Edilberto Leonardo López hace una mañana de jueves parada en El Muyo y admira sus fachadas de pizarra negra. «Siento paz y, al mismo tiempo, nostalgia. Son pueblos que se van quedando solos, esta es la realidad de la diócesis que tenemos en esta zona». ... Tras el verano, solo queda una familia de seis integrantes que se dedica a la agricultura y otro hombre que acaba de llegar. Es una de las 19 localidades que gestionan entre dos curas. «Nuestra labor es estar con la gente; por lo menos, tener ese diálogo, esa comunicación». Por eso bromea con el panadero: «Tú traes el pan material, pero yo soy el otro panadero, llevo el pan espiritual».
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Luis Javier González
Este guatemalteco de 42 años llegó en 2011 a Riaza para tres meses y ya lleva doce años. «En junio llevaba todavía el forro polar. La gente se reía de mí, pero se ve que el cuerpo adapta con el tiempo». Aquel permiso de su obispo era inicialmente por tres años, pero se prolongó y decidió incardinarse a la diócesis de Segovia. «Echo de menos mi país, pero uno es consciente de la necesidad que hay aquí».
La unidad parroquial de Riaza incluye El Negredo, El Muyo, Madriguera, Serracín, Villacorta, Becerril de Ayllón, Alquité, Martín Muñoz de Ayllón, Riofrío de Riaza, Sotos de Sepúlveda, Castillejo, Sequera de Fresno, Adeanueva del Monte, Barahona de Fresno, Fresno de Cantespino, Pajares, Cinco Villas y Gomeznarro. Cuentan con la ayuda de ocho celebradores de la palabra laicos.
Una labor en la carretera, con más de 35.000 kilómetros al año. «Me voy a tener que comprar una autocaravana», bromea con los vecinos. Los lunes suele viajar a Segovia a formación o retiro; el martes, a la residencia de ancianos; miércoles y jueves, catequesis; el viernes, despacho y oficina para preparar el fin de semana: entre sábado y domingo oficia cinco misas.
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Riaza es el único que tiene misa todos los días. «Intentamos acercarnos a todos los pueblos una vez a la semana, aunque no haya misa». Hay pueblos como Madriguera que sirven como referencia para aglutinar a vecinos de otros lugares cercanos. Riofrío, Sequera de Fresno, Castillejo o Fresno de Cantespino suelen tener la suya. Los celebradores de la palabra ayudan en el resto del territorio.
La parte más agradecida de su tarea son las visitas, la confianza de encontrarse la puerta abierta, el calor de la lumbre en el frío invierno. Los vecinos tienen en teléfono de los dos 'panaderos' para pedirles cualquier favor. «Si vienes por aquí, tráeme esto». Habla de gente mayor, sola, enferma, «con sus situaciones», sin la vida social del verano. «Los días se hacen muy largos para ellos». Él ha sido testigo de lugares que han menguado y no ve salida al problema. «Por desgracia, van a desaparecer. Eso nos afecta a todos, también a nivel de iglesia. Imagínate en doce años cuanta gente ya no está con nosotros».
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Muchas de sus misas son particulares, como una clase, a veces con dos o tres fieles, así que cuando alguien falta es como si perdiera a un miembro. «Se te queda grabado en la memoria dónde se sentaba, con su nombre; somos animales de costumbres, aquí me he sentado toda la vida y aquí me quedo. Y cuando entras en el templo, lo tienes ahí, a fulanito y a fulanita. Les estás viendo. Y lo siento. De alguna manera, uno va también muriendo con esta realidad», concluye.
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