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Faig Budaqov ha vivido en primera persona el terror de un conflicto bélico demasiadas veces. Nació en el convulso Azerbayán hace 65 años. De madre ucraniana, hace dos decenios que se trasladó a Kiev, la capital de la que considera su segunda patria, Ucrania. Declara ... que conoce bien de cerca el dolor que infringe una guerra, es «desastroso». Sin embargo, nunca pudo imaginar que Vladimir Putin fuera a dar el paso de la invasión rusa, «nunca pensaba que pudiera pasar en Ucrania», confiesa Faig, quien repite que la guerra de la que ahora ha tenido que escapar «era como un sueño horrible que al final ha llegado».
Con un pasado militar, lamenta con estupor y tristeza el éxodo de millones de compatriotas que al igual que él han huido de la desolación y la muerte en busca de paz y de un nuevo futuro que construir. Ha llegado a El Espinar con su mujer, Katerina, su hija y su suegra de 79 años. Decidieron abandonar Kiev cuando cinco personas que vivían al lado de su casa murieron en los bombardeos de las tropas rusas, revela la mujer mayor.
El viaje «ha sido muy duro», confiesa Faig, que recuerda «las casas destruidas» que ha dejado atrás en una Ucrania asolada. «Cuando llegamos a la frontera con Polonia nos recibieron muy bien; pero no tienen capacidad de recibir a todos los que huyen», pone de manifiesto este refugiado.
Tanto él como su familia solo tienen palabras de agradecimiento emocionado a cuantos han hecho posible que ahora estén a salvo en El Espinar, acogidos por la solidaridad de las familias. «Sabíamos que España ayuda a la gente que escapa de la guerra en Ucrania, pero no imaginamos cuando llegamos toda esta ayuda tan importante. Gracias de corazón», reiteraba Faig.
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