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Luis César, a la derecha, junto a su padre, Avelino, el pasado mes de febrero. El Norte
«Hablé con él y me dijo que se moría, y eso es muy duro»

«Hablé con él y me dijo que se moría, y eso es muy duro»

Avelino Cabrera, de 86 años, falleció en la residencia de Sanchonuño. Sus hijos lamentan que «no recibiera la atención que precisaba»

Carlos Álvaro

Segovia

Sábado, 5 de diciembre 2020, 08:22

«El día que me llamaron para decirme que tenía fiebre y que le habían puesto un antibiótico hablé con él. Me dijo que se estaba muriendo. Al día siguiente volví a llamar y no tenía ganas de hablar. La tercera vez ni se puso. Si el día de la primera llamada era viernes, se murió el martes. Es muy doloroso que tu padre te diga que se está muriendo y no poder hacer nada».

Avelino, el padre de Luis César Cabrera, murió el 7 de abril en la residencia de mayores de Sanchonuño. Tenía covid. O a eso apunta el parte médico –«asintomático con fiebre, 86 años»– porque no se le hizo prueba alguna. «Me llamó el médico y me dijo que estaba infectado, que lo iban a sedar, siguiendo el protocolo, para que en sus últimas horas no sufriera. Repliqué que si estaba enfermo, lo lógico es que lo llevaran al hospital, pero no lo hicieron. No hubo forma. Falleció en la misma residencia sin haber recibido ningún tipo de atención especializada. De ahí que estemos viendo la posibilidad de presentar una demanda contra la residencia, que ha cambiado de gestores, y contra el propio Sacyl. Lo único que pedimos es una compensación moral, porque lo que ha ocurrido en las residencias durante esta pandemia ha sido terrible», señala Luis César, que recuerda con profunda emoción aquellos días de abril: «Las visitas a las residencias se prohibieron a primeros de marzo y ya no pudimos volverlo a ver. Mi padre falleció absolutamente solo, sin ver lo que realmente pasaba. Después lo incineraron en Cuéllar y hasta el mes de junio no pudimos enterrar sus cenizas. Tanto mis hermanos como yo hemos estado muy mal. Se muere tu padre, no lo puedes ver, no puedes despedirte de él, no puedes estar con él en sus últimos momentos... La mella psicológica que deja todo eso es tremenda. Si le añades saber que no recibió la atención especializada que requería..., el dolor que sientes es inmenso».

En los primeros momentos de la pandemia, la covid se cebó despiadadamente con la residencia de Sanchonuño, como con tantas otras. La primera persona fallecida de coronavirus en la provincia de Segovia compartía mesa todos los días con Avelino. «Las cuatro personas mayores que se sentaban juntas a comer fallecieron en muy pocos días. Si el centro tenía veintinueve residentes cuando decretaron el cierre de las residencias, solo sobrevivió la mitad. Sientes indefensión porque observas que se cubren las espaldas poniendo en el parte lo de 'asintomático con fiebre, 86 años'. ¿Cómo sabes que es asintomático si no hay prueba alguna de por medio? Estamos recopilando información, pero es complicado encontrar una base legal para armar una demanda. Creo que el Gobierno central debería tomar cartas en el asunto y depurar lo ocurrido en las residencias de todo el país», dice Luis César con rabia.

Avelino Cabrera era de Pinarejos, un pueblecito de la provincia de Segovia cercano a Cuéllar. Siempre fue resinero, aunque hace cincuenta años cogió a la familia y se marchó a Madrid para emplearse en una fábrica de muebles. «Yo tenía ocho años –rememora su hijo– y la crisis de la resina nos obligó a trasladarnos a Madrid. Él ya trabajó allí, en Fuenlabrada, el resto de su vida. Peleó, luchó a brazo partido metiendo muchas horas todos los días para sacarnos adelante, a mis dos hermanos y a mí, para darnos unos estudios a los que decidimos estudiar... En fin, puedo decir que tuvimos una vida digna porque él era un luchador y un trabajador nato».

Luis César conoce muy bien el carácter de la generación a la que pertenecía Avelino, y lo subraya: «Esta gente fue la que levantó el país. Es lamentable haber perdido a muchísimas personas de esa generación en las circunstancias que todos sabemos. Vivieron la guerra de niños, conocieron la escasez, muchos el hambre, y después trabajaron todo lo que pudieron y más. Mi padre era un niño cuando estalló la guerra. Su padre, mi abuelo, se fue al frente y él se quedó con su madre. Después, con 12 años, ya iba con mi abuelo al pinar, a ayudarlo, con lo duro que era el oficio. Por la noche, al acabar la jornada, estudiaba. Es muy triste perderlos de la forma en que los estamos perdiendo», reflexiona.

El padre de Luis César llevaba en la residencia de Sanchonuño desde hacía casi tres años. Su esposa lo acompañó después, pero apenas ya estuvieron un mes juntos porque un cáncer se la llevó en poco tiempo. «Él estaba bien, acoplado. Últimamente no quería salir a ningún sitio porque allí se encontraba a gusto, y así nos lo decía. Lo que pasó después te deja moralmente machacado. Muchas familias nos sentimos desprotegidas y creemos que debe hacerse justicia, quedarnos tranquilas en la medida que se pueda. A ellos, a los que se han ido, nunca los olvidaremos».

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