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A Mariano Gómez de Caso era habitual encontrárselo por la Calle Real, en el Café de San Millán, donde animaba una tertulia que permanece aparcada, o en el Archivo Municipal, siempre a la caza del dato que completara su último trabajo de investigación. La pandemia lo tenía recluido en casa, aunque seguía la actualidad por la radio y la televisión y no dejaba de conectarse a Internet porque nunca rehuyó de las nuevas tecnologías. Este caluroso jueves de agosto ha llegado la noticia de su muerte. Tenía 94 años, aunque el 15 de septiembre hubiera cumplido 95. Con él pierde la cultura segoviana uno de sus baluartes más queridos.
Presidente de honor de la Fundación Museo Ignacio Zuloaga, Gómez de Caso era uno de los mayores especialistas en la vida y la obra del pintor eibarrés, aunque siempre se le recordará por haber rescatado del olvido a la compositora segoviana María de Pablos Cerezo (1904-1990). La Real Academia de Historia y Arte de San Quirce lo nombró académico honorario hace unos años por su inestimable aportación a la vida cultural de la ciudad.
El investigador y escritor deja un buen puñado de libros, entre los que destacan 'Los zócalos con pinturas mudéjares del torreón de Hércules en Segovia' (2002), 'Historia de las Comunicaciones en Segovia' (2004), 'Falla, Larreta y Zuloaga ante la gloria de don Ramiro' (2006), 'Antonio Machado y Pilar de Valderrama en Segovia' (2007), y otros trabajos, siempre bien documentados, sobre las figuras de José Rodao, Agapito Marazuela (con quien mantuvo gran amistad), Amalio Cuenca o la propia María de Pablos. Durante los años noventa fue responsable del archivo de Ignacio Zuloaga en la casa-museo de Zumaya (Guipúzcoa). Fruto de casi catorce años de investigación en aquel archivo es el libro 'Correspondencia de Ignacio Zuloaga con su tío Daniel', publicado en 2002, en el que Gómez de Caso traza, a día a día, la cronología del pintor durante los años que más trabajó en Segovia. Se trata de una obra ciclópea e ineludible para abordar la producción pictórica de Zuloaga y conocer la trastienda del arte europeo durante el primer tercio del siglo XX.
De carácter inquieto y curioso por naturaleza, ratón de biblioteca, el coronavirus lo mantenía alejado de la vida social, sabedor de que, por su edad y achaques, era persona de riesgo. «Lo que más echo en falta es hablar con la gente, de tú a tú. Acudía a la tertulia tres días por semana, pero no era solo la tertulia sino todo lo que la rodeaba: el desplazamiento, la conversación con el taxista, el encuentro casual con alguien conocido... Recibo muchas llamadas de familiares y amigos. Rafael Cantalejo, el director de la Academia de San Quirce, suele llamarme para interesarse por mí, y yo se lo agradezco. Bueno, gracias a Internet estoy conectado con los demás. En alguna videoconferencia he participado, aunque no suelen invitarme porque la gente presupone que, con 94 años, estoy incapacitado para ello. Entiendo que resulte chocante, pero nunca me han asustado las nuevas tecnologías, al contrario», confesaba en una entrevista concedida a El Norte el pasado noviembre.
El funeral será este viernes, 6 de agosto, a las 11:00 en el convento de las Madres Dominicas.
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