El hermoso y desconocido monumento de Segovia que reabre al público tras años cerrado
La Asociación Camino del Asombro inicia hoy las visitas al Monasterio de San Antonio el Real
Adentrarse en las estancias del Monasterio de San Antonio el Real es una experiencia que produce una profunda sensación de regreso al pasado. En el interior de este remanso de paz situado en el centro geográfico de la capital, la historia de reyes, santos y monjas se entrelaza con un legado artístico y espiritual único. La Asociación Camino del Asombro, que impulsa la revitalización de un monumento segoviano tan hermoso como desconocido, organizó ayer un pase previo a la apertura al público, prevista para hoy, festividad de San Antonio de Padua. Precisamente, este 13 de junio se cumplen cuatro años de la partida de las últimas clarisas que habitaron el inmueble.
El origen de San Antonio el Real se remonta a 1454, cuando el príncipe Enrique, futuro Enrique IV, recibió de su padre, Juan II, la finca del Campillo. Al convertirse en rey, Enrique cedió este espacio a la orden franciscana, aunque parte lo utilizó como pabellón de caza. Años después, Isabel la Católica, mediante bula papal, trasladó al inmueble una comunidad de clarisas que lo habitó más de cinco siglos. Vida espiritual y memoria dinástica se funden, pues, en las entrañas de San Antonio, también residencia vinculada a linajes y testigo callado de disputas por la corona.
Las visitas que Camino del Asombro pone ahora en marcha recorrerán espacios que nadie ajeno al convento ha pisado en casi seis siglos, dado el carácter de clausura del lugar. Uno de los más impresionantes es el pabellón de caza de Enrique IV, que incluye la habitación del rey, con un artesonado mudéjar de intrincada lacería. En ella está el cantoral real, manuscrito del siglo XV en el que puede verse una imagen inacabada del rey arrodillado ante san Antonio de Padua. Los escudos de Enrique IV y Juana de Avis decoran los techos y evocan su presencia en cada rincón.



El claustro, con su suelo original de piedra caliza y granito, y su lacería ataurique intacta, envuelve al visitante en una atmósfera de paz inmensa, como si el tiempo se hubiera detenido. Desde él se accede al Salón de Frailes, antigua sacristía mayor, otra de las joyas del recorrido. Preside el espacio una imagen de san Antonio donada por la reina Juana y rodeada de frescos, óleos y alfombras del taller de Cuenca. Su artesonado mudéjar, con motivos vegetales, el cordón franciscano y las llagas de san Francisco, es un despliegue de color y simbolismo. A continuación, la Sala Capitular, de forma ochavada, deslumbra con un artesonado mocárabe decorado con piñas, bellotas, uvas y escudos policromados en tonos rojizos, azulados y pan de oro. Un ejemplo único del arte mudéjar en España. La cercana sacristía guarda una curiosidad histórica: fue el lugar elegido por Isabel la Católica para ser enterrada, aunque finalmente descansó en Granada. Desde ella se acceder al refectorio, espacio bañado por la luz de cuatro ventanales que sorprende con sus pinturas, posiblemente realizadas por una religiosa en el siglo XVIII y retocadas por otras en épocas posteriores. La iglesia, con una portada gótica isabelina atribuida a Juan Guas, completa el recorrido. En ella destaca un retablo flamenco del siglo XV tallado en madera de nogal e integrado por más de cien figuras que narran la Pasión de Cristo con expresividad teatral.
Proyecto de futuro
La reapertura de este tesoro del patrimonio segoviano es el resultado del esfuerzo de la Asociación Camino del Asombro, las clarisas y la Junta de Castilla y León. Momentos antes de guiar la visita, Juan Ayres, presidente de la asociación, destacó el impacto emocional que puede suponer redescubrir un lugar así tras cuatro años sin vida. «Era el monasterio que estábamos buscando para nuestro proyecto piloto. El patrimonio es el petróleo de España, capaz de dinamizar el territorio y generar riqueza cultural y económica». Camino del Asombro lo gestionará a través de un modelo que incluye un área museística, zonas verdes colaborativas, una hospedería de silencio y, en el futuro, la posible recuperación de la vida contemplativa.

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Junto a Ayres estaba Mariuca Mesones, vicaria de la Federación Castellana de Clarisas, que relató el tortuoso camino para salvar el monasterio: «Cuando las hermanas se fueron en 2021, decidimos que este lugar debía seguir perteneciendo a la orden. No somos una inmobiliaria, pero encontramos en Camino del Asombro el aliado perfecto». Mesones subrayó la «emoción» de pisar los mismos suelos que Isabel de Trastámara y su hermano Alfonso, pues fue en San Antonio donde Enrique IV los alojó cuando ordenó su traslado a Segovia desde Arévalo.
Por su parte, el director general de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, Juan Carlos Prieto, que asistió a la visita, puso de manifiesto la relevancia de San Antonio como Bien de Interés Cultural (BIC) de primer orden. «La calidad de sus artesonados, retablos y armaduras es extraordinaria», dijo. Prieto alabó el modelo de gestión propuesto, basado en la investigación, la conservación y la explotación sostenible, y destacó la colaboración público-privada como clave del éxito. La Junta ha aportado 250.000 euros para que el proyecto arranque, «pero no se trata de gastar en tejas, sino de invertir en profesionales capaces de dar vida al patrimonio».
San Antonio el Real abrirá al público de miércoles a sábado con pases a las 10:00, 11:15, 12:30, 16:00, 17:15 y 18:30, y los domingos a las 11:30, 12:45, 16:00 y 17:15. Permanecerá cerrado lunes y martes. Las entradas, a 7 euros (general) y 5 euros (reducida), pueden adquirirse en la web de la Oficina de Turismo de Segovia o en la taquilla del monasterio (cinco minutos antes de cada pase, pago en efectivo o Bizum).
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