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Francisco Herrero aprovechó a principios de mes que el campeonato de España de Ultramaratón de bicicleta de montaña se celebraba en su patio de entrenamiento. Esta vez no tuvo que viajar a Pirineos, voló por la Sierra de Guadarrama, un recorrido que podría hacer sin GPS mientras otros ciclistas echaban en ojo al navegador. «Todo muy a mi favor, no me voy a esconder. Hay que dar pedales igual, son muchas horas, pero lo he preparado muy bien». Su segunda corona nacional, la de su confirmación. Se define como alguien más completo, más explosivo, más delgado. «La experiencia de estos tres años corriendo al máximo nivel. Un Francisco Herrero que cree más en sí mismo».
El año que ganó su primer campeonato de España, en 2021, Herrero perdió la medalla en el Europeo porque tuvo que parar en la última subida a hacer aguas mayores. Eso explica el reto físico de la distancia. «Piensa que son diez horas comiendo sin parar y el depósito se llena, no hay más, por algún lado tiene que salir». Este año no tuvo que echar pie, pero el estómago «dolía muchísimo» en la última hora. El precio de 208 kilómetros y 4.600 metros de desnivel positivo, ocho horas de reloj. Un tiempo en el que tomó 20 geles, azúcar en vena, más los carbohidratos de la bebida y al menos siete litros de agua. «Es mucha tralla para el cuerpo, pero es mejor que sobre a que falte». Dos cafés por la mañana para quitar al cuerpo la sensación de somnolencia, pero poco más, trata de evitar la cafeína en carrera. «No me gusta mucho porque te puede deshidratar y te sube mucho el pulso. A mí no me gusta llevarlo muy alto».
Tras ganar en 2021, no participó por enfermedad en 2022 y el año pasado tuvo un reventón en la parte final cuando iba en cabeza. «Me quedé con la espina. Tanto trabajo e hice quinto». Nada que ver con su primer título, que llegó casi por sorpresa. «Estaba fuerte, pero no pensaba que podía ganar». La cabeza de carrera se perdió en un cruce y tuvo que remontar a cien corredores. «Y adelantar en bici de montaña no es como en carretera. Me puse manos a la obra y cuando me di cuenta estaba otra vez en cabeza. Dije, voy a atacar». Lo hizo a 120 de meta, se quedó en solitario a 50 y ganó por delante de exprofesionales como David Arroyo y Paco Mancebo.
Aquel descarado es ahora favorito. «Tenía todo muy estudiado». El punto marcado de ataque era el kilómetro 100: una rampa dura seguida del descenso más largo –una bajada por pista de unos 12 minutos–, un sendero técnico y una zona confusa de navegación en un recorrido que no está marcado y que los ciclistas deben resolver por sus propios medios. Así que se marchó y mantuvo un duelo con el segundo por una zona de repechos cortos. Tan a dedillo estaba el plan de ataque que el segoviano tenía a espías diseminados por el recorrido unidos a través de un grupo de WhastApp para comunicarle las diferencias cuando pasaba. Ventajas de correr cerca de casa. «Fueron 60 kilómetros, me venía cerca, a un minuto, y yo estaba yendo rápido. De repente, de un minuto pasó a tres y eso quería decir que había reventado». La diferencia en meta fue de 13 minutos.
El ataque lejano sorprendió y prosperó, la cultura del ciclismo de carretera de Tadej Pogaçar. «Me considero un corredor valiente que da la cara y no le importa arriesgar al todo o nada. Si realmente por atrás se ponen de acuerdo a relevos, son muchos kilómetros. Pero fue une una lucha de tú a tú». Así resolvió ese anillo por la sierra norte de Madrid, con Navafría y Somosierra como las principales subidas, una zona de cresteo por El Atazar antes de subir en el tramo final Canencia y Morcuera para dejarse caer a Rascafría. «A veces queremos irnos lejos a buscar y tenemos sitios espectaculares en nuestra sierra».
Un día hizo el recorrido entero entrenando y otros tres lo segmentó en tandas algo más cortas. Ayudó la suerte, una mañana sin averías: la cadena se quedó reseca tras cruzar uno de los ríos, pero la enceró en el siguiente avituallamiento y fue miel sobre hojuelas. Y la temporada está concluida. Ahora está en dos semanas de descanso. Total. «Para mí ,es no hacer nada. Salgo a dar paseos con el perro, con la familia. Yo soy de colgar la bici y no quererla ver, que ya estoy todos los días del año encima de ella».
Una temporada con menos kilómetros que los 22.000 del año anterior por la paternidad, aunque la preparación para el campeonato de España incluyó un mes durmiendo solo. «Al final, de nada sirve entrenar si no estás descansando por las noches. Tengo suerte, mi familia y mi pareja respetan mi pasión. Y me ha dado mucha felicidad. He tenido carreras que se han dado muy mal, llegas a casa y está el pequeño sonriéndote». Así empezará a currar para la Titan Desert, la carrera por etapas de Marruecos de fama mundial que estuvo a tres kilómetros de ganar en 2022.
«Me sigue ardiendo dentro del corazón. Es duro y te diría que incluso peligroso. Yo soy muy cabezón, lo voy a seguir intentando. Te vas dos semanas a pasar miserias». Hay que dar pedales igual.
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