Juan Antonio Sanz, director del instituto Mariano Quintanilla, posa en su despacho con orlas de algunas generaciones del centro. Óscar Costa

La fórmula del Mariano Quintanilla para gestar las mejores notas de la provincia

El centro segoviano que más veces ha tenido al alumno con mejor calificación en la EBAU habla de talento, familia y espíritu competitivo

Sábado, 3 de agosto 2024, 14:07

El instituto de Educación Secundaria y Bachillerato Mariano Quintanilla es el centro educativo de Segovia que más veces ha tenido al alumno con la mejor nota en las pruebas de acceso a la universidad en la provincia en la última década: cuatro de los últimos ... diez campeones de la tradicional selectividad proceden de su cantera. Pero cuando su director, Juan Antonio Sanz, escucha sus nombres –Pablo Hernández (2015), Elena Fraile (2017), Samuel Andrés Sedwick (2018) y María Muñoz (2020)– no se queda satisfecho. «Te das dejado por ahí gente muy buena». Una trayectoria de premios extraordinarios de Bachillerato para completar la lista. Y cita a Antonio Tabanera, un alumno sobresaliente, como otros, con una historia especial porque la Universidad Politécnica invitó a Sanz a su graduación –Ingeniería Aeroespacial con un 9,69 de media– para entregarle una placa que luce en su despacho como agradecimiento por ser su cantera. Pero el título de campeón de la EBAU de 2018 se lo llevó su compañero.

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Sanz relata la fórmula de una pelea de décimas entre alumnos excelentes. Ninguno de esos cuatro nombres ganó el premio extraordinario de Bachillerato, una suerte en la que el Quintanilla también lidera la provincia en el último lustro: tres de los cinco últimos y un segundo puesto. La campeona inicial de la EBAU en 2017 fue Claudia Rincón, también alumna del Quintanilla, pero la revisión posterior de su compañera la desbancó. Detrás de esa excelencia académica, el director habla de la familia como el factor fundamental. «Que te apoye, que valore lo que haces y que esté encima para que des lo mejor de ti». La prueba está en que Rincón o Hernández tienen otros hermanos con «excelentes resultados académicos». Padres «completamente encima» ante cualquier trabajo. «Ayudando, buscando bibliografía… El trabajo al final lo hacen ellos, pero hay alguien detrás empujando».

Otro factor es el «amor propio» por mantener esas notas altas. «Estos chicos tienen expedientes en Bachillerato cercanos al 10 de media». Una labor que empieza el primer día de ESO. «Esto no surge espontáneamente; el chico que va relajado en Secundaria y luego pretende darlo todo, nunca lo alcanza. Seguramente en el colegio tenían una trayectoria similar. Cuando llegan al instituto, ya llevan mucho avanzando en hábitos de trabajo o interés». Y el talento, claro, que aflora en los detalles. «Te llegan a sorprender a ti como profesor en los exámenes. No se me había ocurrido este planteamiento… Esto salta a la vista en el minuto 1».

«No los más talentosos son los que tienen mejores notas«

Juan Antonio Sanz

Director del instituto Mariano Quintanilla

Y la ambición, ejemplificada en Tabanera, atleta. «Ese espíritu competitivo hace que en determinados momentos se dé un pasito más». Algo que estos alumnos muestran en competiciones como las olimpiadas entre centros sobre matemáticas, física o química. «Es más fácil sacar buenas notas en un expediente académico que en unos exámenes que haces en dos o tres días uno detrás de otro. Estos alumnos lo vuelven a dar todo, por si acaso. Y los deportistas dan mejor resultado en este tipo de pruebas».

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Esa madurez que va más allá de su edad se traduce en cómo gestionan los bajones que también ellos tienen. Si sacan un siete, piden al profesor herramientas para subir esa nota. Y asumen su rol diferente respecto a los compañeros. «Tienen claros sus objetivos y van a por ello. Algunos de estos buenísimos han estudiado Medicina y saben que tienen que sacar un 13 y pico». Y sus compañeros lo entienden. «No les colocan el sambenito de empollón. Los demás no están dispuestos a hacer lo que ellos hacen y a lo mejor tampoco tienen capacidad para ello». Un camino que muchos tienen claro desde muy jóvenes, mientras sus compañeros llegan a su última primavera deshojando la margarita de estudios.

Tras décadas de experiencia, Sanz, de 63 años, concluye: «No los más talentosos son los que tienen mejores notas. Me recuerda a las excentricidades de los genios; cuando algo no les gusta, no lo hacen». Explica cómo para descubrir el talento hay que poner pruebas «dificilísimas» y que estas «notazas» de la EBAU no brillan en ellas como otros chicos con peores expedientes. «Para llegar a la mejor nota de la provincia tienes que sacar unas calificaciones buenísimas en todo. Hay chicos con un talento espectacular para las ciencias, pero hay que estudiar literatura y ahí a lo mejor no dan todo. Soy buenísimo en esto, pero esto otro no me apetece». Y dejarse dos obras de Cervantes supone unas décimas cruciales. Pone un ejemplo de un alumno que representó a España en una olimpiada internacional de física hace dos décadas y sus notas globales, siendo buenas, no se acercaban al 10.

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Una vez que dejan el centro, el Quintanilla trata de mantener el contacto, convocándoles a una reunión anual entre los alumnos que se graduaron el año anterior y los que cursan segundo de Bachillerato. «Muchos vienen; quedan cuatro o cinco y vienen a visitarnos ahora en verano. Aunque a algunos ya me cuesta reconocerlos cuando tienen 22 años, pasan de chavalines a hombres hechos y derechos». Grupos de amigos que se han mejorado mutuamente, pues es habitual que las grandes notas sean producto de grandes generaciones. «Probablemente, los mejores alumnos que he tenido los tuve en 2015. Como Pablo habría siete u ocho. Si él sacó la mejor nota, con una décima menos habrá otro y con dos menos habrá dos o tres». Tres alumnos obtuvieron un premio nacional por un proyecto de investigación sobre nanopartículas y ninguno de ellos sacó matrícula, un distintivo restringido. «No podemos dar más de tres o cuatro y el corte a veces está en el 9,8».

La filosofía del Quintanilla es acompañar más que crear. «El talento lo traen de casa, pero una de las características del centro es el rigor. Desde primero de ESO les hacemos ver que estudiar lleva un esfuerzo. Procuramos mantener el nivel de exigencia y hacerlo progresivo hasta segundo de Bachillerato». Y esgrime casi con orgullo la fama de instituto que exige mucho, aunque no la refrenda del todo. «En ningún sitio atan los perros con longaniza, sacar una buena nota requiere unos niveles de exigencia altos en cualquier centro. No les regalamos nada porque regalar algo a un adolescente es hacerle un flaco favor».

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