Uno de los mayores infortunios imaginables en nuestro día a día sucedió en el mejor lugar posible para encontrar la solución de emergencia. Un hombre de 82 años tuvo tan mala suerte de atragantarse con un trozo de filete mientras comía tranquilamente en un restaurante ... y tan buena de hacerlo en el local vecino a la comisaría de Policía Nacional. El Hotel Corregidor vivió media hora dramática el 21 de julio que terminó en alivio gracias a su ubicación privilegiada –no solo al lado de los agentes, que hicieron las primeras maniobras, sino del Hospital General– y a los esfuerzos de primeros auxilios, cada vez más presentes en la formación de los policías, obligados a ser la primera respuesta en accidentes de este tipo.
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El Norte
Una patrulla policial se disponía a entrar en el garaje de la comisaría a las 14:00 horas del pasado viernes, justo cuando los trabajadores del hotel vecino habían logrado sacar al accidentado, que tenía sobrepeso, a la calle en una silla de madera con la esperanza de que el aire fresco restituyera el flujo en sus vías respiratorias. Al ver el coche, vociferaron a los agentes, que llamaron por radio al resto de sus compañeros. «Justo entrábamos de tarde y salimos todos allí», recuerda uno de ellos. La primera pareja se encontró con un hombre muy desvanecido. «Estaba medio cianótico, tirando a azul. Había que sujetarle entre dos mientras otro hacía la maniobra de Heimlich».
Al minuto llegaron los refuerzos policiales y fueron relevándose para auxiliarle. El sobrepeso dificulta el acceso a esa parte clave entre el ombligo y las costillas, ese movimiento del estómago hacia arriba para expulsar el obstáculo. La maniobra debe hacerse de pie, por más que el hombre no respondiese a estímulos y tuviera la cabeza vencida. «Pensábamos que estaba medio muerto, pero sí que notábamos pulso, así que seguíamos. Y justo nos vino la luz a ver». Pasó un hombre con el coche, metió el coche hasta el hotel y ofreció su ayuda: «Soy médico». El dicho de que la realidad supera a la ficción se cimenta en sucesos así.
El médico verificó el pulso y animó a los agentes a que siguieran con su trabajo mientras él hacía el suyo, metía la mano en la boca del accidentado y sacaba un trozo de filete de su garganta. «Intentamos dar golpes fuertes a ver si desobstruíamos la vía aérea. Con nosotros echaba babas, pero el médico le metió la mano hasta muñeca. Nosotros no nos atrevimos tanto». La tarea coincidió con la parada de una ambulancia que pasaba hacia el hospital y que llegó antes de la que mandó el propio 112. «Vieron el jaleo y se pararon. La vocación de los sanitarios es impresionante».
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Una vez extraído el filete, tocó lidiar con las consecuencias por tanto tiempo sin respirar, paro cardiaco incluido. Tras media hora larga reanimándole, los sanitarios le trasladaron con vida al Hospital General. Este periódico ha intentado conocer su evolución desde entonces, pero la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León no ha compartido la información argumentando la normativa de protección de datos.
La formación de los agentes en primeros auxilios ha pasado de apenas una hora a la semana en 2006 hasta las seis horas que se imparten en estos momentos. El uniforme obliga a actuar, a romper la parálisis de un gran salón. «Cuanta más gente hay, nadie se atreve a hacer nada. Es la teoría de la masa». La maniobra de Heimlich, el masaje cardiaco o la posición lateral de seguridad son obligadas en cualquier servicio de emergencia. «Al ir de uniforme eres una diana, tienes que actuar rápido y decidido».
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No es la primera vez que este agente se encuentra con una situación límite. Una chica se había atragantado con un preñado en la avenida del Acueducto en una feria gastronómica. «Justo pasábamos por ahí y se me tiró al coche. Era más fácil, todavía respiraba. Le pegamos el golpe y lo escupió rápidamente. Y ella muy agradecida. Hay que pillarlo a tiempo». Lo mismo ocurre con otros desfallecimientos, por ejemplo, en casos de intoxicación etílica: el tiempo es esencial. La primera actuación en estas incidencias es colocar al afectado en posición vertical de seguridad hacia el lado del corazón para evitar que se ahogue con sus propios fluidos bucales.
Este agente pide que esa formación se extienda a toda la población. El primer paso en un atragantamiento –cuando la persona todavía puede hablar– es animar a que lo expulse. «No hay que dar en la espalda de primeras, a veces es peor». El acto reflejo cuando no puede respirar es echarse la mano al cuello. En ese caso, recomienda cinco pulsaciones de Heimlich seguidas de cinco golpes en la espalda entre las escápulas. «Sin partirle, pero hay que dar con el puño para que mueva lo que hay dentro de la vía aérea». Se trata de ganar tiempo hasta que lleguen los sanitarios. Ahí entran en juego los agentes, que suelen llegar antes. «Por eso tenemos que saber un poquito de todo».
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