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Amparo Llanos exhibe a sus 54 años la ilusión de una adolescente. Repasa el final de Dover, el grupo con el que ella y su hermana Cris rompieron moldes en el rock español, y su pasión por seguir tocando. Por eso fundó New Day, junto a su compañero Samuel Titos (bajo) y Jota Armijo (batería). Esta madrileña analiza su papel como referente feminista, las escenas de su juventud en las que se inspira para componer y sus ganas de vivir. Su nuevo grupo actúa esta noche, a las 21:00 horas, en el Centro de Creación de La Cárcel.
–Dover consiguió incluir rock cantado en inglés en el circuito comercial español. ¿Cómo lo hicieron?
–Para mí sigue siendo un misterio, la verdad. Fue tan absolutamente impensable e increíble que una cosa así pasara..., porque cantábamos en inglés y porque Cris y yo éramos chicas. Que el público abrazara con gusto esa mezcla me sigue pareciendo algo prodigioso.
–¿Convivieron con el machismo?
–Es una cosa que llega hasta el día de hoy. El rock en general, y en nuestro país en particular, está considerado un feudo de los hombres. El hecho es que llegan mujeres, desde nosotras hace 20 años a la explosión que hay hoy, chicas que hacen lo que hicimos Cris y yo, música en nuestros términos.
–¿Cree que la prensa les invisibilizó? ¿Faltan referentes para las chicas rockeras?
–Siempre faltan, en la música y en cualquier actividad cultural. Lo que nos pasaba a Cris y a mí es que con cualquier cosa que hacíamos en el grupo se montaba un cirio de mucho cuidado porque estábamos sacando los pies del tiesto. Nos pasó en su momento y sigo pensando que la cosa está igual.
–En esta ola de feminismo, ¿juega la música un papel reivindicativo?
–Pues sí. Cualquier cosa que hagamos las mujeres que suponga colocarnos en el centro del universo es ya una reivindicación importantísima. Se pretende que las mujeres seamos objetos y no sujetos. Cualquier paso, por pequeño que sea, por expresar lo que somos en el mundo es fundamental. Me pongan las zancadillas que me pongan, que se las van a poner. A todas. Es muy importante la unidad entre nosotras, en la música y en todo lo demás. Aunque queramos atacar los problemas de manera distinta, hay que ayudarnos. En la música, hay que tener mucho respeto por lo que han hecho mujeres antes que tú y lo que están haciendo las nuevas generaciones, están todas muy conectadas. Esa genealogía es clave, sentir que estás arropada por arriba y por abajo.
–Explicaba que en Dover ya habían hecho todo lo que tenían que hacer. ¿Cuándo llega una banda a ese punto?
–Les pasa a casi todos los grupos. Hubo un momento en que sentíamos Dover, creativamente, como una pequeña jaula. Estábamos siempre demasiado vigilados, sobre todo Cris y yo, que éramos las que componíamos. Todos estábamos un pelín cansados y fue Cris la que dijo que no quería seguir. Yo quería porque me gustaba mucho la música, pero entendí que tenía razón y que debía hacerlo sola. Y para mí ha supuesto empezar de cero con una creatividad muy renovada.
–Autoeditaron el primer disco de New Day. ¿Qué trabajo hay detrás?
–Con el aborrecimiento que nos produjo, venga mails y contabilidades para arriba y para abajo, dejamos el segundo disco en manos de un sello. Durante años me he ocupado de ese lado burocrático, pero con desgana.
–Estuvieron en Segovia en el año 2007. ¿Qué imagen tiene de la ciudad?
–Pues tengo unos recuerdos buenísimos. Tuvimos que suspender el primer concierto porque llovió y hacía un frío horrible. Aquel verano nos pasó mucho, fue muy raro. Lo hicimos después en un campo de fútbol [en la ciudad deportiva de La Albuera] y el recuerdo es fantástico. La gente vino muy entregada y cariñosa. De hecho, nos hace una ilusión tremenda ir como New Day allí.
–Decía que los 'empezares' son lo mejor de un grupo. ¿Qué propuesta van a ofrecer?
–La mitad son canciones del último disco, 'Fever', y el resto, del primero, 'Sunrise'. Como somos un grupo muy nuevo, tenemos las ilusiones intactas y mucha energía en el escenario. Es una cosa que va en nosotros, en Dover había una energía muy fuerte, y en New Day también.
–Han pasado por estilos muy distintos. ¿Cómo definiría la música de New Day?
–Me resulta difícil… Creo que es rock, con melodías pop y muchas dosis de ganas de vivir.
–Cris no les reconoció cuando escuchó su primera canción. ¿Cómo fue aquello?
–Grabé una maquetita de tres canciones y se la mandó Samuel. Empezó a sonar 'Ten times twelve' y ella dijo: «Se ha confundido Samuel, me ha mandado un grupo con un chico cantando» [risas]. Luego se quedó pensando: «¡Anda, si son ellos!». Ella me había oído cantar a un nivel de coros y se quedó doblada. Nos pasó muchísimo, no me descubría nadie. De hecho, estrenamos 'Stay' sin decir quiénes éramos y tardaron un mes en identificarnos. Y creemos que porque alguien se chivó. Hubiera sido un anonimato maravilloso, incluso fantaseamos con ello. ¡Me habría encantado salir con unas caretas de cerdo todos los días al escenario!
–Las letras que compone en New Day son un ejercicio de introspección hacia momentos que usted considera importantes. ¿Qué escenas le inspiran?
–He basado todo el proceso del último disco en recordar las sensaciones que me producían las canciones que escuchaba con 16, 19 o 25 años. Muchas veces no recuerdo cómo eran aquellas canciones. O al revés, las he escuchado tanto que no me servirían de inspiración. Pero sí la sensación de cómo era mi vida entonces. Es la fuerza vital que tenía, cómo eran mis circunstancias. Es escuchar una canción y recordar con quién estabas entonces. No me inspiran las canciones, pero sí esas píldoras, esos momentitos.
–¿Qué valor personal tenía la guitarra que perdió recientemente y apareció después?
–Tengo dos guitarras Telecaster. Una la encargué a Los Ángeles en el 93 y es con la que toco en todos los conciertos. En 1997, cuando empezamos a hacer muchísimos conciertos, necesitaba una de repuesto por si se rompía alguna cuerda en el escenario y compré otra igual, esta vez en Madrid. Esta es la que desapareció. Mis dos guitarras son mis amigas, con las que he compuesto, mis compañeras. Hay quien puede pensar que son trozos de madera. La que desapareció no tiene mucho valor porque tiene muchas cosas estropeadas, pero es el cariño de haberme acompañado los últimos 25 años de mi vida. Cuando me las cuelgo y me pongo a tocar, tengo una unión con esa guitarra, me expreso a través de ella. Yo me entiendo y ella me entiende.
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