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El colegio Martín Chico lleva más de medio siglo en la calle Las Nieves, en la zona baja de San Lorenzo, pero esa ubicación tradicional ha sumado vecinos en los últimos años por la proximidad de la mezquita y la residencia de referencia de ACCEM, ... la ONG encargada de la primera fase de acogida de los refugiados. Por eso ucranianos y marroquíes son parte fundamental de su alumnado y enriquecen una de las comunidades educativas más variadas de Segovia.
El alojamiento vecino de solicitantes de asilo convierte a este CEIP (Infantil y Primaria) en su centro de referencia. Pese a la tendencia de muchas familias ucranianas a regresar a su país en cuanto el estancamiento de la invasión rusa les ha permitido recuperar sus hogares, aunque sea de forma precaria, el centro segoviano conserva una docena de alumnos. Muchos llegaron en Infantil, es decir, con un total desconocimiento del idioma.
La mezquita ha facilitado la instalación de vecinos musulmanes en el barrio. Gran parte de los nuevos alumnos de padres marroquíes son ciudadanos españoles que han nacido en el país y no tienen problemas idiomáticos. «Llevan con nosotros desde muy pequeños. Es verdad que, a nivel de vocabulario, no es su lengua materna», matiza el equipo docente del centro a través de su directora, Nuria de María, y su jefa de estudios, Rebeca Nieto.
Hay recién llegados sin esa base, pero la red de familias ya asimiladas sirve de intermediaria para su integración. Más dificultades tiene la población paquistaní, que llega en número creciente a Segovia —aunque aún reducido— sin saber español y sin amigos que hayan ya transitado ese proceso. Una lengua de origen con más dialectos y una cultura que los profesores definen como más cerrada. El centro cuenta con un grupo de voluntarios que imparten castellano a las familias.
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El centro exprime esa multiculturalidad a través de proyectos como 'La vuelta al mundo', en el que las familias, por ejemplo, aportaban su gastronomía. «Nos deleitaron con unos manjares… O cuentos musulmanes. Nosotros tenemos la puerta abierta para beneficiarnos de las diferentes culturas». Los trajes típicos o las leyendas sudamericanas. «Son familias que participan en todos los órganos de Gobierno. En el consejo escolar o en las actividades de voluntarios independientemente de cuánto conozcan el idioma». Una diversidad que llega a los niños. «Ah, que en tú país eso no se come», relata.
Como parte del AMPA, sus familias ofrecen actividades en la semana cultural, como un taller de henna o una visita guiada a la mezquita —el Día de la Religión también visitan la parroquia del barrio y una iglesia evangélica en Vía Roma—, algo que también se aprovecha para sumar educación artística, compartida con el resto de tutores. Porque la integración es un trabajo en equipo.
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