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La emocionante mirada de Río
Segovia ·
El Museo Rodera-Robles apura los últimos días de la exposición de fotografías de Manuel Riosalido, que retratan la vida cotidiana en la Segovia de mediados del siglo XX, y prepara una nueva entregaSecciones
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El Museo Rodera-Robles apura los últimos días de la exposición de fotografías de Manuel Riosalido, que retratan la vida cotidiana en la Segovia de mediados del siglo XX, y prepara una nueva entregaSegovia, cinematográficamente, es una ciudad hecha de oro. Aquí está todo sin explotar, sus paisajes, sus rincones... ¡todo!».
El periodista de 'Vanguardia Segoviana' tuvo que esperar seis horas en un butacón del hotel Las Sirenas para poder hablar con Orson Welles. El 'astro' estadounidense llegaba ese día de Madrid, cuando en Segovia tenía ya dispuesto el equipo para el rodaje de 'Mister Arkadin'. De aquellos días del invierno de 1954 es el retrato de Welles que forma parte de 'El valor de la mirada', la exposición de fotografías que Manuel Riosalido, Río, realizó en Segovia entre 1944 y 1964. Las imágenes todavía pueden verse en el Museo Rodera-Robles, aunque será por pocos días, pues en Navidad dará el relevo a nuevas fotos del mismo autor.
«Seguiremos con la obra de Río. Hay miles de negativos que su hijo guarda en casa, y queremos hacer varias exposiciones, aunque es preciso seleccionar. Cada muestra está limitada a setenta u ochenta imágenes y todos los negativos merecen la pena», explica Rafael Cantalejo, director del Rodera-Robles.
'El valor de la mirada', abierta desde junio, ofrece una maravillosa perspectiva de la vida cotidiana en la Segovia de las décadas centrales del siglo XX. Por ella desfilan personajes, lugares, momentos que los veteranos guardan en la memoria y los jóvenes observan con incredulidad. «Es el legado fotográfico de una época en la que Segovia empieza tímidamente a modernizarse. En él se aprecia muy bien el paso del burro al coche, de la boina al sombrero... Los años cuarenta, cincuenta y sesenta son un punto de inflexión entre la Edad Media (exagerando un poco, claro) y el siglo XX», señala Cantalejo.
Puchero, Madriles, el caramelero de la Calle Real, las heladeras de la Plaza Mayor, las monjas de la Misericordia y las enfermeras del Dieciocho de Julio, los serenos con sus gorras y sus chuzos, los pescaderos del Azoguejo, los puestos de avellanas, los carteles del Cervantes que anuncian las proyecciones en cinemascope... El 'universo Río' va directo a la historia emocional de la ciudad. «En esta primera entrega quisimos reflejar esa vida cotidiana, lo que hacían nuestros padres, nuestros abuelos, cómo se entretenían, cómo gastaban el dinero, cómo vestían. No se trata de caer en una nostalgia que no lleva a ninguna parte (era una vida manifiestamente mejorable), sino de buscar un poco en el pasado sin más pretensión que el entretenimiento, e incluso la diversión, aunque hay fotos que también mueven a la reflexión, porque te das cuenta de que nuestros antepasados vivían con lo justo y valoraban todo mucho más», apunta el director del Rodera-Robles.
Las visitas de celebridades levantaban verdadero revuelo. Río dejó constancia de todas, pero llaman la atención, por la relevancia del personaje, las del doctor Fleming (1946) y Eva Perón, (1947). También se convirtió Segovia, entre los años cincuenta y sesenta, en una suerte de satélite de Hollywood. Productores y directores descubrieron la belleza incomparable de una ciudad sin explotar –como decía Welles– y la transformaron en un gran plató. Los actores y las actrices (Cary Grant, Sophia Loren...) se alojaban en el Gran Hotel Las Sirenas, inaugurado en 1952, referencia de la modernidad y sinónimo de lujo y distinción.
El régimen latía de fondo (es sobrecogedora la foto de los presos que desfilan delante de la cárcel, tomada en 1946), pero la vida en la ciudad se deslizaba callada, resignada, apacible y hasta divertida. Prueba de ello es la instantánea en la que el popular Madriles dirige una de sus rifas-espectáculo, o la de la carrera de motocross que Río captó en los Altos de la Piedad, en las Ferias y Fiestas de 1961.
'El valor de la mirada' está aderezada con vitrinas que exhiben objetos cotidianos de la época. Este gesto, sello de la casa, avalora las fotografías. La radio, el reloj, el molinillo del café, el bote de Cola-Cao, el rollo del Elefante, los programas de ferias, el cartel taurino, los billetes de veinte duros de Romero de Torres, las pesetas «del 1», el Pelargón, la cajetilla de Ideales... Es imposible no acordarse de los abuelos y sumergirse en un viaje por el tiempo y la memoria que hubiera hecho las delicias del mismísimo Proust.
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