El finiquito del hijo pródigo

Ramsés no tenía mucho margen de maniobra, ni en defensa ni en ataque. Con los problemas de David López en el pubis, Javi Marcos y Abel Pascual son el único traje en el armario. Lo mismo ocurre en el tridente ofensivo con la baja de Plomer, que cumplió el segundo de sus seis partidos de sanción –si el recurso azulgrana por la trifulca no prospera–, que dejó las bandas para Merencio y Borrego. Así que el técnico decidió dejar a los diques –De la Mata y Manu– en el banquillo, sacando un tridente de llegadores como titulares: Fer Llorente, Astray y Hugo Díaz.

Con esos mimbres, el plan era claro: balones a Segovia para que jugara de espaldas y asistiera al ejército de llegadores. Un plan sustentado en la confianza en los centrales, más exigidos sin un medio puramente defensivo. El Talavera, que vuelve a ser líder, no renunció a su rol de equipo dominador con su segunda equipación amarilla y sus ilegibles números blancos. Con Szymanowski, uno de los máximos goleadores del grupo, ya con seis dianas. El público no se privó y le pitó en su primera incursión.

Un público que llegó a oleadas con el partido ya empezado y que ocupó las gradas supletorias –el club regaló entradas en estos graderíos contratados por el Turégano que se retirarán la semana que viene a los socios que pagaron la entrada de Copa ante el Sestao– mientras quedaban huecos en la grada general. La Sego esperó a que se sentaran para carburar. El plan del juego directo requiere intensidad, ganar los duelos, y los locales salieron convencidos. La primera ocasión llegó por una lucha de Astray, que no llegó al balón, pero ayudó a la recuperación de Javi Marcos, que mandó un gran pase a Segovia para que el nueve asistiera a la carrera de Merencio por la izquierda. Era un mano a mano escorado que el madrileño resolvió con un tiro cruzado, pero se marchó por centímetros.

Ahí llegó un periodo dulce azulgrana, con más dominio territorial, con algún córner. Un arma de doble filo, porque Biel Ribas, un portero de 37 años que ha jugado en el Deportivo o el Espanyol, salió con solvencia a atrapar el balón y lanzar una contra que tuvo que cortar Javi Marcos, amarilla mediante. La Sego volvió a rozar el picotazo en un disparo de Hugo Díaz en una posición forzada que el guardameta atajó en dos tiempos.

El siguiente asalto fue del Talavera. El problema de la Segoviana es que si no encontraba a Segovia no tenía presencia ofensiva. En cuanto los manchegos bloquearon esa vía, empezaron a desplegarse, sobre todo por la izquierda. Szymanowski enganchó un latigazo que para suerte de Carmona salió centrado. El meta se la quitó de encima, como haría después con un tiro tímido de Dago, la solución menos explosiva a una contra en la que tenía al argentino y a Gallardo pidiéndosela por los costados. El descanso alivió a los locales.

Los segovianos salieron de vestuarios con un punto más de intensidad y volvieron a acumular piezas en campo manchego. Segovia seguía haciendo con nota su trabajo, amortiguando balones y distribuyéndolos como un crupier. Pero no llegaba la combinación ganadora, bien porque los llegadores no estaban lo suficientemente cerca o porque el Talavera se sabía la trampa. El paso de los minutos –Fontán se marcho lesionado en camilla– llevó a Ramsés a mover el banquillo. Merencio dejó su hueco, ahora en la derecha, a Silva, cuya acreditada llegada al área cotiza más que Pablo Arranz, que salió cuarto de hora después y no aprovechó la ocasión.

El Talavera inquietaba con las aceleraciones de Loukou, negado por el cuerpo de Javi Marcos, o de Abeledo, que no cogió puerta por un pelo. Los ataques de la Sego tenían vuelta: un córner desembocaba en una contra manchega que no terminó en pase de la muerte de milagro, un susto que terminó con Ramsés pateando la botella de agua a la grada. Como si se oliera el desenlace.