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Remedios Rujas «estaba de bajón», relata su hija Mar. El encierro domiciliario por un coronavirus voraz y una fecha, el 25 de abril, habían cargado de pesar a esta nonagenaria. Ese día Enrique, uno de los cinco hijos que ha parido y criado, tenía que haber soplado las velas de la tarta de su cumpleaños junto a sus seres queridos; pero desde hace diez años para su familia es un día de recuerdos y no de celebraciones. Esta segoviana de cuna, pero madrileña de casi toda la vida, juntaba en su cabeza la tristeza de la memoria de un día luctuoso y funesto a las cláusulas crueles de la reclusión por el confinamiento que le impedían encontrar el reconfortante abrazo de los suyos, vetado por una pandemia que ha truncado la emotiva liturgia del contacto afectuoso y empático con quienes en esos momentos sufren, porque es en esos instantes de aflicción cuando más se necesita el calor de quien bien te quiere.
En ese estado de melancolía, le hicieron salir al balcón de su casa en Alcobendas. Y justo a la puerta de su vivienda, varias patrullas de la Policía Municipal del municipio madrileño empezaron a hacer sonar las sirenas en su honor. Fuera de los coches, los agentes le tributaban un aplauso que ella respondió emocionada con besos al aire. El ruido hizo salir a los vecinos a sus terrazas y muchos grabaron el homenaje a Remedios en sus móviles.
Pero faltaba la guinda. La alegría desbordó cuando empezaron a sonar los compases de la la popular jota de 'La chica segoviana'. Uno de los coches de la Policía Local hacía las veces de 'pinchadiscos' y la megafonía se encargó del resto para inundar la calle con el folklore segoviano. Los vecinos de Remedios se asomaron a los balcones y terrazas para sumarse a este tributo inesperado sin saber por qué y por quién.
Movían los brazos al aire y la segoviana incluso se marcó unos tímidos pasos joteros mientras seguía lanzando un arsenal inagotable besos por doquier y entrelazaba sus brazos en señal de agradecimiento infinito por ese regalo. Abajo, los patrulleros entonaban el conocido estribillo: «¡ay segoviana, cuánto te quiero / ay segoviana, por ti me muero!». Incluso los componentes del Nuevo Mester de Juglaría compartieron en sus redes sociales el vídeo de este homenaje con marchamo autóctono que tantas veces han cantado en los escenarios. «Muy emotivo», comentó el grupo.
Mar, la hija de Remedios, asegura que ese gesto premeditado e ideado por dos de sus hermanos uniformados que trabajan en la Policía de Alcobendas «le dio la vida» a su madre cuando el recuerdo de Enrique pesaba más que el confinamiento y que el miedo al coronavirus. Enrique también era agente municipal, pero en Colmenar Viejo. No fue la covid-19, en su caso fue otro cruel asesino, un cáncer le segó su vida cuando tenía 49 años.
Las raíces madrileñas echadas por Remedios y su familia no le han hecho olvidar su origen segoviana. Tienen casa en Hontanares de Eresma, a donde se escapan muchos fines de semana y cuya visita no perdonan ningún verano, apunta Mar. Los padres de la nonagenaria eran del caserío de Lobones. «Lo que más echa de menos de Segovia es estar con las amigas, jugar a las cartas por la noche y acercarse al río», dice Mar, quien confiesa que están contando los días de la desescalada para poder retornar al pueblo.
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