![Hontanares de Eresma es el segundo pueblo 'más joven' del país: casi 33 años de media](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202011/30/media/cortadas/honta-k5uF-U120914133306bhH-1248x770@El%20Norte.jpg)
![Hontanares de Eresma es el segundo pueblo 'más joven' del país: casi 33 años de media](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202011/30/media/cortadas/honta-k5uF-U120914133306bhH-1248x770@El%20Norte.jpg)
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laura lópez
Segovia
Lunes, 30 de noviembre 2020, 07:46
Según el portal de datos Brains RE, que recoge cifras del INE, Hontanares de Eresma es, con 2.500 habitantes (1.464 censados y otros 1.000 sin empadronar), el segundo pueblo de España con la media de edad más joven (32,6 años) ... y solo tiene dos bares y un bazar asiático ubicado en una nave industrial. Desde hace dos meses no llega la señal para ver casi ningún canal de televisión.
En esta localidad hay alrededor de 300 niños y un colegio que ni siquiera es tal, sino un centro de cultura acondicionado, en el que ha sido imposible adoptar las medidas de seguridad contra la covid, por lo que los alumnos ahora se tienen que trasladar a diario hasta Valverde del Majano. Todas estas circunstancias, en apariencia incongruentes, tienen un solo origen: la crisis inmobiliaria de 2008. Incluso un par de años antes, parejas de entre 25 y 30 años se vieron obligadas a comprar una vivienda fuera de Segovia capital, donde un piso medio podía alcanzar los 180.000 euros. La subida de precios se extendió por el alfoz, y tampoco ofrecían grandes oportunidades otras localidades próximas a la capital, como Bernuy de Porreros. Hontanares sí. Este municipio ofrecía chalets por 90.000 euros. Es la razón por la que tantas parejas jóvenes llegaron aquí en esa época, lo que explica que el número de habitantes haya crecido tanto.
Belén Méndez, de 43 años, es vecina y dueña de uno de los dos bares, y solo habla «maravillas» de su pueblo, del que ahora es una enamorada. No así cuando llegó en 2005: «Soy segoviana y cuando llegué y vi que no había nada fue muy triste, la verdad. Decía: 'Madre mía, ¿Dónde me he metido?'». En aquel entonces, había 306 habitantes censados y tan pocos niños, que la escuela infantil llegó a cerrar por la falta de alumnos, o a juntar diferentes cursos para reunir a un máximo de seis. «Mi generación, los que nacimos en los setenta, la única posibilidad que teníamos de comprarnos algo era en un pueblo cercano, porque en Segovia era imposible». En 2009 nació su hija, y su percepción del pueblo fue cambiando. Encontró en la tranquilidad de Hontanares el regazo ideal para criar a su pequeña. Para mayor felicidad, el pueblo empezó a tener cada vez más niños.
Al bar de Belén llega Juan Carlos Domínguez, de 45 años, que ya no vive en el pueblo, aunque fue de los primeros 'culpables' de que Hontanares se convirtiera en lo que es ahora. «Cuando llegué, en 2004, había unas 300 personas, el colegio estaba prácticamente cerrado y no había tele tampoco», relata este padre de dos hijos que ahora tienen catorce y doce años. Juan Carlos compró su chalet en 2002 por 96.000 euros sobre plano, un precio muy bajo, gracias a que fue de los primeros: «Los siguientes ya empezaron por 120, 130, incluso 190 y hasta 200.000 euros».
A la conversación se une Mariano de la Viuda, un vecino de 37 años que escapa un poco al perfil tipo, porque él sí nació en Hontanares, después de que su padre llegara con nueve hermanos. «Cuando llegó el 'boom' inmobiliario –cuenta– empezaron a construir y de 230 vecinos, hemos llegado a lo que somos ahora. Primero se construyó una pequeña parcela, después 150 viviendas, otras 150, construyeron estas otras que eran unas 320, se creó el bloque de pisos, la urbanización Cueva del Gato… Y toda la gente que vino a comprar a Hontanares eran jóvenes en edad de tener hijos, así que se disparó la natalidad». A su lado, Juan Carlos añade: «Aquí, los que vinimos, tenemos todos dos o tres hijos, poca gente hay de uno, y algunos tienen hasta cinco».
«Yo vine a vivir aquí desde Cataluña», irrumpe en la tertulia improvisada a las puertas del bar Pedro Blanco, de 86 años: «El apellido es segoviano, porque mi padre era de La Granja», puntualiza. Este vecino llegó a Hontanares el 6 de noviembre de 2006 porque su mujer y él estaban cansados de Cataluña y, cuando vinieron a visitar a su familia a Segovia, vieron un cartel en el que se anunciaban chalets en este municipio: «Me trajeron y, según lo vi, dije 'pam, pam' y lo compré. Fue amor a primera vista». Pedro asegura que él no se iría de su pueblo, pero lamenta que está «un poco abandonado» y «dejado». Relata que antes había una frutería, una peluquería y una guardería por horas y «ahora solo hay 'un chino'», y denuncia también que, desde hace tres meses, en la tele solo se ven dos canales, «la cuatro y la cinco». «Aquí hay pasividad, mucha pasividad», se queja.
Uno de los factores que, en opinión de estos vecinos, frena al desarrollo del pueblo, es que muchas de las familias que viven en Hontanares no están empadronados porque tienen el colegio de los niños, el trabajo y el médico en Segovia. Por eso, según fuentes municipales, se calcula que en la localidad viven 1.000 personas más de las que figuran en el censo: «Podría haber más empadronamiento aquí para que hubiera más cosas», añade Belén.
Lo del colegio en Hontanares es una batalla que viene de largo, aunque no se sabe muy bien contra quién se libra. Desde que se produjo el 'boom' de nacimientos en las parejas que llegaron, los padres intentaron conseguir que se creara un colegio más allá de la escuela infantil que había. Belén recuerda que, hace diez años, fueron algunos de ellos con cacerolas a protestar a la sede de la Dirección Provincial de Educación de la Junta de Castilla y León en la capital. Pero lo único que se consiguió fue adaptar el centro cultural del pueblo, alternativa que no ha ofrecido nunca buenas condiciones, ni para los niños ni para los mayores que hasta ese momento hacían uso del centro.
Las carencias de este colegio que no es un colegio han salido a relucir con la llegada de la pandemia, ya que en este centro no es posible adoptar las medidas de seguridad que se recomiendan para frenar la propagación del coronavirus. El «parche» ha sido trasladar a los niños de forma temporal al colegio de Valverde del Majano, con transporte y comedor gratuitos. Esta medida no ha hecho «ninguna gracia» ni a los padres ni a los niños.
La alcaldesa de Hontanares de Eresma, María Vallejo (PSOE), regidora desde 2019, es una de aquellas jóvenes que llegó en 2008 y está igual de enfadada con la situación que el resto de los vecinos. Incluso un poco más, porque lo que le llevó a dar el salto a la política fue el deseo de que sus hijos tengan un futuro. «Queremos que Hontanares tenga los servicios públicos que necesita, que son muchos. Actividades sociales o culturales no se pueden dar en el pueblo, porque no hay espacio para darlas. Estamos intentando que deje de parecer un pueblo dormitorio, pero si tenemos tan limitados los servicios, la gente se va a buscar su ocio fuera», razona María. Conseguir avances es muy difícil. Como Hontanares no tiene tejido industrial, sus presupuestos dependen de los tributos de los vecinos, así que no hay «de dónde sacar». Tampoco hay una inversión pública por parte de otras administraciones. En este punto, la alcaldesa lamenta que el dinero que necesita Hontanares se despilfarre en otros municipios en cosas que no se van a utilizar nunca: «Se gastaron hace tres años 280.000 euros en hacer un polideportivo nuevo y en arreglar unos vestuarios en Abades. Dependiendo de quién seas y 'por ser vos quien sois' se dan una serie de infraestructuras y de detalles que no se nos dan a otros», critica la regidora.
En cuanto a inversión privada, la alcaldesa explica la realidad tras el famoso centro comercial abandonado, que albergaba aquellos negocios que ahora los vecinos echan de menos. La alcaldesa asegura que se trata de una nave industrial, que está dada de alta como tal y no como centro comercial y que no tiene licencia de primera ocupación, por lo que los negocios que albergaba eran ilegales. La regidora dice que las anteriores administraciones locales no solo dejaron esto pasar durante ocho años, sino que incluso el propio Ayuntamiento tenía un punto joven municipal en aquella infraestructura, que ella misma quitó en cuanto pudo, aun sabiendo que se ganaría una bronca con los vecinos. Cuando se relaje la situación sanitaria, el siguiente paso será obligar al propietario a que arregle la infraestructura o cierre el único local que queda, el bazar.
Algo parecido pasa con la tele. «Hontanares es un despropósito desde el minuto uno», comenta María, quien achaca el problema a que hace ocho años el Ayuntamiento compró un repetidor que no llegó a legalizar ni a mantener, por lo que ahora se ha estropeado y dejado al actual Consistorio con el agujero de 25.000 euros de desembolso para comprar uno nuevo. «Mucha gente joven, chalets nuevos y urbanizaciones que se hicieron muy bien, pero no se contó con las necesidades que iba a tener la gente del pueblo».
Vallejo se despide en la plaza del pueblo, mientras reúne a sus hijos, que corretean y juegan con muchos otros que han ido apareciendo a lo largo de la tarde. Lo hace con una mirada de enfado hacia el pasado por las cosas que se hicieron mal, pero, sobre todo, con mucha esperanza puesta en el futuro.
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