![Así ganó Pancho Ahumada con Chile su 'final' del Mundial](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2025/02/06/ahumada2-kdwD-U230776429641d4C-1200x840@El%20Norte.jpg)
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Francisco 'Pancho' Ahumada (19 de julio de 2001) fue seleccionado casi de rebote para su primer Mundial hace dos años en Polonia y se ganó la llamada del Balonmano Nava. Desde su llegada, apunta en una libreta su eficacia: los goles que marca y los que no. Estudioso a la médula –hasta en los entrenamientos sabe sus porcentajes–, repitió el mes pasado convocatoria con Chile, como un jugador más maduro de una selección más madura que superó la primera fase por primera vez. Lo hizo con una victoria ante Japón (31-26) en la que el extremo derecho marcó siete goles. Pero matiza. «Siete de ocho, fallé una, la penúltima». La perfección del finalizador, de un tipo humilde. Quizás su club no pueda presumir de tener un campeón en sus filas como hace el Barça con Emil Nielsen, pero Pancho volvió con una sonrisa aún mayor.
Pancho se crio en Valparaíso, a poco más de una hora de Santiago de Chile, en un colegio con tradición de balonmano donde su madre era profesora de Educación Física. «Pero a mí siempre me gustó más el fútbol». Hasta que se topó con una barrera a eso de los 14 años. «Yo quería ser profesional y llegó un punto en el que quizás no me estaba dando. Lo estaba pasando mal, me cambio al balonmano. Es menos competitivo. En el fútbol sabes que de los 16 que hay en tu generación van a llegar dos. Haces amigos, pero la forma de relacionarse es diferente». Así que aquel jugón –era el 10, volante ofensivo– se fue con el talento a otra parte y empezó a hacer diabluras con las manos. Fue a un torneo con el equipo de la ciudad y un entrenador le propuso probar con la selección chilena cadete. Fue mejorando y se ganó la camiseta para el Mundial juvenil. «Ahí empiezo a pensar que igual me puedo dedicar a esto, pero llega la pandemia».
Las restricciones en Chile fueron estrictas y no entrenó prácticamente en todo 2020. Cuando cumplió 18 años, se matriculó en Derecho, pero solo podía estudiar online. En esas, llegó una oferta de Eslovaquia y recuperó una ambición deportiva que entonces estaba más decaída. «Me iban a dar comida, un piso y unos pocos euros. Ya era más de lo que tenía». Desde allí fue internacional por primera vez e hizo las maletas a Italia, un club más profesional y una oferta mejor. «El doble, por así decirlo, que no era mucho», sonríe. Y dejó a un lado las leyes cuando su universidad le exigió presencialidad.
Así acabó para su sorpresa en Polonia 2023. «Mucha felicidad porque no me habían convocado en ese periodo y, de la nada, me llaman para el Mundial». Como era de los más jóvenes, sufrió la novatada –que ya no se hace– y eligió que le cortaran el pelo a una ceja. Lo jugó todo porque pese a su bisoñez era el extremo derecho veterano. En su libreta tiene apuntados los 25 goles que marcó y las derrotas por un gol ante Montenegro e Irán. Fueron eliminados en la primera fase.
Cuando desembarcó en Nava destacó por su talento en la finalización, pero tras una temporada y media es un jugador más completo. «A nivel defensivo y táctico he aprendido mucho. En otros países, hay dos jugadas, un extremo solo se dedica a correr, es todo más físico; aquí he aprendido el balonmano, por qué se hace tal cosa, me han hecho mejorar y así he podido aportar más al equipo». Porque para jugar hay que estudiar. «Al principio me mandaban una jugada y no me enteraba de nada. Este año he podido robar más balones, sacar más faltas de ataque». También dispara mejor, algo que explica por la calidad de los porteros. «Te inspiran para hacer nuevos lanzamientos. Antes tenía el largo abajo y el corto arriba; ahora tengo más variedad». Su filosofía cuando se enfrenta al portero es improvisar. «Trato de no pensar. Si salto mucho y lo supero en el aire, tengo el largo ganado, pero si se me mueve, lo hago en respuesta a eso, jugando con la cabeza del portero. Cuando predetermino un lanzamiento, me la atajan casi siempre».
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Su salto es el de la selección, antes sustentada en Erwin Feuchtmann –lateral de Tolouse y ex de Ademar– y los Salinas, del Bidasoa. La experiencia de su generación en ligas de alto nivel como la Asobal ha aumentado la nómina de secundarios. «De juego no estuvimos tan lejanos como en los torneos anteriores contra los equipos europeos; ya a nivel físico, en los segundos tiempos nos mataban». Se tomaron los dos primeros duelos ante España (31-22) y Suecia (30-42) como anticipo para jugarse el pase ante Japón. La clave fue un ritmo más lento, frenar el correcalles nipón. «El equipo casi ni rotó, estuvimos ocho o nueve jugadores ahí los 60 minutos. Era el partido que teníamos que ganar, luego ya estábamos muertos».
Con todo, dieron la cara en el primer partido de la segunda fase y tutearon a Brasil, que resolvió al final (24-28) un partido competido y polémico. Fue a saludar a Matheus Buda, su nuevo compañero, cuando se cruzaron en el hotel: «¡Nos vemos luego en Nava!» Él tardó unos días más, pues cayó en cuartos, pero Chile no tenía más en la recámara y cayó ante Noruega (22-39) y Portugal (46-28). Pero Ahumada se llevó una alegría hasta en las derrotas porque los países nórdicos, que albergaban el evento, tienen a mucho exiliado chileno de la dictadura. «Fue muy bonito ver la grada llena». Como en casa.
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