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Un cámara de televisión se aproxima a la boca del colector de Valdevilla por la que salieron los presos políticos horas después de la fuga. EL NORTE

La gran evasión: 45 años de la fuga de Segovia

El 5 de abril de 1976, veintinueve presos políticos, la mayoría de ETA, consiguieron escaparse de la cárcel segoviana después de haber excavado un túnel que los condujo a un colector con salida en Valdevilla

Carlos Álvaro

Segovia

Lunes, 5 de abril 2021

A la una y cuarto de la tarde, mientras los presos almuerzan en el comedor, un oficial y dos guardianes pasan revista. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Están los cincuenta y cinco presos políticos, pertenecientes a distintas organizaciones, que cumplen condena en la cárcel. Tras la comida, algunos de los reclusos salen al patio, a jugar a la pelota, y otros ven la televisión. Aparentemente, la normalidad es absoluta. Pero veintinueve de los cincuenta y cinco se dirigen a los urinarios situados en la parte izquierda del patio. Allí, retiran la taza del retrete y se introducen por el agujero que pacientemente han horadado en la pared durante meses (en realidad, solo han tenido que ensanchar el canal del desagüe a lo largo de metro y medio). El 'túnel' los conduce al colector de aguas fecales que cruza el subsuelo de la prisión. Antes de afrontar la escapada, los presos se desnudan para poder desplazarse con más comodidad. En paños menores y zapatillas, inician la marcha, en fila india, bajo la gran bóveda del colector. El hedor es insoportable y han de taparse la nariz para poder avanzar. Los que van en cabeza abren camino valiéndose de linternas, porque apenas se ve. Al cabo de quinientos metros, aproximadamente, ven la luz que entra por la boca del colector, situada junto al puente de Valdevilla, en las traseras de la Central Lechera Segoviana. En la puerta del túnel hay una reja con catorce barrotes. Falta uno, que ha sido previamente serrado. Por el hueco van saliendo. Los esperan dos de los integrantes del comando que ha planificado la fuga desde el exterior de la cárcel. Solo ciento cincuenta metros los separan de la carretera de San Rafael, donde aguarda la furgoneta modelo Avia que debe alejarlos de Segovia. Suben de uno en uno y ocupan sus puestos... La casualidad quiere que un pastor que se encuentra en el lugar se percate de la presencia de la furgoneta. Le extraña la velocidad con la que se aleja el vehículo, pero no le concede la más mínima importancia. En la penitenciaría, mientras tanto, nadie ha caído en la cuenta... hasta el recuento de la merienda, sobre las seis menos cuarto de la tarde. La sorpresa es mayúscula cuando los guardianes comprueban que faltan veintinueve reclusos. No tardan en descubrir el agujero.

«Era el día de mi cumpleaños e iba camino de La Granja, en mi seiscientos, a merendar con una amiga. A la altura de Chamberí, me percaté del movimiento de policías y guardias civiles. Algo estaba pasando. Aplazamos inmediatamente los planes y me fui al cuartel de la Guardia Civil. Allí me enteré de lo que había pasado, por lo 'bajini', claro, porque nadie contaba nada de manera oficial. Avisé a mi compañero Benigno Santiño, pues siempre íbamos juntos, y ya estuvimos toda la tarde, de un sitio para otro, en busca de información para la primera crónica», relata Miguel Velasco, entonces corresponsal del diario 'ABC' en Segovia. Velasco y Santiño se acercaron a la boca del colector y estuvieron merodeando por los alrededores, que ya estaban muy vigilados. «Vimos la reja, que la habían serrado, e intentamos hablar con el pastor que decía que los había visto subirse a la furgoneta, aunque estaba muy huidizo y no quería contar nada a la prensa, por temor a represalias», recuerda con nitidez.

Arriba, interior del colector por el que se fugaron los presos. Sobre estas líneas, noticia de las detenciones en El Norte de Castilla del 7 de abril de 1976 y momento del arresto de Carmelo Garitaonaindia. EL NORTE
Imagen principal - Arriba, interior del colector por el que se fugaron los presos. Sobre estas líneas, noticia de las detenciones en El Norte de Castilla del 7 de abril de 1976 y momento del arresto de Carmelo Garitaonaindia.
Imagen secundaria 1 - Arriba, interior del colector por el que se fugaron los presos. Sobre estas líneas, noticia de las detenciones en El Norte de Castilla del 7 de abril de 1976 y momento del arresto de Carmelo Garitaonaindia.
Imagen secundaria 2 - Arriba, interior del colector por el que se fugaron los presos. Sobre estas líneas, noticia de las detenciones en El Norte de Castilla del 7 de abril de 1976 y momento del arresto de Carmelo Garitaonaindia.

Para entonces, fuerzas de la Policía Armada y de la Guardia Civil habían tomado posiciones estratégicas alrededor de la prisión y en los principales accesos a la ciudad. La Guardia Civil de carreteras estableció rigurosos controles de tráfico en toda la provincia y en el propio casco urbano de Segovia, y se pidieron refuerzos a la Escuela de la Policía Armada de Aguilafuente y a Valladolid. Era lunes por la tarde, pero había en la ciudad una calma tensa y un miedo generalizado que podía cortarse. «No se sabía, a ciencia cierta, si se habían ido todos de Segovia o se había quedado alguno. Había policías y guardias civiles en todas las calles. Pasábamos con el seiscientos por la plaza de los Leones cuando nos dieron el alto. Recuerdo que el agente, que estaba muy nervioso, metió la metralleta por la ventanilla. Nos identificamos y nos dejaron continuar nuestra labor. Ahora se cuenta como una peripecia, pero era un momento muy complicado. Todavía no había democracia y la cuestión de ETA estaba candente. Lo pasamos mal aquella noche. Es una de esas coberturas que te quedan grabadas para siempre. No habíamos salido a hacer una información sobre la Pantoja, precisamente. Era algo peligroso y entrañaba riesgos», añade el periodista.

Tampoco resultaba fácil contar lo que había ocurrido. Como el silencio oficial era absoluto, los rumores y las versiones se dispararon en las horas posteriores. Se llegó incluso a creer que los fugados estaban en Madrid, pero lo cierto es que habían abandonado Segovia camino de la frontera franco-navarra. Al día siguiente, el Ministerio de Justicia difundió los nombres de los fugitivos. Eran Luis María Aizpurua Berasategui, Ángel Amigo Quincoces, Víctor Arana Bilbao, Ramón Auteneche Marco, José Beguiristain Aranzasti, Ignacio García Arambarri, José Luis García Fernández de Luco, Carmelo Garitaonaindia Garnacho, Ignacio María Garmendia Otamendi, Manuel Gaztelumendi Zabaleta, Enrique Guesaraga Larreta, Jesús María Ibarguchi Sampedro, Manuel Isasa Iturrioz, Juan Ignacio Iturre Totorica, Fernando Izaguirre Izaguirre, Francisco Jaca Aranáldez, Miguel Agustín Lascurain Mantilla, Jesús María Muñoz Galarraga, Ignacio Orbeta Berriatua, Rufino Serrano Izco, Miguel Ángel Unanue Lobato, José María Yarza Echenique, Luis Armando Zabalo Bilbao, Juan María Zubimendi Ymaz, Carlos García Solé, Ramón Llorca López, José Luis Pons Llovet, Oriol Solé Sugranes y Federico Sánchez Juliachs. La mayoría pertenecían a ETA y cinco eran catalanes.

Detalle del cartel de la película 'La fuga de Segovia' (1981).

El suceso que Uribe llevó a la gran pantalla

La evasión, que había tenido un precedente fallido, en la misma cárcel de Segovia el año anterior, trajo en jaque a las fuerzas de seguridad del Estado durante aquellos días de la primavera de 1976, cuando el primer Gobierno de la Monarquía daba síntomas de división, el presidente Arias Navarro se aferraba al legado del dictador fallecido y las voces en favor de la amnistía eran un clamor. El suceso llamó tanto la atención, tenía tanto significado en aquella España que ansiaba la democracia, que en 1981 el director cinematográfico vasco Imanol Uribe lo llevó a la gran pantalla en la película 'La fuga de Segovia', Premio de la Crítica ese mismo año. Para el rodaje, Uribe contó con la estrecha colaboración de Ángel Amigo Quincoces, uno de los veintinueve presos que huyeron de la penitenciaría segoviana. La película está basada en los hechos reales. Amigo había relatado ya el suceso en 'Operación Poncho', libro que publicó en 1978.

Para la pequeña historia de Segovia quedan los testimonios que la prensa de aquellos días recogió, como el del recordado Manolo el Andaluz, cocinero y limpiabotas. Este hombre, estando preso en la cárcel por un delito común, había conocido a los presos que protagonizaron la fuga. «Se gastaban mucho dinero en comer. Lo recibían de sus familiares, y compraban los alimentos en una especie de economato que tiene la cárcel. Muchos de ellos se pasaban el día leyendo; otros, estudiando. No tenían mucho trato conmigo, tan solo el imprescindible, pero tampoco me dijeron nada que pudiera molestarme», contó a la prensa.

Las investigaciones realizadas con posterioridad demostraron que los presos habían disimulado la perforación con una tapa, a su vez cubierta con seis de los azulejos del alicatado. Las piezas estaban adheridas a un bastidor de cuatro tablas con cemento. La tapa tenía en el reverso dos anillas que permitían su adaptación a la pared sobre la que se había llevado a cabo la excavación. La vigilancia no reparó en ello. «Siempre me pregunté por qué no se dieron cuenta habiéndose escapado veintinueve reclusos. No es un número bajo. Además, era evidente que estaba preparado con tiempo y sabían todo lo que había debajo de la cárcel para poder huir. Cuando fuimos conociendo lo ocurrido no dábamos crédito. Nos parecía increíble», apunta el periodista José Castrillo, que informó del suceso para Radio Segovia: «Me enteré por casualidad: pasaba por la cárcel cuando vi a un guardia civil salir por una tapa de registro que había delante de la puerta. Me fui inmediatamente a la Comisaría. Nadie te decía nada, pero allí me quedé hasta que pude informarme de todo».

«En esos momentos no estaba claro si se habían ido todos de Segovia o se había quedado alguno»

miguel velasco

«Era evidente que estaba preparado con tiempo y sabían todo lo que había debajo de la cárcel para poder huir»

josé castrillo

A las veinticuatro horas de la fuga, los reclusos huidos de Segovia habían sido detenidos en su mayor parte. También tres de las personas que los habían ayudado a escapar. La Policía pudo saber que llegaron a la localidad navarra de Espinal hacia las diez de la noche del mismo día 5. La frontera francesa quedaba a cinco kilómetros escasos. Los fugados se dividieron en dos grupos y a las dos de la madrugada tuvieron el primer enfrentamiento con la Guardia Civil, cuyos efectivos consiguieron detener a diez durante la noche. Por la mañana, otra patrulla apresó a catorce más después de un tiroteo en el que murió el activista catalán Oriol Solé y otro de los presos resultó herido. Ocurrió a ochocientos metros de la localidad de Burguete. La Guardia Civil localizó y detuvo a Carmelo Garitaonaindía y Enrique Guesaraga días más tarde en el alto de Ibaneta, casi en la raya de Francia.

Cuatro de los presos lograron alcanzar el país vecino, donde la noticia tuvo mucha repercusión ('Le Monde' había titulado en portada, con grandes caracteres, «La Grande Évasion»). Carles García Solé, Mikel Laskurain, Koldo Aizpurua y Jesús María Muñoz habían permanecido escondidos en una casa de Espinal. Una vez en Francia, fueron confinados por el Gobierno galo en la isla de Yeu, de la que también escaparon. Decretada la amnistía en 1977, pudieron regresar a España.

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