crecimiento. Muchas viviendas se quedaron sin vender y llegaron los embargos bancarios a promotores que se quedaron a medias. «Nos encontramos una ciudad dormitorio. Se había desarrollado un montón de vivienda, pero de manera paralela no se había desarrollado el sector servicios. No había nada más que el bar de antaño en la plaza del pueblo», recuerda García, que cumplió desde 2011 a 2015 su primer mandato.
«Me encontré un diamante en bruto, eran 2.000 vecinos aquí morando sin ningún establecimiento». Y un proyecto de centro comercial en abandono, como muchas viviendas. Firmaron en un primer momento un convenio de uso de estas instalaciones para ofertarlas y surgieron una carnicería, un supermercado, una carnicería, una papelería o una ludoteca. El Ayuntamiento puso en marcha la actual guardería municipal y un campamento de conciliación.
Publicidad
La 'Cueva del gato', una de las últimas urbanizaciones, una promoción de 91 viviendas en la que más del 50% se habían quedado sin compradores, embargada por la entidad bancaria, se terminó vendiendo tras varios fines semanas de puertas abiertas a precios atractivos en los años siguientes al crack. Sería el último ladrillo nuevo hasta la revisión de las normas urbanísticas municipales.
«Se ha acabado de colocar de manera tímida toda esa vivienda diseminada por todas las urbanizaciones en situación de embargo bancario. En este último año de una manera más decisiva porque el mercado inmobiliario se ha prestado a ello». La venta de anteriores propietarios y los arrendamientos colmaban el mercado. Pero ha vuelto la demanda de nueva vivienda. «Los alquileres están imposibles. Por ese precio pagas una hipoteca de una manera cómoda».
Publicidad
García pone en valor la evolución de Hontanares lejos de aquella ciudad dormitorio: niños por la calle, gente haciendo pueblo. «Éramos una población joven que buscábamos nuestra primera vivienda y en edad reproductiva. Por eso somos la localidad con la media de edad más joven de toda España». Aunque «todo es susceptible de mejorar», su valoración es que ahora el pueblo tiene unos servicios acordes a su población: consultorio médico, botiquín farmacéutico, cajero, supermercado o colegio, que se queda pequeño.
Su escuela, desde primero de Infantil hasta sexto de Primaria, está adaptada en el centro cultural, con 198 alumnos; el resto de una pirámide demográfica actual con 500 menores de 18 años están «llenando el colegio de Valverde», el municipio vecino que tiene el CRA de Los Llanos. «Deberían haberlo construido en Hontanares, que es donde tenemos los niños».
Noticia Patrocinada
El Ayuntamiento facilitará las promociones inmobiliarias dentro de sus posibilidades. «Pero tampoco es una obsesión, nos preocupa más un sector servicios al cien por cien, que la gente no tenga que coger el coche y recurrir a la capital». Pese a ser uno de los términos municipales más pequeños de la provincia, hay terreno por desarrollar en la zona de la antigua Renfe: 27.000 metros cuadrados en estado de abandono. Y las llamadas de inmobiliarias preguntando por vivienda disponible son habituales. «A día de hoy, son ideas lejanas. Si algún día hay una propuesta seria y se puede materializar, por nuestra parte, encantados». Con todo, el alcalde habla de lección aprendida. «No vamos a volver a caer en el crecimiento desproporcionado que hubo antaño».
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.