Imposible salvar dos escalones así para acceder a este comercio. Antonio de Torre

La entrada a los comercios y el espacio en los bares, principales trabas a la accesibilidad

Frater Segovia señala carencias como la falta de adaptación en los baños y rampas de en muchos edificios oficiales

Domingo, 11 de junio 2023, 08:23

¿Cuántos comercios de la Calle Real, desde el Azoguejo a la Plaza Mayor, no tienen escalón? La pregunta valió un estudio de Frater Segovia para juzgar en cuántos podrían pasar con silla de ruedas. «Contadísimos. Cuando lo hicimos había tres». Ello conduce a escenas ... como ver en la calle las bragas a comprar. «Se te quitan las ganas de ir. No tienes intimidad y corres riesgo de robo. Ir a comprar es de las cosas más difíciles para nosotros y no tienes más remedio que hacerlo». Una de las asociaciones pioneras en el combate contra la discapacidad hace un repaso a los comercios, bares, cines u hoteles de la ciudad.

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José María López, Juan Carlos Horcajo, Juan José Heras, María José del Río y Basilisa Martín pueden hacer una crónica de décadas de trabas con una reivindicación no exenta de humor. Como asumir que su presencia en bares, lugares donde cada vez se cotiza más el espacio y se invita al cliente a estar de pie para que entre más gente, no es rentable porque restan clientes y su precaria economía no les hace precisamente derrochadores. «¡A ver si se van pronto estos cojos!».

El primer obstáculo es la entrada, el escalón. El segundo, que haya espacio para las sillas. «Es muy difícil encontrar un sitio amplio y accesible». Ponen el ejemplo del Convento de Mínimos porque cuenta con los dos ingredientes y la guinda, los baños adaptados. «Que fuéramos ahora mismo nosotros seis a tomar unas cañas…. Muy difícil». En total, no salen «raspando» más de una decena de nombres. «Primero tienes que hacerte un croquis mental de cómo puedes ir y segundo, saber si puedes».

Además del escalón, una barrera inabordable, señalan que la distribución está pensada para que la gente se siente en las sillas convencionales, no para que aparque sus sillas de ruedas. «Todo el mundo se tiene que mover para podernos acoplar, es así. Ya dependes de la buena voluntad de los demás». Esto sin hablar de los taburetes altos, que a veces ellos utilizan como mesa. «Donde alguien pone el culo, tú pones el plato». La consecuencia es buscar las terrazas; siempre con humor, «para molestar a los que vayan entrando». El verano se soporta; «en invierno, te quedas en casa».

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Después están los baños. No entienden por qué las puertas de acceso siempre son más pequeñas que las de cualquier otro habitáculo del establecimiento. Diferencian entre baños adaptados –según la normativa, con espacio para girar o barras de sujeción– y accesibles: «Los que entras y te apañas como puedes». Hay paradojas; lugares que tienen un baño adaptado, pero cuentan con un escalón en el acceso al local. «Otros lo tienen de trastero. Les hemos pedidos las llaves y tienes que estar retirando cosas para poder llegar al váter». Para complicar más las cosas, están los baños en la planta baja.

Si la hostelería supone un ocio, comprar es una necesidad. Ponen en valor el trabajo de accesibilidad de las grandes superficies, pero lamentan lo lejos que están. Así que toca acudir a superficies menos grandes. Todo son paradojas; locales con rampa de acceso, pero pasillos muy estrechos. «Te tienes que dar la vuelta y pedirle a alguien que te lo alcance». Luego están las alturas, algo que toleran. «No vamos a pedir que esté todo a nuestro alcance. Hay cosas que tenemos que entender».

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Quedan otras batallas históricas como la del cine, obligados a ocupar la fila cero y hacer un ejercicio de estiramiento cervical durante dos horas para ver la película. «No hay manera de subir a la cuarta fila». La lógica de los escalones en salas donde no se agota precisamente el aforo. «Puede estar vacío, que tú te quedas abajo del todo. Deben tener un complot con las ópticas o con los traumatólogos».

Esta lógica se traslada a casi cualquier ámbito. «Nadie piensa en las personas con discapacidad cuando hace ningún edificio». Ponen ejemplos de edificios oficiales como la Dirección Provincial de Tráfico, que tiene un escalón. Juan José fue a renovar el carné y no pudo entrar. También hablan del rodeo para acceder al Ayuntamiento de Segovia por la parte trasera. «La idea sería que una persona pueda hacer todos los trámites sin tener que pedir ayuda a nadie. Esto sería normalizar las cosas».

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Ello implica elementos como «una rampa bien hecha». Porque la pendiente irregular de algunas puede ser peor que un escalón: «Tienes que utilizar piolet», bromean. María José lo llama «matapersonas». No hablan de mala fe, sino de desconocimiento. Y piden la colaboración de todos: de poco sirve conseguir un rebaje si un coche obstaculiza el acceso. «La sensibilización es importante. Hay gente a la que le molesta que haya plazas para discapacitados, mira este, qué suerte tiene. Si quieres te cambio el sitio».

Hoteles

El análisis de los edificios llega a los hoteles. Aquí es aplicable la frontera entre lo accesible y lo adaptado. El acceso al edificio cumple los requisitos y también el tránsito hacia las habitaciones. Pero hay carencias. Por ejemplo, en los baños. «En las duchas, en vez de ser un asiento geriátrico es una silla de plástico que no tiene sujeción ni al suelo ni la pared, así que la leche está casi asegurada». O que la barra esté en el sentido opuesto de la silla. «Aquí ninguno tenemos el brazo del Inspector Gadget». Que los inodoros estén muy bajos o la escasa maniobrabilidad dentro de la propia habitación. «Puedes ir hacia delante o hacia atrás, pero no puedes girar». Hablan de elementos menores perfectamente subsanables. «Con que tengan una o dos habitaciones te solucionan la papeleta». El repaso es algo más benévolo que en los bares, pero definen una situación precaria.

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Aunque no es objeto del reportaje, María José no puede evitar despedirse poniendo sobre la mesa su lucha histórica: «En lo que escribas no te debería faltar una mención al tema de los adoquines».

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