Una mujer pasea un cochecito de bebé frente al expositor de revistas y periódicos de un quiosco. Antonio de Torre

Segovia

El futuro de los quioscos, en el aire ante el vencimiento de la concesión

Los propietarios plantean discutir los usos de once puntos de venta, de los que solo cuatro siguen en activo, en busca de otros modelos de negocio

Lunes, 13 de mayo 2024, 08:54

El futuro de los quioscos pende de un hilo. La utilidad de un punto de venta rápida funcionaba por un cliente de masas que durante décadas fue fumador o consumidor de prensa. Pero el tabaco es un enemigo social y las viejas generaciones de lectores ... se van apagando sin relevo. Un contexto que ha llevado al cierre a siete de los 11 quioscos que tenía la capital hace casi dos décadas. El negocio sigue siendo rentable para los que siguen, pero su concesión municipal de 20 años vence en 2026 sin una salida clara. Primero, porque su edad media está entre los 50 y 60 años. Y segundo, porque ese acuerdo, rubricado en 2006 por Pedro Arahuetes como alcalde de Segovia, toca a todos, también a los cerrados. El sector planteará al Ayuntamiento renovar la concesión y buscar juntos nuevas fórmulas para que sean rentables.

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La Asociación de Vendedores de Prensa Segoviana incluye a vendedores de prensa locales y llegó a contar en sus tiempos boyantes con unos 150 miembros en toda la provincia, pero sus datos más recientes han visto menguar las cifras por debajo de los 70. «Es la evolución de la prensa», resume su presidente, Juan José Jiménez, ya jubilado, que habla de una pérdida de ejemplares de hasta el 70% en algunas cabeceras. A principios de siglo, los periódicos representaban el 70% de los ingresos de un quiosco, una cifra que ha caído dos décadas después en algunos casos por debajo del 50%.

Lo mismo sucede con la estacionalidad. Antes, el fin de semana era una época de compra masiva, días en los que un negocio vendía más de 650 ejemplares; ahora, con los niveles más bajos, se nota menos la llegada del sábado o el domingo y se vende menos de una tercera parte.

En algunos casos, la venta de periódicos ya supone menos del 50% de los ingresos que perciben los negocios

Las revistas han paliado la caída en la venta de periódicos; en parte, porque son artículos más caros y dan más beneficio unitario al quiosco. «Vendes una revista por 12,50 euros. ¿Cuántos periódicos has vendido en un momento?», resume Jiménez. Un modelo de lectura más reposada que no ha cercenado tanto internet; más bien, al contrario, ha servido de difusión. La realidad más reciente es que cada quiosco recibe unos 150 periódicos diarios y vende en torno al 70%. En el otro extremo están los cromos: hay que vender muchos para sacar rentabilidad.

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Concesiones y titularidad

Los quiosqueros ampliaron su reducido espacio vital: del metro cuadrado total, se quedaba aproximadamente en la mitad. Se adueñaron de él tras un acuerdo con el Ayuntamiento de Segovia, que renovó sus concesiones en 2006 y les permitió retomarlas en el mismo lugar en el que estaban, una tarea que emprendieron con esfuerzo y la financiación de la extinta Caja de Ahorros. Así paliaron un problema histórico con las temperaturas, pues aquellas casetas vetustas no estaban cerradas herméticamente. Y ganaron amplitud, ya que donde antes podían colocar unas pocas revistas habilitaron espacio para más de 300: un auténtico reto cromático para un decorador. Una vez que los quiosqueros presentaron los proyectos, el Consistorio decidió un color unitario.

Los quiosqueros se pasaron varios años corrigiendo los comentarios de sus clientes: «¡Vaya quiosco os ha puesto en Ayuntamiento!» La titularidad es suya, por mucho que la mayoría sean propiedades varadas en la vía pública. Y que tendrán voz a la hora de trazar ese futuro. Jiménez era el más mayor de los supervivientes. «Yo me jubilo, pero después de mí vienen los demás». Quedan los puntos de venta junto a Correos, la Estación de Autobuses, Cristo del Mercado y San José.

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El sector escuchará propuestas que pueden incluir reformas en los quioscos para vender otros productos

Pese a los cierres, el negocio subsiste. «Ha habido una venta continua, cada uno tira de una cosa». El tipo de negocio lo determina la ubicación. «Cada quiosco tiene su clientela». No solo en cuanto al volumen, sino también en cuanto al tipo de artículos: la proximidad a un colegio hará que uno venda más chucherías que otro más lejano. Y la rentabilidad la marca cada propietario, que cuadra horarios con o sin ayuda de terceros.

«No es boyante», resume el presidente de la asociación. Sus compañeros asumen ingresos modestos por la misma lógica que otros comerciantes tradicionales de edad avanzada: cada día de cotización es un fin que justifica los medios. Su relato es el de una profesión esclava por esa relación de fidelidad que implica la venta diaria que muchas veces se transforma en dependencia. «No es fácil irse de vacaciones», apostilla.

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El modelo clásico ya no hace rentable a un quiosco. «Cada vez se vende menos. La prueba está en que la mayoría de los pueblos ya no tienen quioscos». Así que la lectura llegaba a confines remotos de la provincia gracias a la voluntad de unos pocos. Como un carnicero que hacía acopio de revistas cuando pasaba por la capital para llevarlas al pueblo porque no podía comprarlas allí.

Nuevas fórmulas

«Tengo mil ideas para que un quiosco siga funcionando», promete Jiménez, que como otros compañeros ve su punto de venta como un legado personal, como un hijo. «Me gustaría que se quedara y lo ocupara alguien porque no deja de ser un puesto de trabajo. Algo especialmente importante si pensamos que son personas de avanzada edad».

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Así que el sector escuchará propuestas que pueden incluir la reforma del quiosco para vender otros productos. Hay modelos más o menos desarrollados a lo largo de la geografía nacional con reconversiones hacia cafeterías ambulantes o bollería —incluso automáticas—, puntos de exposición o librerías.

El Consistorio es el titular del suelo y el que tiene que autorizar el tipo de actividades que allí se desarrolle. La concesión en vigor está contemplada para la venta de prensa como actividad principal. Pero el gremio asume que ese modelo no será suficiente para mantener la viabilidad de los quioscos.

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El Ayuntamiento es el titular del suelo y el que tiene que autorizar el tipo de actividades que se desarrollen en el futuro

«Se trata de negociar con el Ayuntamiento». Una labor que asumirá Jiménez, aunque esté jubilado. «Yo los monté y por mi parte quiero mantenerlos». El primer reto es dar a las cuatro quiosqueras que quedan un incentivo para seguir unos años más hasta su jubilación. De lo contrario, la distribución futura de la prensa corre peligro en la capital.

«No sirve de nada que un señor de una panadería tenga tres periódicos de cada; no puede tener 40», considera. Como el margen de beneficio es cada vez menor porque se venden menos ejemplares, es más difícil que los quioscos lleven periódicos a otros pueblos; no hay que irse al nordeste, el simple traslado al alfoz rara vez es rentable. Precisamente, en los casos en que se mantiene es más por fidelidad con clientes de toda la vida.

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El uso del resto, los que ahora están cerrados, dependerá de la circunstancia de cada uno. Algunos como el de La Fuencisla tendrían más fácil que otros sumar una barra de hostelería —una solución ante el cierre de bares en algunos barrios de la ciudad—, quizás convertir en puntos más estable unos comercios que siempre fueron de paso. Lugares en los que no se puede guardar cola ni aparcar, pues no podrían competir con otros locales más cómodos. Uno de los pilares del proceso es tratar el proyecto quiosco por quiosco.

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