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Fue de los primeros bazares que abrieron en Segovia, allá por los ochenta, al hilo de la fiebre del Todo a 100 o del Todo desde 100. La gente comprobó que podía comprar en ellos las mismas cosas que en otros comercios a un precio increíblemente asequible y estas tiendas conquistaron su propio hueco dentro del comercio de proximidad. Fue el caso de El Chollo, situada en el número 78 de la calle José Zorrilla, que cerrará para siempre el próximo 31 de diciembre.
«Mi padre convirtió este local, donde regentaba una ferretería, en un bazar de Todo a 100. El letrero de la puerta todavía lo dice: Todo desde 100 pts. Muy cerca de aquí habían abierto una tienda muy chiquitita de lencería, pintauñas... con artículos muy baratos. Al verla, pensó que igual le funcionaba una cosa parecida. Y sucedió. Abrió El Chollo y funcionó muy bien», recuerda Rosa de la Calle, que aún regenta la tienda junto a su hermana María del Mar.
Corría el año 1989. Han pasado treinta y cinco años, que no son pocos, y las cosas ya no son iguales que antes. «El negocio es rentable, lo sigue siendo, pero te tienes que mover mucho, mucho, mucho... Al principio fue un auténtico 'boom' y estábamos solos, era todo para nosotros; ahora está todo más repartido. Funciona, pero no como antes. Además, todos los almacenes que nos suministraban eran españoles; ahora, la mayoría son chinos».
Fernando de la Calle, el padre de Rosa y María del Mar, supo ver que aquello podía salir bien. El reclamo de lo barato no podía fallar. «Era fontanero y tenía muchos contactos, le conocía mucha gente. Pero lo del Todo a 100 fue determinante. Ibas a una librería a comprar un juego de reglas y menos de trescientas pesetas no te costaba. Poder comprarlo a cien pesetas no tenía competencia. Con los Todo a 100 la gente se volvió loca. Y no solo podías comprar barato material de papelería; ahí tenías, por ejemplo, un juego de tazas Duralex». Era, efectivamente, el reclamo de lo barato. «La gente no se lo creía del todo y pensaba que el material era malo o de baja calidad, pero se trataba de proveedores españoles, de marcas conocidas y contrastadas».
En realidad, en El Chollo han vendido de todo, desde disfraces de carnaval a flores para el cementerio. «Es que trabajamos todas las campañas, de Navidad a Navidad pasando por el carnaval, bodas y comuniones, cosas para el verano, la piscina y la playa, material escolar, flores en octubre, objetos de Halloween. Es que hay cosas todos los meses... La nuestra ha sido una tienda pequeña, con un espacio muy reducido, pero siempre tratamos de traer todo el material que podíamos, a fin de que todo el mundo encontrara en ella lo que estaba buscando. Recuerdo que empezamos vendiendo muchas cosas de cristalería, de ferretería, y al final hemos acabado vendiendo de todo».
No están siendo días fáciles para estas dos hermanas, especialmente para Rosa, que deja el negocio. El recuerdo del padre, fallecido hace trece años, está muy presente. «Después de tanto tiempo te da cosilla. Nos acordamos de él porque este local era suyo, llevaba ya años con él cuando lo convirtió en bazar. Aquí vendió bañeras, espejos... y ferretería. Como era fontanero, hacía trabajos por ahí y mi madre atendía la tienda», recuerda Rosa visiblemente emocionada. Al hilo de la jubilación de uno de los socios, los dueños del negocio se ven obligados a realizar un reajuste que, inevitablemente, conlleva el cierre del bazar de la calle José Zorrilla, aunque el situado en Ezequiel González, frente a la estación de autobuses, continuará abierto. «Llegamos a tener tres tiendas El Chollo abiertas a la vez: la de José Zorrilla, que fue la primera, la de Ezequiel González y otra en Gobernador Fernández Jiménez que ya cerramos hace siete u ocho años».
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Internet está causando estragos en el comercio tradicional, que en Segovia mengua a pasos agigantados. Últimamente, raro es el mes en que no cierra una tienda. La competencia de las plataformas de venta digitales está teniendo mucho que ver en ello; también la falta de relevo generacional.
«En El Chollo no hemos notado tanto la competencia de internet porque es difícil pedir una goma o un lápiz y pagar los gastos de envío. Hoy se compra de todo por internet, pero el tipo de artículos que trabajamos... Este ha sido siempre un comercio muy de barrio, con una clientela muy fiel. Surtimos a los centros educativos próximos, los colegios Villalpando y Diego de Colmenares, al instituto Andrés Laguna... Piden y suelo tener todo lo que piden. Hasta el Alkil, ese producto que de niños empleábamos para barnizar los trabajos que pintábamos con ceras... Lo que está claro es que el comercio tradicional no vive el mejor momento porque hay cosas con las que es imposible competir».
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