Silvia García y Azucena López posan junto a una de las freidoras de su churrería. ANTONIO TANARRO
Segovia

El frío despide los helados y da la bienvenida a los churros y castañas

Los comerciantes de estos productos hacen frente a la subida de los costes en un periodo donde el nivel de oferta y demanda es cambiante

Domingo, 4 de diciembre 2022, 00:12

El invierno está cada vez más cerca, muestra de ello son las primeras cifras en negativo de los termómetros segovianos. El frío entierra el mercado de los helados y los castañeros disparan sus ventas. De modo parecido sucede con los churros que, aunque su consumo ... es estable durante todo el año, su mejor temporada coincide con la despedida del calor.

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En las céntricas calles de la capital segoviana comparten espacio negocios que, o bien esperan ansiosos la llegada del frío para aumentar las ventas, o bien buscan alternativas para alcanzar los meses de verano. Es una cuestión que se repite cada año, pero cada temporada sorprende con nuevos matices.

«Normalmente a finales de septiembre ya quito los helados y este año ha sido un mes maravilloso»

CRISTINA GIVAJA

Pastelera y heladera

Al contrario que en anteriores ejercicios, la venta de helados ha aguantado «muy bien» hasta octubre, asegura Cristina Givaja, propietaria de la pastelería Limón y Menta, que cuenta con un amplio catálogo de helados. Según la Agencia Estatal de Meteorología, octubre ha sido el mes más caluroso de la historia desde que se tienen registros en 1961, lo que prolongó la venta de los refrigerios. Lo mismo sucede con el verano, «las cifras han sido mejores que otros años», añade.

Habitualmente, la pastelera se aprovisiona en mayo y retira los helados en septiembre, cuando en esta ocasión este último mes ha sido «maravilloso». Todo cambió a mediados de noviembre, cuando el frío hizo mella en los gustos de turistas y segovianos y la demanda de helado cayó en picado. Givaja decidió quitar este producto de sus congeladores, «tan solo quedan unas sobras para liquidar», indica.

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«Este verano hemos vendido muchos helados por el calor, aunque todo depende del turismo»

BARBARA STREK

Heladera

Esta decisión no está entre las posibilidades de Barbara Strek, gerente de la heladería Carte D'Or. Su producto esencial es el helado. «De vez en cuando nos los piden, pero es en ocasiones extremadamente puntuales», lamenta, quien a su vez asegura que si hay turismo, «se vende todo». Pero los meses invernales no ofrecen los mismos datos de visitantes que la época estival, de ahí la necesidad de diversificar sus especialidades. «Aguantamos el inviernos con el chocolate, café, gofres y crepes, que muchas veces se acompañan de una bola de helado», sostiene.

Olor a castañas asadas

Los helados dan paso al olor de las castañas asadas. «A principios de octubre, cuando meneaba la castaña, bromeaban con que me iba a quemar del calor que hacía», recuerda Jhoanny García, al frente de uno de los puestos castañeros. A su juicio, para obtener buenos resultados «es necesario que ataque mucho el frío, pero no la lluvia, pues espanta a la gente». Estos días, aunque el clima no haya acompañado, la vendedora mantiene las buenas previsiones.

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No comparte el mismo pronóstico Julián, que anticipa una venta «bastante floja», a pesar de la recuperación tras la pandemia. A ello se suma que el precio del producto se ha incrementado en un euro más el kilo respecto al año pasado, lo que provoca que las ganancias hayan disminuido. No obstante, esta cifra varía según el mercado, el proveedor o si son esteralizadas, lo que evita que «salgan malas». Mientras que el castañero ha preferido no tocar el precio, Jhoanny ha tenido que subirlo 50 céntimos. «Este año, por la sequía, ha venido muy mal la cosecha de castaña... y de todo», lamenta Julián.

«El kilo de castañas ha subido un euro por la mala cosecha; casi no hay»

JULIÁN

Castañero

Hay pocas reservas almacenadas y la cosecha prácticamente ha terminado. ¿Los resultados? «No hay castañas», insiste el vendedor. En concreto, detalla que donde antes cogía hasta 600 kilos ahora tan solo se han producido 30. Por ello, prevé no llegar a marzo, fecha en que se termina la concesión de la licencia para la ubicación del puesto de castañas. «Me esperaba otra cosa», afirma decepcionado, quien se atreve a pronosticar que este oficio poco a poco irá desapareciendo -tanto de venta como de recogida de castañas- al haber poco relevo generacional.

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Temporada de churros

Mejores noticias traen consigo los churros, cuya demanda se mantiene estable todo el año. Sin embargo, con la llegada del frío y del otoño, la venta «se dispara», a lo que se suma el chocolate caliente. Una situación que continuará al menos hasta marzo. «Es nuestra mejor época», se alegra Silvia García, propietaria de la churrería segoviana Mar-Mel. «En verano la gente no pide tanto chocolate, pero vendemos otras cosas, como cruasanes», sostiene. En esta época «contamos con terraza, viene más gente y compensa», matiza Azucena López, también al frente del local.

La pandemia generó un hábito de compartir un desayuno especial con los familiares por medio de la recogida en el local para llevar a los hogares. Esta costumbre ha llegado para quedarse, especialmente los domingos, «cuando estamos desbordados», matiza. De hecho, han tenido que aumentar la plantilla. «Trabajamos casi el doble», especifica la churrera, cuyo despertador suena cada día a las 3.30 horas porque a las 5.00 abre la tienda. En suma a ello, a las 6:30 comienza el reparto de churros y porras a bares, así como al Hospital General de Segovia. Asimismo, están muy presentes en las redes sociales, de ahí que su clientela sea cada vez más joven, aunque los más fieles son los pensionistas.

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2.000churros cocinan en la churrería Mar-Mel un día normal, cifra que aumenta los domingos

«Un día normal se hacen 2.000 churros y unas 250 porras», estima. Son buenos datos, aunque este año tienen que hacer frente al aumento del precio del aceite de girasol, que se ha triplicado, a la subida de la harina, los combustibles o la luz. La factura de esta última se ha duplicado, «es lo que nos está matando, pues tenemos unas freidoras muy potentes», asevera la propietaria. Han repercutido este incremento, cada unidad vendida cuesta cinco céntimos más. «Los clientes apenas notan la subida y nosotras podemos hacer frente a los sobrecostes», concluye, ya que al final del día esa pequeña cantidad pasa a ser significativa en su conjunto.

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