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luis javier gonzález
Cantalejo
Lunes, 17 de junio 2019, 12:18
«Hasta que no ves el sistema, no lo entiendes», resume Carmen Molina, la impulsora de una idea rompedora en el CEIP Los Arenales, en Cantalejo. Es la acuaponía, una combinación de acuicultura (cultivo de peces) con hidroponía (cultivo en agua) en un tanque ... de 1.000 litros que tiene encima una cama de cultivo. La orina de los peces es amonio que sube a través de una bomba a la cama de cultivo; allí hay bacterias, las arlitas, unas piedras pequeñas que transforman el amonio en nitritos. Estos, a su vez, se transforman en nitratos gracias a otras bacterias. La raíz de la planta absorbe estos nitratos y el agua regresa limpia al tanque. «Es un sistema cerrado y sostenible. Todos necesitan de todos», explica la docente.
Carmen imparte Ciencias Naturales, Sociales e Inglés en tercero de Primaria. La profesora interina apostó por ahondar en las lagunas de Cantalejo dentro de un proyecto con otros centros de Segovia. Detectaron un problema de biodiversidad porque la tenca, el pez autóctono, estaba perdiendo ejemplares. Se puso entonces en contacto con un compañero de la región que planteaba un proyecto de acuaponía con el mismo pez y entre ambos formaron el sistema. «La idea era hacer un sistema y mostrar que la tenca podía servir para realizar cultivos».
La pertenencia hacia el proyecto de los niños, que van cada día a medir los niveles, es envidiable. Cuando hay descensos de amonio, lo suben con productos naturales. «Yo no añado hierro artificial, sino cáscara de huevo o humus de lombriz. Es muy importante que esté estable para que todo funcione bien. Es muy delicado de montar para que alcance un nivel óptimo», explica la docente.
El colegio preparó un Power Point con la idea y la presentó al Ayuntamiento. En el colegio no era posible hacerlo, así que el centro se muestra agradecido al Consistorio de Cantalejo por cederles una casa cercana a sus instalaciones y al entonces alcalde, Maxi San Macario. La administración cedió el IBC –un gran recipiente– o las tuberías. Por su parte, Carmen compró las plantas. Prepararon el agua durante un mes para que tuviera las condiciones óptimas –declorada o sin PHs muy altos– para los peces. Desde entero ya aloja a 20 tencas, adquiridas a un particular que las tenía en una charca de Sanchonuño, y cinco peces de colores; en febrero empezaron a cultivar.
«El objetivo era que los chicos se acercaran a la diversidad de la zona, conocieran otras formas de hacer las cosas y vieran la parte química. Que sean participes de un aprendizaje muy manipulativo, porque tienen que hacerlo todo ellos». El grupo se ha presentado a varios concursos y ha quedado campeón de Castilla y León en el proyecto Hazlo Verde, de Leroy Merlín; un premio de 400 para preparar una fiesta ambiental. Y los 50 niños, de nueve años, que forman parte del proyecto no pierden la sonrisa. «Están encantados, les motiva muchísimo. Es una pasada. Les gusta mucho dar de comer a los peces, coger las lechugas y ver la evolución de las plantas».
La clase tiene un cuadernillo 'acuapónico' en el que anota los progresos y busca soluciones. Al principio, las plantas no crecían mucho y detectaron que era por falta de luz, así que pudieron lámparas LED; una tenca se murió porque el PH estaba algo alto, así que lo bajaron. «Siempre estamos con hipótesis». Aunque el centro es CEIP (Centro de Educación Infantil y Primaria) el instituto local se ha interesado por el proyecto. Es también una forma multidisciplinar de afrontar el aprendizaje y sirve desde la propia química al aprendizaje en estadística.
El proyecto arrancó como algo muy modesto. Pensaba exponer las lagunas o el ecosistema y trabajar la flora y fauna de la zona. El grupo fue un día a las lagunas de Cantalejo con la colaboración de los padres, que se disfrazaron de los oficios tradicionales, y los agentes medioambientales explicaron su trabajo a los alumnos. Incluyó también una visita a la depuradora y un gran libro en clase con ilustraciones. Todo ello se ha potenciado por las posibilidades de la acuaponia, no solo en el aprendizaje sino en la motivación de los pequeños.
Carmen destaca el sentido de responsabilidad y autonomía de los niños. «Cuidan más el medio ambiente y valoran más las tencas, que algunos ni las conocían. Trabajan en equipo, porque es todo cooperativo. Y ahora tienen mucho interés por los animales y las plantas». En ese pequeño huerto improvisado hay lechugas, fresas, brócoli, acelgas o apio. También hay plantas de interior y plantas silvestres que había en el patio de la casa. La cosecha se reparte entre los alumnos. «La idea era hacer una ensalada gigante con ellos, pero son muchos», sonríe.
El objetivo es mejorar el sistema. «Si se pudiera, haríamos un invernadero para que las condiciones sean mejores y cultivaríamos otro tipo de plantas de temporada para que los alumnos vieran qué hay en cada estación. Todos los materiales que hemos usado han sido reutilizados para que no fuera caro», explica Carmen, que incide en la colaboración constante de sus compañeros del centro. Quieren compartir la idea con otros colegios. Las tencas están de moda.
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