El día que Evita Perón repartió simpatía en Segovia

Alberto, en una entrevista con Efe, asegura que fue «un espectáculo fantástico» que congregó a niños y mayores en la plaza, las calles próximas y en la escalera del Postigo para recibir a Eva Duarte de Perón, de visita en España para corresponder a la invitación que Franco realizó a su marido, el entonces presidente de Argentina, Juan Domingo Perón, como agradecimiento por el envío de barcos cargado de alimentos para ayudar a la España de posguerra. Relata cómo su padre, Cándido López -Mesonero Mayor de Castilla-, le robó una sábana a su madre para que el pintor Lope Tablada de Diego dibujara la bandera de Argentina para recibir a Evita. Cuando bajó del coche oficial a los pies del Acueducto, las campanas de la ciudad repicaron y la hermana de Alberto, Carmina, llevaba la bandera de Argentina pintada en aquella sábana, mientras que Alberto portaba una de España como muestra de afecto.

Cándido se vistió de segoviano con su bastón de mando, ya que entonces también era alcalde del barrio de Santa Columba, un momento que no olvidará nunca, subraya Alberto. Frente al mítico restaurante se encontraba el Café Columna, que tuvo que quitar la terraza para que se situara en esa zona la batería de caballeros de la Academia de Artillería que rindieron honores a la ilustre visitante. Tras el aplauso «impresionante» que se llevó de los congregados, Evita, que vestía un traje blanco de chaqueta, falda por debajo de la rodilla y una pamela, fue recibida por las autoridades segovianas. Estaban presentes el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Joaquín Pérez Villanueva; el alcalde de la ciudad, César Zubiaur; el presidente de la Diputación, Andrés Reguera, y el obispo, Daniel Llorente Federico, así como el coronel jefe de la Academia de Artillería.

Además, Eva Perón iba acompañada por una comitiva presidida por Carmen Polo, esposa del dictador Francisco Franco. En la plaza había «mucha emoción», la gente estaba «muy ilusionada» y la imagen de Eva Duarte bajo las milenarias piedras del Acueducto dio «la vuelta al mundo», recuerda Alberto. Sin embargo, aunque estaba previsto que Evita llegase hasta el Alcázar, la falta de tiempo hizo que la visita fuera «relámpago», de menos de una hora, por lo que solo pudo dar la vuelta a la plaza del Azoguejo saludando a la gente.

Eso sí, antes disfrutó del espectáculo del grupo de danza de San Pedro de Gaíllos (Segovia) y de los coros de la Sección Femenina, que aportaron el folclore a una visita cargada de «cariño» y de «calor humano» lo que, a juicio de Alberto, hizo que Evita se llevase «un buen recuerdo de la noble y leal ciudad de Segovia».

Le regalaron dos platos de cerámica de grandes dimensiones del taller de los hermanos Zuloaga, uno de ellos con la imagen del Acueducto y el otro del Alcázar, objetos que años más tarde el propio Alberto ha podido ver en el museo dedicado a Duarte de Perón, que se encuentra en el barrio de Palermo, en Buenos Aires. Alberto destaca que era «una mujer elegante, impresionante, simpática y muy alta«», y además «se portó muy bien con España en momentos difíciles», y dice, entre risas, que como actriz no sabe «si era buena o mala, pero guapa... un rato».